Garzón, condenado a 11 años de inhabilitación

El Tribunal Supremo condenó ayer al juez Baltasar Garzón a 11 años de inhabilitación por un delito de prevaricación al ordenador grabar las conversaciones de los acusados de la trama Gürtel con sus abogados en prisión. Las reacciones a la sentencia, en uno y otro sentido, no se hicieron esperar. Unos olvidan que Garzón ha hecho un trabaja excepcional para España durante muchos años con la misma facilidad con la que otros obvian que pinchar esas conversaciones es algo que puede vulnerar el derecho de defensa de los acusados. Como escribí hace un par de semanas en relación a este juicio, todo lo que está pasando es muy español. Puede que sólo en España se pueda condenar de este modo a un juez que en el resto del mundo se admira profundamente, y también es posible que eso de defender posiciones radicales y extremas sin concesiones a los argumentos que no nos dan la razón sea algo muy nuestro. En todo caso, quienes querían retirar a Garzón de la circulación lo han logrado con este sentencia y el panorama judicial del juez no está despejado todavía, porque falta por conocerse la sentencia del caso de los crímenes del franquismo y otra sobre la financión de los cursos que organizó en Nueva York.

El juez emitió ayer un comunicado público en el que rechaza frontalmente la sentencia. Garzón considera que "la sentencia no se ajusta a derecho" y que se le "condena de forma injusta y predeterminada". También dice que la sentencia no demuestra el daño causado al derecho a la defensa de los acusados y considera que abre "espacios de impunidad y contribuye, en el afán de acabar con un concreto juez, a laminar la independencia de los jueces en España". En ese comunicado Garzón afirma que él siempre ha cumplido con rigor las normas en el ejercicio de su trabajo y expresa una vez más su descontento con el desarrollo del proceso judicial contra él. Las reacciones políticas han sido múltiples, pero la que más importa, de largo, es la del propio juez. Él cree que la sentencia es injusta y también recuerda, y eso nadie se lo podrá negar, que ha luchado contra el terrorismo, el narcotráfico, los crímenes contra la humanidad y la corrupción. Así es. Creo que los que defienden la sentencia podrían tener al menos la decencia de reconocer que se está condenando a una persona que ha trabajado mucho y muy bien por la justicia en este país.

Creo, como ya escribí otras veces, que quienes se alegran de la condena a Garzón deben saber que comparten alegría con terroristas, narcotraficantes y corruptos. Por lo visto estas últimas horas en prensa, está claro que hay mucha gente en España que odia y desprecia a Garzón, pero no creo que más que los delincuentes a los que el juez combatió ejemplarmente durante tantos años. Y ahí también deberíamos poner el acento, también deberíamos contar con ese elemento de análisis. No soy un experto en derecho, es más, soy justo lo contrario, pero tal vez no deberíamos limitar este juicio a una cuestión procedimental. Luego iré con ello, pero lo que está fuera de toda duda y entendemos todos, no solo los juristas, es que estamos asistiendo al final como juez de alguien que se ha jugado la vida una y mil veces, que ha combatido a ETA como pocos y que ha llevado a cabo procesos judiciales formidables. Todos debemos agradecerle su servicio a la justicia en este país. Puede admitir que se equivocara en la decisión de intervenir las conversaciones de los acusados de la Gürtel, pero eso de echar mierda sobre alguien que ha hecho tanto por este país me parece indigno.

Ya que estamos incidiendo mucho en que Garzón atropelló el derecho de defensa de los acusados en la trama de corrupción Gürtel, ya que queremos reducir esta sentencia a una cuestión de procedimientos, estaría bien que pusiéramos las cosas en su sitio. Los acusados de la Gürtel no son unos santos varones que, inocentes ellos, iban a rezar el rosario con sus abogados. No nos engañemos. Estamos defendiendo que pudieran planear con ellos cómo esconder sus presuntos delitos, cómo engañar al juez y cómo disfrazarse de inocentes. Están en su derecho, pero no cambiemos los papeles ni olvidemos quién está acusado de qué. Puestos a llamar a las cosas por su nombre, cuando defendemos que Garzón ha vulnerado el derecho a la defensa lo que estamos diciendo es que los acusados iban a contarle a sus abogados todos los delitos cometidos para luego ver cómo pueden salir de esta. No dudo de que ese derecho existe y que lo tienen los acusados, pero centremos el debate, por favor. Y, sin saber mucho de derecho ni de leyes, no me parece descabellado lo defendido por Garzón en su comunicado públicode ayer. ¿No estaremos abriendo espacios de impunidad? Si un juez cree que existen razones para intervenir las conversaciones puede hacerlo, está en la ley.

Los once años de inhabilitación me parecen una sanción desproporcionada. La justicia en España, no sé si con razón o sin ella, está viviendo un proceso de creciente desprestigio. Algunas últimas sentencias difíciles de entender en la que presuntos implicados en un asesinato se van de rositas, al igual que presuntos corruptos, mientras que un juez es duramente castigado no ayudan a reforzar la imagen de la justicia. Está en horas bajas y me precupa. Siempre he defendido que a la justicia hay que respetarla siempre, no sólo cuando nos dé la razón y nos guste lo que decida. Por eso me siento tan lejos de los los que se alegran de la condena a Garzón como de los que dicen que el Supremo es un tribunal fascista y esas memeces. Me encantaría que los que creen que Garzón debe ser castigado y actuó mal defendieran su tesis con argumentos más claros en los que no se percibiera tan claramente su animadversión personal contra el juez. Y a los que defienden a Garzón me gustaría pedirles que no desacreditaran de un modo tan burdo y atroz la justicia española. No hace falta, en ninguno de los dos frentes, insultar a nadie. Razonemos.

A mí me apena profundamente la sentencia. Creo que es una muy mala noticia para la justicia en España. Tanto los que han criticado al juez como los que le han defendido echando mierda sobre el Supremo podrían haber actuado de un modo más racional. Algunos han aprovechado para atizar a Garzón y soltar todo lo que tenían guardado contra él, mientras que otros quieren ver una conspiración terrible y una persecución contra él. Desde luego, los que hoy se permiten decir en prensa que Garzón es un juez indigno y que los españoles podremos respirar tranquilos porque ya no correremos el riesgo de que nos juzgue alguien que vulnere nuestros derechos, se han pasado tres pueblos. A mí me da pena que la brillante carrera de Garzón acabe así. Creo que los muchos terroristas, nacrotraficantes o corruptos a los que Garzón juzgo están hoy de enhorabuena, y me apena que mucha gente se una a ellos, tal vez sin saberlo, en ese jolgorío por haberse quitado de en medio a su demonio particular.

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