Rajoy y el déficit

Mariano Rajoy es poco amigo de la prensa. El presidente busca limitar sus comparecencias ante los medios de lo comunicación a lo estrictamente necesario, y ni eso a veces. Ayer concedió su primera entrevista en televisión desde que llegó a La Moncloa. Acudió a la nueva Televisión Española, en la corporación ha cambiado totalmente la dirección con el cambio de gobierno, donde fue entrevistado por María Casado y cinco periodistas de distintos periódicos nacionales. Fue vista por 3.258.000 personas, un 20,6% de share. Aunque es la entrevista televisiva más vista de Rajoy, a mí me parece poca audiencia teniendo en cuenta la importancia del momento. Uno se imagina casi a los ciudadanos de un país en una situación como la que vive España pegados a la televisión para ver la entrevista a su presidente. En honor a la verdad, vista la entrevista los que no encendieron la tele y pusieron La 1 anoche en esa franja horaria tampoco se perdieron gran cosa.
 
El presidente insistió de forma machacona en la misma idea, casi diríamos única idea, que está guiando su acción política desde que llegó al gobierno: reducir el déficit. Supongo que alguien habrá echado la cuenta del número de veces que en la entrevista pronunció Rajoy esta palabra. Con esa idea tan de cajón de que no podemos gastar lo que no tenemos y de que el año pasado España gastó 90.000 euros más de los que ingreso, el presidente lo justifica todo y supedita todo al cumplimiento del objetivo de déficit para los próximos años. Se le ve ciertamente obsesionado. Nada que objetar al argumento de que la credibilidad de España cae por los suelos cuando se sobrepasa de forma desorbitada el compromiso de déficit como sucedió en 2011. Es muy sensato lo que defiende el presidente, pero hasta un punto y con matices. Fundamentalmente uno: el déficit, como bien sabemos, es la diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta. El gobierno está poniendo el acento en la reducción del gasto, pero está descuidando la parte de los ingresos. Subir impuestos detendrá a la economía y dañará al consumo, no aumentará ingresos de forma milagrosa porque no se seguirá gastando como si nada.
 
España lleva mucho tiempo gastando más de lo que ingresa, dijo ayer el presidente. Rajoy puso el ejemplo de un trabajador que cobre 1.000 euros mensuales y gaste 1.500 cada mes. ¿Cuánto cree que se puede sostener esta situación? Muy cierto, pero no olvidemos que España tuvo el mayor superávit de su historia en 2007 (de más de 23.000 millones de euros). Y que encadenó tres años de superávit anteriores a ese año: de un 1,1% del PIB en 2005, de un 1,86% en 2006 y de un 2,23% del PIB en 207. Los tres años anteriores a la explosión de la crisis en 2008. ¿Qué quiero decir con esto? Que la contención del gasto es importante y necesaria allá donde se pueda meter la tijera sin afectar a servicios esenciales y derechos sociales, pero que la clave está en el crecimiento, donde nos hemos hundido estos últimos años.
 
Se habla mucho actualmente de lo insostenible que es el Estado de bienestar o el modelo de Sanidad que hemos venido manteniendo en España estos últimos años. Eso es falso. El gasto en materias sociales en 2007 fue mayor que el de este año y el anterior, y cuadraron las cuentas. Vaya si cuadraron. Sí, gracias en gran medida a la ficción de la burbuja inmobiliria, de acuerdo. Pero a la hora de controlar el déficit hay que mirar a dos lados, gastos e ingresos, y no sólo a uno de ellos. Hacer más y más recortar, meter el hacha en todas partes y de forma desaforada no servirá para reducir el déficit. Contener el gasto, insisto, es algo necesario allá donde pueda hacerse y se esté despilfarrando o se se pueda lograr una gestión más eficiente de los recursos, pero hay que atender a los ingresos. Y esos llegan, como también dijo ayer el presidente, fundamentalmente generando empleo. Por eso se echan en falta políticas que ayuden a crear puestos de trabajo y a estimular la economía en la medida de lo posible. En lugar de eso, ponemos todo el énfasis en recortar de todas las partidas. Y así nos va en España y en Europa, porque esta teoría radical de controlar el déficit antes que cualquier otra cosa en el mundo viene de la UE (por no decir de Alemania, que Merkel va a empezar a pensar que le tenemos manía).
 
Una palabra que salió de la boca de Rajoy, y eso sí es noticia, fue "rescate". Habló de él en los mismos términos que la vicepresidenta el pasado viernes tras el Consejo de Ministros, explicando que deben estudiar muy bien y de forma detenida (¿como poco hasta más allá del 21 de octubre?) si acuden o no a la ayuda europea, porque es una decisión muy importante que afecta a todos los españoles. Es un paso del gobierno, una señal que invita a pensar, como ya pensábamos la semana pasada, que van a pedir el rescate. No hubiera estado de más recordarle al presidente que hasta hace bien poco la palabra rescate era tabú y que siempre se negaba de forma taxativa desde el gobierno que se fuera a pedir ayuda. Hasta que un día, de pronto, se empezó a decir que se estudiarán todas las opciones.
 
Hay informaciones que apuntan a que el ejecutivo se lo está pensando seriamente y que señalan que podría intentar tirar solo y aguantar sin solicitar ayuda. No sé si será posible. Sólo espero que si esto ocurre de verdad los argumentos que lleven al gobierno a pensar que podríamos salir adelante sin pedir ayuda a Europa sean más sólidos que la frágil ilusión óptica de la rebaja de la prima de riesgo por el anuncio el BCE. Ya, el BCE anunció que pone en marcha un programa de compra de bono a cambio de pedir el rescate que sentó muy bien en los mercados. Pero es absurdo e ingenuo pensar que si pasa el tiempo y los países señalados no acuden a la ayuda la situación va a mejorar por arte de magia y se va a rebajar la presión por el mero hecho de que exista esa posibilidad, aunque no se aplique. Más sensato parece pensar que esta reacción de los mercados se debe a que dan por descontado que España pedirá el rescate y que, si se prolonga esta situación, la prima, el coste de nuestra financación, volverá a subir. Es algo bastante elemental, o tal parece.
 
Rajoy, como digo, habló del rescate con todas las letras para decir que estudiará qué hacer. También afirmó que no aceptará que desde fuera nadie le imponga las materias en las que tiene que recortar. Se le preguntó directamente por las pensiones, el acceso a la prestación por desempleo y la situación de los funcionarios y sólo respondió con claridad a una de estas cuestiones. Dijo que no tocará las pensiones. El tiempo dirá, porque con este gobierno dejar pasar el tiempo para que dé o quite razones se ha mostrado mucho más útil que confiar en la palabra dada. De eso también habló Rajoy para reconocer que había hecho muchas cosas que no prometió o que prometió no hacer y que le desagradan, pero que le obliga a hacer la realidad y el desfase de déficit que ocultó el gobierno anterior.
 
En resumen, el presidente llevó el discurso bien preparado. No era muy difícil, porque es el mismo que viene repitiendo en los últimos meses. La situación es la que es y obliga a tomar situaciones dolorosas, los españoles deben entender que estos sacrificios nos servirán para salir adelante y generar empleo y esta situación es transitoria. "Controlar el déficit es más importante que el rescat"e, dijo en algún momento liándolo todo, porque no se puede gastar más de lo que se tiene. A partir de ahí, en cuanto se le intentó sacar del discurso preconcebido para que se mojara (lo poco que permitió el rígido y desacertado formato de la entrevista) el presidente se fue por las ramas, que en eso hay auténticos especialistas entre la clase política española y él está entre ellos. Despachó los asuntos con generalidades y sin mojarse en ningún momento.
 
No sacamos muchas cosas en claro, la verdad sea dicha, de la entrevista de ayer. Seguimos en las mismas, pero siempre es de agradecer que el presidente del gobierno acceda a ser entrevistado y, aunque no aclare gran cosa, se muestre ante los españoles para explicar el porqué de lo que está haciendo y qué nos depará el futuro. En lo primero se mostró convencido de estar haciendo lo correcto (defendió su reforma laboral, como no podía ser de otro modo) y en lo segundo no se tiró a la piscina y pidió prudencia y tiempo. Los titulares que dejó la entrevista se cuentan con los dedos de una mano (y sobran), pero siempre es buena noticia que Rajoy dé la cara pese a la alergia que parecen provocarle los periodistas.

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