Siete años después del histórico 8M que lo cambió todo, aquel día en el que las mujeres pararon y las marchas feministas fueron masivas, hoy toca reflexionar sobre lo pasado en este tiempo y, especialmente, sobre lo que está por venir. Porque el 8M de este año llega ante una oleada retrógrada, ante un rearme peligroso del machismo. Y llega también, un año más, tristemente, con el movimiento feminista dividido, con dos marchas en la mayoría de las ciudades.
El auge retrógrado, con el crecimiento de discursos de extrema derecha y con gobernantes abiertamente machistas como Trump, Milei y compañía, es sin duda la mayor amenaza al feminismo, es decir, a la igualdad real entre hombres y mujeres. Porque, visto lo visto, no está de más recordarlo: el feminismo no es lo mismo que el machismo, pero al revés; no es irse al extremo contrario, porque no es ningún extremo, es la elemental defensa de que todos los seres humanos deben tener los mismos derechos y libertades.
Como siempre, el 8M se puede poner el foco en muchos aspectos, que son todas las razones de peso por las que sigue siendo necesario celebrar y reivindicar este día: la brecha salarial de género que sigue existiendo, la violencia machista contra las mujeres por el simple mero de serlo, la discriminación de las mujeres que son tratadas como ciudadanas de segunda clase en muchos países, la imperiosa necesidad de entender el consentimiento, el énfasis que debe ponerse en la educación, la escasa presencia femenina en ciertos ámbitos de decisión, el desprecio que aún sigue existiendo en determinadas partes de la sociedad ante todo lo que se considera femenino, las insoportables violaciones de mujeres como armas de guerra en el Congo, el sufrimiento de las mujeres palestinas ante la violencia israelí, las mujeres explotadas sexualmente en todo el mundo, el galopante avance del negacionismo del patriarcado, la resistencia de tantos hombres a aceptar que sigue existiendo machismo en la sociedad, el incomprensible desprecio a las mujeres trans por parte de algunas feministas que no entienden que comparten enemigo…
De todos los ángulos posibles, uno de los más inquietantes es sin duda el surgimiento y el éxito de discursos abiertamente machistas y retrógrados que están triunfando entre un público masculino joven. Son vídeos de TikTok, podcasts y demás contenido digital que les dicen a los jóvenes que están siendo discriminados, que no hay nada malo en ensalzar su masculinidad con los tics más rancios y antiguos. Son mensajes peligrosos que están calando entre los jóvenes. Todas las encuestas indican que es inquietante el porcentaje de hombres y chavales jóvenes que consideran que leo feminismo ha llegado demasiado lejos. No es sólo un problema de los jóvenes ni es justo señalar sólo hacia ellos, cuando es evidente que el patriarcado está más que asentado también en otras generaciones, pero es preocupante que los jóvenes que teóricamente han nacido en entornos más avanzados y abiertos a la igualdad se estén echando en brazos de discursos semejantes.
Cuando se analiza el porqué de este auge de las posiciones retrógradas entre los jóvenes se menciona, con razón, la precariedad laboral y la falta de perspectivas, por ejemplo, de encontrar un trabajo digno o una vivienda en la que empezar un proyecto vital. Y es cierto, las condiciones económicas precarias son convenientemente aprovechadas por quienes quieren agitar posiciones retrógradas, ofreciendo soluciones equivocadas a problemas reales. Igual que los racistas le quieren hacer creer a las personas humildes que la culpa de todos sus problemas es de los inmigrantes, que tienen aún menos que ellos, hay gente por ahí dispuesta a convencer a los jóvenes de que sus problemas responden al feminismo, porque supuestamente ahora se les está dando toda clase de privilegios a las mujeres. Es una patraña, es absolutamente falso, pero es un discurso que cala con peligrosa facilidad.
Hay chavales jóvenes que creen que el feminismo va contra ellos, cuando la defensa de derechos para la mitad de la población no puede jamás ser concebida un ataque contra la otra mitad, sino contra un esquema de pensamiento que ha discriminado sistemáticamente a las mujeres. Nadie está defendiendo que se discrimine o ataque a los hombres. Como bien nos recuerda el feminismo, atacar el patriarcado también lidera a los hombres de las imposiciones de rígidos roles de género. Es imperioso que los jóvenes lo entiendan y también que se combatan esos discursos que los hacen creer que el feminismo los insulta o los llama violadores, sencillamente porque no es así, por más que al patriarcados le interese siempre poner el foco en discursos altisonantes y sacados de contexto para generalizar y decir que todo el feminismo es hembrismo radical.
Hablar de cuidados no es atacar a nadie, como no lo es entender que hay constructos sociales que determinan lo que es masculino y lo que es femenino y que son opresivos para todos. Llamar a reflexionar sobre cómo conseguir una sociedad más igualitaria no puede ser percibido como una amenaza por parte de los chavales jóvenes, porque una sociedad mejor lo será para todos, también para ellos. Esto no es un juego de suma cero. Hay quien cree que si las mujeres ganan derechos, los perderán los hombres. Es absolutamente disparatado.
Sin duda, el feminismo es un movimiento liberador y libera a las mujeres, por supuesto, pero también a los hombres. Una sociedad libre e igualitaria de verdad es una sociedad mejor para todas y todos, y es algo que los jóvenes también deben entender y abrazar. Muchos, diría que la mayoría, lo hacen, sin duda, pero quizá el aspecto más inquietante de la oleada retrógrada es su capacidad de atraer a chavales jóvenes que encuentran en las redes mensajes más y más machistas en las redes sociales que consumen con fruición. Cómo podemos contrarrestar esas falsedades y ese discurso del odio es quizá el mayor reto del feminismo, el movimiento más inspirador de los últimos tiempos. Nos va el futuro en ello. Feliz y combativo 8M.
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