Muere el sabio José Luis Sampedro


"Líbreme Dios de las alabanzas", decía mi abuela, sabedora de que los elogios siempre llegan a toda clase de personas y generalmente con bastante exageración cuando su vida termina. La muerte, eso que nos iguala a todos, a veces provoca alabanzas algo desmesuradas a personas que no lo merecen. No es el caso de José Luis Sampedro. Más bien, al contrario. Creo que en esta hora de la despedida del sabio Sampedro, fallecido a los 96 años de edad, cualquier elogio quedará pequeño, no hará justicia con el ejemplo de compromiso, lucidez, espíritu crítico, honradez y coherencia de este maestro.

 A los más jóvenes nos fascinaba como sólo fascinan quienes han vivido ya mucho, quienes tienen dibujada la experiencia en su cara, aquellos cuya mirada refleja cientos y cientos de historias. En fin, mirábamos a Sampedro con esa curiosidad y atención con la que siempre hay que mirar a nuestros mayores, poseedores de una sabiduría a la que tan sólo aspiramos a rozar de soslayo en algún momento de nuestras vidas. Sampedro nos fascinaba como ese anciano admirable que, con total sencillez, no paraba de darnos lecciones imborrables. Fue mucho más que eso, por supuesto. Destacado economista, novelista notable y, sobre todo, excepcional humanista. Pero en los últimos años de su vida, la sabiduría que desprendían sus palabras y sus hechos, la vitalidad que tenía y que muchos ya quisiéramos para nosotros con mucha menos edad que la suya, le llevó a ser un referente intelectual para muchos jóvenes descontentos con este mundo en el que nos ha tocado vivir y que, como siempre repetía Sampedro, tiene al dinero como su dios.

Ha muerto como vivió, sin estridencias, huyendo del protagonismo. Ayer conocimos la noticia, cuando ya había sido incinerado. "Que mi muerte no se convierta en un sarao", cuentan sus allegados que pidió. Murió en paz a sus 96 años y nos dejó un legado soberbio por el que nunca le estaremos suficientemente agradecidos. Será recordado como autor de novelas como Octubre, octubre; La sonrisa etrusca, Real Sitio o Cuarteto para un solista (junto a Olga Lucas) y de obras económicas como Realidad económica y análisis estructural, El mercado y la globalización o Economía humanista. Algo más que cifras. Lo bueno de los genios, de los grandes maestros como él, es que nunca mueren del todo. Ahí estarán sus escritos y ese ejemplo vital del que todos deberíamos tomar nota y que a tantos nos fascinó. 

Ese aspecto frágil y vulnerable de su ancianidad desaparecía en cuanto abría la boca y nos deslumbrada con sus palabras, con su deliciosa lucidez. "Se habla mucho del derecho a la vida, pero no de lo importante que es el deber de vivirla". "Hay dos clases de economistas: los que quieren hacer más ricos a los ricos y los que queremos hacer menos pobres a los pobres". "El mercado no es la libertad: vaya usted al mercado sin dinero a ver la libertad que tiene". "Sin libertad de pensamiento, la libertad de expresión no sirve de nada". "En abril de 1939 comprendí que no habían ganado los míos. Ni los unos ni los otros eran los míos". "Lo que más me ha impresionado de este siglo XX que finaliza es la estupidez y brutalidad humanas". Podría llenar infinitas líneas de la entrada con frases como ésta. 

Sampedro fue un referente del 15-M, sí. Él dio luz a estos jóvenes razonablemente indignados y deseosos de cambiar un sistema que no funciona. En este sentido, fue maravilloso que las nuevas generaciones escucharan al maestro todas esas lecciones de vida de un hombre que había pasado los 90 años pero hacía gala de una lucidez y una inteligencia poco comunes. Desde la convicción de que mentes tan abiertas y brillantes como la del sabio José Luis Sampedro son casi un cisne negro, algo muy poco frecuente, la admiración próxima a la veneración que despertaba entre los jóvenes era lógica. Él fue una demostración de que se puede ser joven con 96 años, de que el adjetivo crítico es uno de los más nobles que uno puede llevar asociado, de que siempre hay que tener la mente abierta.

En resumen, José Luis Sampedro era de esas personas excepcionales que nos reconcilian con el género humano. Vemos esa brutalidad que tanto denunciaba Sampedro, ese mundo que no nos gusta, esa civilización que toca a su fin, ese capitalismo salvaje y desmedido. Y nos deprimimos claro. Pero luego, de repente, escuchábamos al maestro. Nos deslumbraba su luz. Y entendíamos que no todo estaba perdido. Que valía la pena seguir intentándolo. Que el mundo nos da muchas miserias y motivos de preocupación, pero también nos regala el placer de escuchar o leer a sabios como Sampedro. 

La casualidad ha querido que conozcamos la muerte de Sampedro un día después de la de Margaret Thatcher, referente del neoliberalismo que tanto criticó este economista, escritor y humanista español. Dos maneras distintas de entender el mundo, dos visiones antagónicas de la vida, totalmente opuestas.  

Echaremos mucho de menos a José Luis Sampedro. Pero no olvidemos que nos quedan sus obras, su ejemplo vital, sus lecciones en cada intervención en los medios, la luz que desprendía y no se apaga por esa fatalidad inevitable que es la muerte. Veamos esta entrevista al señor Sampedro en Canal + con Iñaki Gabilondo, por ejemplo. Y tomemos nota. No dejemos de hacerlo. Porque el mundo puede cambiar, ¿por qué no? Y porque es impagable escuchar a un hombre de más de 90 años animando a disfrutar de la vida, dando un ejemplo de lucidez y espíritu crítico. No conformarse, seguir comprometido, tener la valentía y la inteligencia de replanteárselo todo. Una última perla suya. "Uno no sabe nada hasta el final. Y al final tampoco". Hasta siempre, maestro. Jamás le olvidaremos. 

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