El levantamiento del 2 de mayo

El pueblo de Madrid, huérfano de rey, abandonado a su suerte y con su monarquía camelada o en proceso de cautivación por Napoleón Bonaparte, se rebeló contra el invasor francés aquel glorioso 2 de mayo de 1808. Antes se había producido el Motín de Aranjuez, antes todavía (en 1807) el indencente Tratado de Fontaneibleu, eso se contará en otros artículos. El 17 de marzo fue el Motín de Aranjuez en la preciosa villa madrileña. Fernando VII era el nuevo rey de España en sustitución, léase puñalada trapera, de su padre Carlos IV. El 23 de marzo Madrid fue ocupada por las tropas del general Murat. Un día después llegaría un triunfal Fernado VII, poco le duraría el triunfalismo y el reinado. El poder quedó en manos de Murat, que ninguneaba a la Junta de Gobierno presidida por el nuevo monarca. El general francés solicitó, en nombre de Fernado VII, el traslado a Bayona de reina de Etruria (hija de Carlos IV) y del infante Francisco de Paula.
El 2 de mayo dos coches salieron del Palacio Real. Los soldados franceses sacaban de allí a la reina de Etruria y al infante. Cuando la multitud se dio cuenta de que se llevaban a don Francisco de Paula, y al grito de "que nos lo llevan", el gentío entró en el Palacio. Un cerrajero, Blas Molina fue al parecer el desencadenante de esta rebelión al decir: "Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!". Había dado lugar sin saberlo a uno de los acontecimientos más importantes y decisivos de la Historia de España.
Murat mandó a sus tropas a la puertas de Palacio y allí ordenó dispararcontra la multitud. A la rabia de ver como el invasor se iba apoderando de todo en su país y en su capital, se unió el deseo de vengar a sus muertos, nuestros héroes. Comenzó una lucha desigual: un pueblo dolido y casi sin armas, contra el mejor ejército del mundo en aquella época. Los invasores extremaron la dureza contra los rebeldes. La mayoría de los militares españoles siguieron las órdenes de Francisco Javier Negrete, es decir, permanecieron impasibles ante la invasión. Pero dos militares, don Luis Daoíz y Torres y don Pedro Velarde Santillán, se unieron a la insurreción. Se hicieron fuertes en el Parque de Artillería de Monteleón, donde tras una primera resistencia feroz, murieron como héroes defendiendo la nación española. Pero hubo más personas heróicas aquel día.
Una de ellas es Manuela Malasaña, una bordadora que murió luchando contra los franceses aquel 2 de mayo. Se unió a la defensa del Parque de Monteleón Fue hecha prisionera y la ejecutaron por tener un arma en su poder: unas simples tijeras. Una de las grandes heroínas españolas de todos los tiempos, la víctima número 74 en la relación de fallecidos que se conserva en los archivos militares y municipales de Madrid. Clara del Rey fue otra mujer que salió en defensa de la libertad y falleció aquel día en Madrid, en un Madrid que debe gran parte de lo que es y significa, de lo que siempre será y significará a todos los héroes de aquel día, los pocosque son conocidos, y los muchos anónimos. Como Manuela Malasaña, Clara del Rey fue enterrada en el Hospital de la Buena Dicha. Murió alcanzada por la metralla de una bala de cañón, y en el archivo municipal se dice de ella que deja "dos hijos solteros", de lo que se deduce que su esposo y uno de sus hijos fallecieron también en la defensa del Parque de Monteleón.
Las muertes no quedaron ahí, Murat mandó ejecutar a todos los que hubieran participado en el levantamiento. Se declaró ilícita cualquier reunión pública y se pidió la entrega de todas las armas. Otro personaje siniestro, el general Grouchy, se puso al frente de la Comisión Militar de la represión. Murat creía que iba a acallar a los madrileños, no sabía de lo que los ciudadanos de la capital siempre han sido capaces. De la capital y de muchos otros lugares de España y de Madrid. Uno de ellos Móstoles, donde el mismo 2 de mayo por la tarde los dos alcaldes del pueblo firmaron un bando en el que se llamaba a luchar contra el invasor y acudir en socorro de la capital. No fue el levantamiento de una nación, lo fue de un pueblo, un puebo traicionado por muchos, olvidado por casi todos, huérfano de rey. Un pueblo que luchó valientemente y dejando su vida por la libertad.

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