¡Feliz Día del Libro!

 


Despierto un año más con unos nervios especiales. Por más años que pasen, nunca dejo de sentir este día a esta hora la alegría única que me provoca saber que de forma inminente podré vivir la fiesta de Sant Jordi en Barcelona, ésa que llevo un año esperando. En parte sé lo que me voy a encontrar en un rato (calles tomadas por los libros y las rosas, firmas de autores, caras felices, una celebración única…), pero en parte también desconozco lo que me espera, porque Sant Jordi es siempre imprevisible, cada año es diferente, para cada persona es especial y, como sucede con la literatura, lo mejor es dejarse sorprender


En Barcelona siempre me siento en casa, pero nunca más que el 23 de abril recorriendo sus calles entre libros y rosas, esos que llevan ya días asomando, pero que terminarán por adueñarse de todo hoy. Ya he disfrutado mucho de las vísperas. Ayer visité La Central de Mallorca, Finestres, Laie y Ona, cuarteto de lujo, donde se respiraba ese ambiente especial en las librerías que anticipan el gran día del año. También disfruté del BCN Film Fest, en el que precisamente vi una película basada en el cómic La casa, de Paco Roca, que reseñaré en unos días. 




Como siempre, hoy me he levantado muy pronto y contengo a duras penas las ganas de salir a la calle, porque sé que hasta las nueve no abrirán las paradas. Libreros y floristas deben de estar a punto de empezar a montarlas, eso sí. Me asomo a la ventana y consulto a la aplicación del tiempo en el móvil. Pese a la incertidumbre de los días previos, parece que el tiempo nos va a acompañar, al menos, por la mañana, después de las intensas tormentas de ayer


Ya queda menos, en nada me echaré a las calles. En un precioso relato de Lucia Berlin, la narradora, alter ego de la autora, explica lo que le contaron cuando entró de niña en una biblioteca: “si alguna vez hay algo que quieras saber, pregúntame y encontraremos la respuesta en un libro. Era una posibilidad maravillosa, y la creí a pies juntillas". Algo de eso se siente en Sant Jordi en Barcelona. Mirando alrededor, rodeados de libros hasta donde alcanza la vista y más allá, uno cree a pies juntillas esa maravillosa posibilidad de poder encontrar en las páginas de un libro la respuesta para todo aquello que desconoce, incluso para lo que no sepa aún que desconoce y andaba buscando. 


Sant Jordi transmite algo no del todo real, algo que se asienta en la verdad, sí, porque todo eso que vemos existe en realidad, porque paseamos por calles que están ahí todo el año, en el mismo sitio, pero en distinto lugar, diríamos, a la manera de Vetusta Morla, porque hay un aire de fantasía alrededor, como de realismo mágico.

 



Lo que despierta Sant Jordi es algo difícil de explicar con palabras, aunque se esté rodeado de ellas. Quizá no sea tan importante no poder explicarlo. En La parcela, la exquisita novela de Alejandro Simón Partal, el protagonista es un español que da clases en un colegio francés y en un pasaje de la obra explica que “dedicamos gran parte del tiempo a leer poemas en las lenguas que podíamos y a hablar del amor, esas cosas que se entienden mejor cuando no se comprenden del todo”. Todo lo que implica Sant Jordi, la fiesta del libro y la rosa, de la literatura y el amor, todo eso que empezará en un rato en las calles de Barcelona, también se entiende mejor cuando no se comprende del todo.

 

¿Cómo explicar lo que es Sant Jordi, lo que se siente cada 23 de abril en Barcelona? ¿Cómo contarlo con palabras para intentar que se entienda? Parafraseando el proverbio latino atribuido a Terencio, nada humano le es ajeno a la literatura y, por tanto, a Sant Jordi, la gran fiesta anual de la literatura en Barcelona. Nada le es ajeno a Sant Jordi, que es una enorme e inigualable celebración del amor y la literatura, es decir, de la vida, pero que es mucho más que una fiesta, porque acoge toda clase de debates, porque en este día, el más bello del año, se puede encontrar de todo, como sucede con los libros, no hay asunto que quede fuera. 


El Sant Jordi de este año, por ejemplo, ha servido de escaparate para las reivindicaciones del personal de las bibliotecas públicas, que hicieron huelga ayer, día 22, vísperas del gran Día del Libro, para pedir mejores condiciones laborales. No han faltado otras polémicas previas a la fiesta, como el malestar en algunos editores y libreros por la inclusión por primera vez del pago de tasas por el uso de las paradas en las calles (qué importante mantener una fiesta rentable y popular a la vez) o incluso la sorprendente noticia de que el 80% de las rosas que se venderán hoy en las calles proceden de Colombia y Ecuador, porque, globalización mediante, a los floricultores catalanes no les sale a cuenta, no pueden competir. Por no hablar de la precampaña electoral catalana, que seguro que hará que veamos hoy más políticos que de costumbre en las paradas de los libros y las rosas, o los debates siempre encendidos que despierta el impacto de la Inteligencia Artificial en la creación literaria y la industria editorial. O también la sequía, un problema especialmente grave en Cataluña que, en caso de que al final hoy llueva, nos hará muy difícil maldecirla, por más que nos pueda incomodar. Por cierto, en las calles de la ciudad hay carteles de una campaña que alerta de la urgencia por la sequía y llama a ser responsables. La campaña dice “el agua no cae del cielo”. Hoy, sólo hoy, ojalá sea un mensaje literal y no irónico.

 



Nada escapa a Sant Jordi, nada le es ajeno. Sabemos los datos de este Sant Jordi que hoy disfrutaremos in situ: 336 puestos, 3.356 metros, 214 firmas de libros. El regreso de La Rambla en su plenitud, el mantenimiento de la supermanzana literaria. Sabemos dónde se ubicará cada librería y editorial. También dónde firmará cada autor. Sabemos qué edificios y museos abrirán hoy sus puertas de forma gratuita. Pero Sant Jordi, como todo lo que vale la pena en la vida, es siempre impredecible. Cada año parecido, siempre distinto. En un ratito empezará otro Sant Jordi, otro 23 de abril en Barcelona y sólo cuando este intenso día toque a su fin cada cual hará su resumen de la jornada. Yo escribiré el mío en el tren de vuelta a Madrid esta noche. 


En los días previos he disfrutado también con los especiales por Sant Jordi de distintos medios. En el suplemento literario Abril, de El Periódico, una estupenda entrevista de Inés Martin Rodrigo a Eduardo Mendoza en la que éste dice que los cuentos gustan tanto a los niños porque les ayuda a entender la diferencia entre lo real, lo falso y lo imaginario, “que es una tercera categoría que participa de las dos”. También es interesante un reportaje sobre cómo viven este día los libreros, que cuentan que sienten paradójico que sea el día más importante del año para las librerías pero que, por la enorme afluencia de público, no puedan recomendar como sí hacen el resto del año. 


En el suplemento Culturas de La Vanguardia, Sergio Vila-Sanjuán recuerda que un 23 de abril de hace 43 años falleció el gran Josep Pla y recomienda la biografía del escritor ampurdanés escrita por Xavier Pla. Es maravilloso un reportaje de Jorge Carrión sobre la historia de las librerías en las dos orillas del océano Atlántico, de Nuevo México a Sevilla, de Buenos Aires a Barcelona. Habla de la vasta cultura del libro en la América prehispánica, que fue arrasada por las tropas españolas, y también de cómo Hernando Colón, hijo de Cristóbal Colón, creó la primera gran biblioteca moderna.

En El Cultural me gusta especialmente la excelente crítica que escribe Rafael Narbona sobre Cuchillo, el libro de reciente publicación en el que Salman Rushdie relata el terrible atentado que a punto estuvo de costarle la vida hace dos años. El triunfo de la literatura y la razón frente al fanatismo y la barbarie. Por Sant Jordi, 

Quadern, de El País, hace una lista de los 50 mejores libros de la literatura catalana de los últimos 50 años. El primer puesto es Mirall trencat, de Mercè Rodoreda, seguido de Vuitantas-sis contes, de Quim Monzó. El especial del Día del Libro de Página Dos viajó a Urueña, un pueblo de 200 habitantes con ocho librerías, y a Libros, una pequeña localidad donde organizan un festivos literario anualmente y donde planean también poner en pie un hotel biblioteca. Una de las entrevistas del programa se grabó en Laie Pau Claris, que es precisamente la librería que tenía pensado visitar justo después de ver el programa en la tarde de ayer, en la que ya sólo pienso en Sant Jordi. 


Me vuelvo a asomar a la ventana. La gente sigue yendo a su trabajo, y también deben de estar, ahora sí, a punto de abrir las paradas de libros y rosas. Bueno, quizá todavía no, pero ya no aguanto más aquí y y tiene un encanto especial ver esos primeros instantes de la fiesta en los que aún faltan cajas de libros por abrir. Sí, salgo a la calle. Toca terminar este artículo no sin antes, por supuesto, desear a todos los lectores del blog un muy feliz Día del Libro. ¡Feliz Sant Jordi!

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