La buena radio


Aunque la programación de la radio suele ser mucho más estable y menos efímera que la de la televisión, pegada siempre al último dato de audiencia, el final de la temporada de radio trae consigo este año algunos cambios significativos. Ayer se despidió de Las Mañanas de Radio Nacional Íñigo Alfonso, que ha dirigido el informativo en la emisora pública los últimos seis años. Lo sustituirá a partir de septiembre Josep Cuní

Echaré mucho de menos despertarme con Íñigo Alfonso y su equipo. La radio permite construir vínculos muchos más fuertes que cualquier otro medio. Un oyente siente una cercanía con los locutores mucho más íntima de lo que puede propiciar la televisión o la prensa. La radio es especial. Y para quienes encender la radio es un acto reflejo nada más despertarnos, con quién comenzamos el día es una decisión importante. Llegué demasiado tarde a las mañanas de RNE y lo lamento mucho, pero desde que me los descubrió un querido amante de la radio he podido disfrutar día tras día de una forma serena, bienhumorada y plural de contar las noticias, de un modo de estar en el mundo y contarlo a los oyentes que no abunda precisamente en el dial

Seguro que hay personas que prefieren empezar la mañana con largos editoriales, filípicas siempre en la misma dirección, programas cargados de opinión o informativos que les den la razón. Pero hay otra forma de hacer radio, buena radio. O la había. Y ha sido un placer poder conocerla estos últimos meses. Quiero empezar el día informado, no crispado. Conociendo todas las noticias relevantes, no los chascarrillos o la última disputa de politiqueo de baja estofa. Con noticias de España y del mundo, no sólo con el ruido partidista patrio. Y con espacio para la cultura, que no es en absoluto menos importante que la política, más bien todo lo contrario, y que en Las Mañanas de Radio Nacional siempre han tenido un lugar privilegiado con el equipo de Íñigo Alfonso. 

En la radio, como todo en la vida, porque la radio se parece a la vida como ningún otro medio, el tono es fundamental. Y el tono de Íñigo Alfonso y su equipo, tan infrecuente hoy en día, es sereno, abriga, reconforta. Con verdadero buen ambiente, sin esa impostada sensación de alarma constante en la que otros programas y otros locutores viven instalados. Sin palabras gruesas ni gritos. Con auténtica voluntad de escuchar todas las opiniones. La radio, como la vida, es también el respeto a la palabra. Y en el programa de Íñigo Alfonso y su equipo, la palabra estaba en el centro. Sin expresiones altisonantes, sin malos rollos, sin polarización ni broncas. Radio buena. Radio de calidad. Radio que amplía el foco y habla de cuestiones relevantes para la sociedad, alejándose deliberadamente del ruido político. No porque no contaran las noticia importantes de la política, sino porque saben entender que la vida y el mundo es mucho más que la última bronca insustancial o el último cruce de reproches entre este o aquel político. 

Se esgrime para justificar los cambios en la programación de Radio Nacional a partir de la próxima temporada los bajos datos de audiencia de la emisora pública. Más allá de la relevancia que la cadena pública deba darle o no a las cifras de audiencia, quizá no es mal momento para recordar que la audiencia no lo es todo. Y que en una emisora pública se deben tener en cuenta otros factores. Me da mucha rabia esa cierta condescendencia con la que se trata a Radio Nacional. Hay mucho interés político en ello, por supuesto. Puro sectarismo en ese ninguneo. Lo cierto es que la emisora pública cuenta con unos excelentes profesionales y tiene programas como estas mañanas de Íñigo Alfonso que ahora cambiarán de manos, el espléndido informativo cultural El Ojo Crítico o el estupendo La estación azul, que son extraordinarios y que ejercen la función que se espera de una radio pública. Hay mucha calidad en Radio Nacional, acompañen más o menos las audiencias, la maltraten más o menos los políticos. 

En el caso concreto de las mañanas, puede que la trinchera ideológica en la que andamos metidos provoque que sea utópica la existencia de un programa sereno y plural como éste. Y, sin embargo, claro, precisamente por eso es más necesario que nunca y se le echará más de menos a partir de septiembre. Es una verdadera pena. Porque no somos pocos los que creemos que sí hay espacio en la radio, y sobre todo en la radio pública, para programas así.

Todas esas personas que creemos en otra radio, en la buena radio, en la que nos informa sin polarizarnos y nos entretiene sin idiotizarnos, no sabemos cómo empezaremos el día a partir de septiembre. Pero sí sabemos cómo despedir la temporada de radio, dándole las gracias a Íñigo Alfonso y a su sensacional equipo (Meritxell Planella, Lalo Tovar y tantos otros) por tantas horas de buena radio. Muchas gracias por todo. Decía el otro día Olga Viza con motivo de la despedida de Carles Mesa de su programa de RNE que la buena gente hace buena radio. No conozco a Íñigo Alfonso ni a su equipo, pero es fácil intuir que, al menos en su caso, esa afirmación se cumple con creces. Porque parece buena gente, alguien humilde, muy profesional y con buen carácter. Ojalá le vaya bien allá donde continúe su carrera. 



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