La sustancia


Provocadora, excesiva, delirante, grotesca… Cada adjetivo empleado para describir La sustancia hace más apetecible que el anterior la película de Coralie Fargear, que se me escapó en las salas y que hace unas semanas llegó a Filmin y a Movistar+. Por fin he podido verla y suscribo todos esos calificativos, que suelen ser sinónimos de buen cine. Es, en efecto, una película extraña a más no poder, radical, loquísima. Una película que toma riesgos, empezando por el de ahuyentar a cierto sector del público, porque incomoda y desagrada en no pocas escenas. Bienvenidas siempre películas así. 

Una inconmensurable Demi Moore da vida a una famosa que llegó a ganar un Oscar, pero cuya fama anda en horas bajas y que vive de presentar un programa televisivo de gimnasia. Sus jefes la quieren jubilar porque es demasiado mayor (aunque ellos tengan más edad y se cuiden bastante menos que ella, en realidad) y buscan a alguien más joven para reemplazarla. En ese momento, por casualidad, la protagonista conoce una extraña sustancia que le permitiría crear una versión más joven de ella misma, Sue, a quien interpreta, también de forma impecable Margaret Qualley.

La película, que no cuenta, ni lo pretende, con la sutileza entre sus virtudes y que está repleta de referencias y guiños más o menos veladas a clásicos del género de terror, es una contundente, arrebatadora y delirante sátira sobre el machismo imperante en nuestra sociedad, la cosificación del cuerpo femenino y la obsesión por el físico de nuestros días. El mensaje no puede más contundente ni más certero. 

La película cuenta con dos vertientes: la de puro horror (body horror, concretamente) y la de sátira social sobre el patriarcado y la irreal e injusta exigencia de la eterna juventud a las mujeres, con el consiguiente desprecio a la madurez. Esa vertiente de horror, de puro género de terror corporal, que además va ganando peso en la película, lo confieso, se me hace un poco bola. Sencillamente, no es para mí. Sobre todo, las escenas más sangrientas y excesivas. Eso sí, le reconozco su mérito, están extraordinariamente bien rodadas y seguro que harán las delicias de los fans del género. Su in crescendo final es imponente. 

Además, reconozco que en este caso el horror es el arma del que se sirve el filme para lanzar su potente mensaje y, en realidad, las películas de género siempre hablan en cierta forma de la sociedad actual, reflexionan sobre el mundo en el que son creadas, sólo que inventando nuevas realidades. Las escenas más sangrientas y grotescas de la película no son otra cosa que un modo brusco, visceral y excesivo de reforzar la denuncia de la película. Por supuesto, por encima de cualquier otra cosa, La sustancia dispara contra el patriarcado y la cosificación del cuerpo de la mujer, pero también contra la obsesión por la fama de su protagonista y la búsqueda constante de la validación del público, que también puede tener una lectura aplicada a la desesperada búsqueda del “me gusta” y de los cinco minutos de fama digital en las redes sociales. En definitiva, una crítica contundente a la superficialidad y a la impostura de nuestra sociedad. 

La película, que desde luego no es para todos los públicos y que tiene escenas deliberadamente desagradables, es de las que generan conversación y no dejan indiferente. Es decir, de las buenas, de las necesarias. Creo que quizá su punto más débil es que la mayoría de los personajes están caricaturizados hasta el extremo, en especial, los masculinos, lo cual creo que no juega a su favor, porque no le habría restado fuerza al mensaje de la película que apareciera en ella algún hombre que no fuera un baboso, machista recalcitrante y mononeuronal. Lógicamente, por definición, los matices no encajan con una apuesta tan decidida por lo grotesco. Las caricaturas no buscan mostrar la realidad tal cual es, sino deformarla allí donde se quiere poner el foco. La radical apuesta de esta película nos recuerda también con la portentosa interpretación de Demi Moore lo absurda que es la obsesión por la eterna juventud, pues nadie luce, ni por asomo, de un modo más atractivo que ella en toda la película. Qué mejor ejemplo que la propia protagonista del filme, sencillamente impresionante, para reforzar su mensaje y su denuncia. 

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