Ucrania, en riesgo de descomposición

Ucrania vive una situación muy complicado. En los últimos meses convulsos ha cambiado de gobierno tras una revuelta popular con no pocas sombras de duda y grupos radicales entre los manifestantes que apoyó sin reservas Occidente frente a un presidente elegido en las urnas; un no menos dudoso referéndum de independencia en la región de Crimea que concluyó con la anexión de esta parte de Ucrania a Rusia y ahora nuevas revueltas y ocupaciones de activistas armados prorrusos de sedes oficiales en varias ciudades del sureste del país. Una situación explosiva que amenaza con descomponer el país y que, por primera vez en muchos años, devuelve el riesgo real de que se produzca un conflicto armado en el continente europeo.
 
Este jueves se celebrará en Ginebra una reunión de responsables de Ucrania, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea en la que se intentará llegar a un acuerdo para evitar que la tensa situación que vive aquel país vaya a mayores. Sería trascendental que de aquí al jueves no hubiera una nueva escalada de tensión en la zona, pero eso se antoja complicado. En Donetsk y otras zonas del sureste del país los activistas prorrusos, de los que Moscú dice que no sabe nada pero a quienes pide proteger, han ocupado sedes del gobierno, de autoridades locales o comisarías de policía. Las autoridades ucranianas han dado ya dos ultimátum a los rebeldes, a quienes llaman "terroristas", para desalojar esos edificios. Los dos han sido incumplidos y el gobierno ucraniano ha enviado tropas a las regiones del sureste. Su presidente ha firmado ya un decreto que autoriza una operación armada contra los activistas prorrusos. Una confrontación armada podría provocar un baño de sangre con consecuencias devastadoras para la estabilidad del país.
 
Entre tanto, las autoridades rusas siguen el mismo guión que ya les dio buen resultado en Crimea. Los acontecimientos se repiten de forma muy similar, aunque la gran diferencia ahora es que hay más violencia. La anexión de Crimea llegó tras protestas ciudadanas y tras una consulta popular que se celebró con la región tomada por hombres armados que Rusia no reconocía como propios, pero que defendían claramente sus intereses. La inmensa mayoría de la población de aquella región optó por separarse de Ucrania y unirse a Rusia. No se puede dejar de lado este hecho, como tampoco podemos olvidar la vinculación histórica entre Crimea y Rusia. Putin festejó la anexión con una gran fiesta en Moscú y apeló a esa unión que en el pasado tuvo esta región con su país. Eso sí, no es menos importante destacar que la anexión supuso cambiar las fronteras de un país de forma unilateral y sin contar con el acuerdo de las autoridades ucranianas. Es decir, Rusia moldeó las fronteras del país vecino, saltándose los más elementales tratados internacionales sobre la integridad de los territorios. Ahora, no son pocos quienes creen que Putin busca con la agitación de más regiones ucranianas repetir el modelo de Crimea.
 
Darse por satisfechos con la política de hechos consumados de Rusia en Crimea ha sido un error por parte de la Unión Europea. El papel de la UE en esta crisis está siendo poco edificante. Primero, respaldó sin reservas a los manifestantes contra Yanukovich, un presidente cercano a Rusia que había sido elegido democráticamente por los ciudadanos ucranianos, tras negarse este por la presión de Putin a firmar un tratado de asociación con la UE. En un primer momento, las revueltas en Ucrania se presentaron como el choque entre dos sensibilidades dentro del país: la más cercana a Rusia que defendía seguir bajo la órbita de Moscú y la proeuropea que argumentaba que era necesario acercarse a la UE. Yanukovich cambió de opinión a mitad de camino y decidió buscar el respaldo de Putin. Con no poca inconsciencia, Occidente se puso del lado de los manifestantes, en lugar de promover un diálogo interno que no rompiera las costuras del país. El presidente ucraniano fue derrocado de forma poco legal, eso es evidente por más que la retórica de las revueltas populares y la escenificación de la revolución fuera muy sugerente. Rusia se tomó la marcha de Yanukovich como algo personal y decidió jugar a desestabilizar el país vecino, con la evidente finalidad de seguir teniéndolo bajo su órbita.
 
Barack Obama y Vladimir Putin conversaron anoche por teléfono, según leemos hoy en la prensa. Fue una charla poco distendida en la que el presidente estadounidense echó en cara al ruso que su actitud no está ayudando a calmar los ánimos en Ucrania. El mandatario ruso pidió a Obama que convenza a las autoridades ucranianas de que no emplee la fuerza contra los activistas prorrusos que han tomado varias sedes oficiales en el sureste del país. Lo que deberían hacer unos y otros es consentir que sean los ucranianos quienes decidan libremente su futuro y propiciar el acuerdo entre las distintas regiones del país.
 
El 25 de mayo están convocadas las elecciones presidenciales en Ucrania, porque las autoridades actuales lo son de forma temporal tras el derrocamiento de Yanukovich. Por tanto, con unos comicios dentro de 10 días, la inestabilidad es máxima en el país. Además, el actual presidente en funciones de Ucrania se mostró ayer partidario de celebrar el mismo día 25 un referéndum sobre la estructura del Estado en la que voten todos los ciudadanos ucranianos y no, como piden los activistas armados prorrusos en las regiones del sureste del país, sólo los habitantes de cada región. Hay un riesgo claro de descomposición en Ucrania, con las regiones rusoparlantes defendiendo su anexión a Rusia o al menos gozar de más autonomía dentro de Ucrania, algo que el Kremlin ve con muy buenos ojos, pues lograría seguir teniendo de su lado a sus vecinos ucranianos. Ojalá los intereses políticos y geoestratégicos queden en un segundo plano y se supediten a la estabilidad del país, porque estamos hablando del riesgo de una guerra civil con consecuencias terribles sobre el país, la región e incluso la estabilidad mundial habida cuenta de que Rusia está por medio, con reminiscencias a la Guerra Fría.


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