Enrique y Meghan

 

Después de ver el documental de Netflix sobre Enrique de Inglaterra y Meghan Markle no tengo clara mi opinión sobre ellos, pero hay varios temas abordados en sus seis capítulos que me han interesado mucho. No me gusta su forma de exhibir su vida privada ni el tono laudatorio del documental, en el que sólo hablan personas amigas de la pareja. Me parece un documental demasiado autocomplaciente, en línea con una moda reciente que muestra a famosos y sus entornos para hablar de su vida, sin que haya un interés real por contar nada distinto a lo que los protagonistas quieren contar, controlando el mensaje y lo que se ve, sin contrastar opiniones. Todo eso es cierto, pero no puedo negar que he visto con interés el documental; especialmente, cuando reflexiona sobre la sociedad británica, los medios de comunicación y la monarquía.


Enrique y Meghan, que en 202o consumaron su ruptura con la casa real británica, sostienen una idea clara: no les quedó más remedio, la institución les hizo la vida imposible filtrando información personal y no deteniendo el acoso de los medios de comunicación a la pareja, en especial, a ella, que recibió ataques machistas y racistas. Para contar su historia ponen el acento en su historia de amor y comparten multitud de fotos y vídeos rodados en las distintas casas por las que han pasado los últimos meses, incluidas imágenes de sus hijos. Esa exposición de su vida privada es lo que menos me interesa y más me chirría en el documental. Hablan de cómo se conocieron por Instagram o de sus primeras citas. Ya digo, sin más, esa parte parece más propia de un programa del corazón que un documental. 

Es innegable la motivación de este documental, generosamente bien pagado por Netflix. Hay dos escenas reveladoras. Una de ellas, en la que Meghan Markle critica cómo la casa real británica organizó el anuncio del compromiso oficial. "Fue un reality show orquestado", afirma desde su reality show orquestado. También se muestra en el documental una sesión de meditación de ambos en las que se escucha una grabación que dice: "tu trabajo no es demostrar tu bondad", algo a lo que, sin embargo, parecen dedicarse en todo momento. 

Dicho esto, ya digo, ha habido partes del documental que me han interesado. Es evidente que muchas de las críticas recibidas por la pareja son racistas y machistas, lo que da pie a interesantes reflexiones sobre la relación del Reino Unido con la diversidad racial. También es interesante cómo Enrique reconoce que sólo al conocer a su mujer y empezar la relación con ella empieza a ser conscientes de los sesgos que, en mayor o menos medida, todos tenemos. "No vemos el mundo como es, lo vemos como somos", afirma. Desconocía, por ejemplo, que en el Reino Unido los dueños de esclavos fueron compensados económicamente por el Estado tras la abolición hasta el año 2015, ¡2015!. Sí, parece claro que hay cierto clasismo en la forma en la que se recibió a Meghan en la familia real y en muchos medios de comunicación. 

Al hijo del rey de Inglaterra le marcó el acoso que sufrió su madre, Diana de Gales, por parte de los paparazzi, y su muerte. Lo recuerda constantemente en el documental, como argumento de peso para sostener que su prioridad es defender a su familia. Se muestran excesos intolerables por parte de los tabloides, persecuciones de paparazzi e incluso mentiras deliberadas. También la difusión de una carta privada de Meghan Markle, quien ganó un juicio contra el Daily Mail por esta mala práctica, a todas luces, delictiva. La relación entre la monarquía británica y los medios de comunicación, con una especie de acuerdo que consiste en que la casa real dé juego y muestre partes de su vida privada a cambio de recibir un trato más o menos amable, se muestra en este documental en toda su crudeza. 

En una monarquía parlamentaria, la imagen de la casa real depende mucho del carisma de sus miembros, porque sus competencias están muy limitadas y no se les puede juzgar realmente por mucho más. Y eso es un problema, claro. También para sus miembros. Meghan llegó de un mundo alejado de la monarquía y sus rigideces. Por ejemplo, cuentan que cuando defendió abiertamente el feminismo y mencionó el Me Too en una comparecencia pública fue criticada por ello, igual que cuando colaboró con una asociación formada por mujeres musulmanas en el Reino Unido, el mismo país en el que el discurso antiinmigración tuvo un papel clave en el triunfo del Brexit. 

El documental interesará a muchos por el salseo, por el puro cotilleo, pero más allá de eso, ya digo, y de lo que piense sobre esa forma de contar su vida privada o el hecho de presentarse constantemente como víctimas desde mansiones como la que les dejó su amigo Tyler Perry en 2020, es interesante ver cómo una institución conservadora por definición cortocircuita cuando algún atisbo de modernidad que procede de fuera del sistema hace aparición. Eso y la relación entre los medios y la monarquía cuando la institución que encarna la jefatura del Estado es una familia, con las discusiones, tiranteces y conflictos que ello puede acarrear. 

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