Normal People


Lo primero que me gusta de Normal People, la serie basada en la novela homónima de Sally Rooney que ahora puede verse en Movistar Plus es su título. Porque es más complejo y ambiguo de lo que parece, exactamente igual que sucede con la propia historia contada. Por un lado, efectivamente, apela a lo que tiene de cotidiana la historia, a que es normal y corriente, sólo un chico y una chica que se enamoran y su relación a lo largo del tiempo. Pero no es exactamente sólo eso, ni mucho menos, porque la normalidad no existe, porque cada persona y cada historia es un mundo, y porque, precisamente, a veces la presión por ser percibido como normal es demasiado dolorosa. 

Creo que definir a Normal People como una historia de amor es no valorarla ni entenderla del todo. No porque no lo sea, sino porque es más que eso. Es, de hecho, cualquier cosa menos una simple y, digámoslo, normal historia de amor. No es una comedia romántica, nada que ver, de hecho. No es una historia lineal ni tampoco una serie tontorrona y cursi (que, por otro lado, bienvenidas sean en según qué momentos). Es tan compleja, contradictoria, luminosa, dolorosa, tierna, triste, alegre e inquietante como cualquier historia real, como la vida misma. A veces decimos que algo que nos sucede en el día a día es de película cuando da muchas vueltas, parece casi imposible de creer o es demasiado bello o rocambolesco para ser real. Pues bien, hay películas, o series, en este caso, que se parecen a la vida, y Normal People es una de ellas. No hay artificio alguno. 

Si tuviéramos que definir la serie diríamos que es, sobre todo, una historia de personajes. Y ahí juegan un papel crucial sus dos intérpretes protagonistas. Lo que hacen Daisy Edgar Jones y Paul Mescal es estratosférico, de esos trabajos con tanta química entre ellos, tanta honestidad y tanta verdad que dejan huella. Están sencillamente perfectos. Parecen nacidos para estos personajes. Son ellos. No podían ser otros. 

La serie es la historia de Marianne y Connell. Ellos lo son todo en la serie. Ellos y su relación, intensa, apasionada, compleja, hipnótica. Ellos y sus vulnerabilidades, porque tal vez nada defina más a una persona que sus heridas y temores. Ellos y sus errores, también. Y sus malos entendidos y sus idas y venidas. Cuando los conocemos, Marianne es una joven solitaria a la que sus compañeros de instituto desprecian y catalogan de rara. Tampoco tiene un entorno familiar mucho más seguro o agradable. La madre de Connell trabaja como asistenta en casa de la madre de Marianne. Él es popular, aunque no es exactamente igual que sus compañeros. Le apasiona la lectura, se pasa la vida pegado a un libro. Los dos tienen una forma similar de ver el mundo y se entienden entre ellos como con nadie más. Son muy inteligentes, muy sensibles y muy inseguros. 

Lo más valioso de la serie es que podríamos decir que trata temas como la salud mental, el amor, las diferencias de clase, las huellas de la infancia y adolescencia en nuestra vida, las relaciones tóxicas, la necesidad de la aceptación y validación ajena, la familia, la amistad… Podríamos decirlo y no mentiríamos, pero sería incompleto y confuso. Porque hay series que se proponen hablar de este o aquel tema, en mayúsculas y de forma muy rimbombante y solemne, pero en la que los personajes parecen de cartón piedra, no transmiten verdad, porque son meros instrumentos para abordar aquellos temas. En Normal People sucede al revés y es prodigioso. El centro de la serie es contar la relación entre los dos protagonistas, mostrar lo que sienten, padecen, dudan y desean ellos dos. Y, a través de la honestidad con la que narra su historia, claro, aparecen todos esos temas importantes. Pero los personajes y su trama están siempre por encima de los temas que subyacen. Van saliendo, claro, temas de calado y abordados con complejidad y mucha sensibilidad, también con mucha crudeza. Pero la esencia siempre son los personajes. 

La verdad de los personajes es el motor de la serie, lo que la eleva a unas cotas de honestidad difícilmente alcanzables. Impactan su conexión impresionante (“esto no es así con otras personas”, se escucha varias veces a lo largo de la serie) y también el hecho de que ambos son para el otro un refugio, un lugar seguro, alguien con quien hablar y entenderse. No es una historia de corazoncitos y mariposas en el estómago. A veces da más bien puñetazos en el estómago, de hecho. Pero es muy real. No diría pesimista ni triste, sino realista. Porque no siempre quien te ama o a quien amas acierta o te hace bien. Porque no hay una única forma de amar o de mantener una relación. Porque querer a otra persona a veces también es aceptar que debes dejarla ir o que debes darle su espacio. Porque amar también es crecer, madurar juntos. 

La serie se toma su tiempo para contar la historia de ambos y su evolución, desde el instituto hasta la universidad. La realidad socioeconómica de ambos es totalmente distinta y eso también tiene su peso en la trama, en varias de las escenas más poderosas de la serie. Para mí lo más impactante es todo lo relacionado con la salud mental, la necesidad de contentar a los demás, el coste de ser diferente e ir por libre, la constatación de que somos animales sociales y necesitamos de nuestra tribu, de nuestras personas de confianza

Posiblemente lo que más une a Marianne y Connell, sin hacer ningún spoiler, es que los dos se sienten en cierta forma incomprendidos, aislados del mundo, algo perdidos y fuera de lo que se esperaría de ellos o de lo que se considera normal (de ahí lo acertado del título). Por eso también vuelven siempre, por eso son refugio, aunque también a veces los refugios sean tormentosos, aunque a veces también se sufra en ellos. La serie, ya digo, no es la clásica historia de amor, es durilla a ratos, pero también es hipnótica, y sobre todo es muy honesta, muy de verdad. A veces viéndola uno se pregunta por qué nos complicamos tanto, por qué la vida es, o nos la hacemos, tan complicada. La ficción, como esta serie o la novela en la que están basadas, ayuda a veces no a dar respuestas, pero sí a seguir reflexionando sobre ello. Hay una escena de la serie en la que Marianne le pregunta a Connell si habla con sus amigos de sus lecturas. Él responde que a ellos no les interesan realmente los libros. ¿No les interesa el mundo en el que viven?, pregunta entonces Marianne. Pues eso. Es una serie que atrapa y conmueve a todo aquel interesado en el mundo en el que vive, con la complejidad de los sentimientos y las relaciones humanas. 

Comentarios