Eurovegas muere antes de nacer


La fábula del macrocomplejo de casinos que Sheldon Adelson iba a construir en Madrid, en un erial de Alcorcón, para ser exactos, se ha derrumbado como cabía esperar del perfecto castillo de naipes y la engañifa que siempre fue. Ayer conocimos que el gobierno, en un arrebate de dignidad y honradez elemental que francamente le agradecemos y que uno ya no esperaba ver, ha decidido no aceptar las condiciones increíbles que el magnate de los casinos quería imponer. Condiciones como vetar la entrada de competidores en el mercado durante los próximos diez años, prometer una indemnización si hay algún cambio legal en el futuro que afecte a su negocio y también, por qué no, exenciones fiscales y ayudas por doquier si tiene pérdidas. 

Modificar la legislación para dar entrada a un negocio, cualquiera que sea, resulta llamativo y bastante repelente. Eso de hacer leyes a la carta, por extendido que esté, no resulta aceptable. Adelson quería que sí se pudiera fumar en los casinos, por ejemplo, y la salud pasó a un segundo plano en el orden de preferencias de los gobernantes de Madrid y del Estado. Apenaba bastante esa imagen cateta de poner alfombra roja al primer ricachón cutre y de dudosa moralidad que nos enseña la zanahoria de una gran inversión en España, aunque luego nos enteráramos de que sólo aportaría una mínima parte del dinero necesario para construir esa megaciudad del juego en Alcorcón. Un "bienvenido mister Marshall" del siglo XX en el que las autoridades se entregan con devoción, con esa devoción que despierta la riqueza exuberante en ciertas gentes, abriendo con dinero todas las puertas que no se pueden abrir de otro modo, enseñando el billetero para ganar voluntades. Se postraron de hinojos ante el magnate en una actitud ridícula y poco aceptable, por mucho que vieran en él  y su ficticia creación de empleos la llave para nuevas victorias electorales. 

Se creó en torno a Eurovegas una ficción que la Administración regional madrileña (primero con Esperanza Aguirre y después con Ignacio González, continuador de todas las pifias de su antecesora) ha alimentado con el señuelo de que generaría puestos de trabajo. Hasta 200.000 se llegó a decir. Claro, luego vimos las cifras de empleados en todos los casinos que este señor tiene en todo el mundo y las cuentas no cuadraban. Pero se siguió adelante con el engaño, con la ficción. Qué mejor, pensaron los gobernantes, que construir un castillo en el aire, que vender humo con empleos a raudales en estos tiempos de crisis. Ponerse a trabajar en serio para intentar, entre todos, poner en pie un modelo económico sostenible y productivo que no gire en torno al ladrillo no estuvo nunca entre sus opciones

Muchas personas defendían el proyecto y, en consecuencia, lamentan la marcha del mismo, por la generación de puestos de trabajo que acarrearía. Esta postura es perfectamente comprensible. Con la asfixiante tasa de paro que seguimos padeciendo en España, es lógico que muchas personas estén de acuerdo en que abran de par en par las puertas del país a quien prometa venir con un proyecto capaz de generar empleo. El problema es que es peligroso emplear esa estratagema tramposa. Los gobiernos deben favorecer las inversiones, pero estas deben someterse a las leyes. Ningún inversor puede tener la impresión de que es capaz de cambiar a su antojo la voluntad de un gobierno y modificar unas cuantas leyes, como ha ha hecho ya la Comunidad de Madrid para allanar el camino a Adelson. Hemos dado una imagen penosa como país. Y, al final, encima, para nada. Ya digo, reconozco ese último atisbo de dignidad que ha llevado al gobierno a no aceptar las imposiciones imposibles que ponía Adelson para construir sus casinos en Madrid, probablemente una táctica para buscar el no de la administración española, ya que ahora miran más hacia Asia (Japón, si el gobierno permite la apertura de casinos y está dispuesto a aceptar las condiciones de Las Vegas Sand, y Corea son los países que suenan como el destino de su próximo megaproyecto). 

También es cierto que durante el debate sobre Eurovegas en España se ha dado una paradoja llamativa. Sin duda, en la oposición de muchos al proyecto, entre los que me incluyo, pesan mucho razones, digamos, morales o éticas. Tal vez prejuicios contra el mundo del juego. Algo más que prejuicios sobre negocios ilícitos asociados, más que presuntamente, a los otros casinos de este hombre por el mundo. O, al menos colindantes. Así las cosas, hemos visto la paradoja de que un partido conservador ha defendido este proyecto con uñas y dientes mientras que los partidos de izquierdas han hecho compañía a la Iglesia en la crítica a este inmoral antro de casinos e indecencias. Una situación, indudablemente, curiosa. 

Pero, más allá de esa oposición por cuestiones éticas, donde reconozco que la apertura de mente ha estado esta vez en el lugar donde tal vez menos cabría esperar, también hay otras razones que llevan a censurar proyectos como este. Eurovegas era una versión remasterizada de la cultura del pelotazo, del ladrillo a mansalva que ha imperado en España estos últimos años y que nos ha conducido hasta la crisis en la que nos encontramos. El modelo Eurovegas es muy, muy similar a otros mega proyectos urbanísticos, con la novedad de que incluía casinos y horteras decorados de cartón piedra que atraerían a ricos de todo el mundo. Por eso, comprobar anonadados cómo no hemos aprendido anda de la burbuja inmobiliaria dolía mucho. 

Esa escena de Adelson en un erial en Alcorcón tan similar al clásico constructor español que se ha hecho de oro levantando pisos en cualquier sitio. Esas magníficas construcciones siempre en plano, con una financiación que no se sabía muy bien de dónde iba a venir, pero que servía para vender un ilusorio futuro de prosperidad y empleo. Ese descarado e impresentable trato de favor que ha tenido el señor Adelson todos estos meses en la administración, que ya quisieran para sí las pymes que sostienen este país y padecen mil y una trabas burocráticas. Ese viaje de altos representantes de los gobiernos madrileño y catalán a Estados Unidos para convencer al magnate de los casinos que su capital era la mejor ubicación para su proyecto, poniéndose a sus pies. Por cierto, ¿hacemos apuestas de cuándo se concretará el fiasco de Barcelona World, ese megaproyecto que se sacaron de la manga un par de días después de anunciar Adelson que Eurovegas venía para Madrid?

En su último libro, un excepcional ensayo que no dejo de recomendar, Todo lo que era sólido, Antonio Muñoz Molina reflexiona sobre la tendencia natural de España por los megaproyectos. Exposiciones universales, juegos olímpicos, grandiosas líneas de AVE, aeropuertos sin aviones. Todo en tamaño XXL. Todo a lo grande. Eurovegas, por ejemplo, ha acaparado muchos más titulares que un inexistente debate sobre el urgentemente necesario cambio de modelo productivo en España. Pero claro. Lo uno es algo que se puede vender a los electores, aunque luego se derrumbe, mientras que lo otro es una labor ardua, una tarea compleja y a largo plazo que no resulta tan fotogénico ni tan apabullante en apariencia como esas grandes construcciones. Los eventos que pasan y se van, que no dejan nada a la economía, gustan mucho por esta zona. Los gobernantes los emplean como herramienta propagandística y, de paso, se evitan un trabajo serio y constante, del día a día, ese que tan denostado está y que tan vital es para la buena marcha sólida y sostenible de un país. La sociedad, por su parte, compra con enorme facilidad los castillos en el aire que construyen los gobernantes. 

Sin Eurovegas, seguimos en las mismas. Nada hemos perdido, porque nada tuvimos. Seguimos ante la ocasión de apostar por proyectos a largo plazo, por un cambio de modelo. ¿Que se tardarán muchos años? ¿Que no hay una relación causa efecto entre la existencia de casinos y la no existencia de empresas que inviertan en I+D? De acuerdo. Pero la determinación tan absoluta, hasta esta última ronda de peticiones, al señor Adelson por parte de los gobernantes no se ha visto jamás con compañías de Innovación y Desarrollo, ni con científicos, ni con la educación... Uno elige sus prioridades. El pelotazo parece la opción predilecta de nuestros gobernantes. A ver qué nueva milonga se inventan ahora.

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