Un rumor de sangre


Uno de los proyectos culturales en los que más se implicó Federico García Lorca fue La Barraca, ese grupo de teatro universitario que llevó la cultura a muchos pueblos de España. Sigue la estela de aquella iniciativa el ciclo Cultura en Ruta, organizado por la Diputación Provincial de Guadalajara y la Fundación Siglo Futuro, que lleva tres décadas promoviendo la cultura en la provincia. Gracias a este ciclo, anoche el cine San Francisco de mi querido Cifuentes acogió la obra de teatro Un rumor de sangre, basado en la vida y la obra poética de nuestro venerado Lorca. La obra, dirigida por Jesús García Salgado, que también es responsable de su dramaturgia, está protagonizada por Manuel Galiana, Marta Belaustegui, Germán Estébas y Juan Miguel Caballero, y cuenta con la actuación el guitarrista Guillermo Fernández


Es una obra extraordinaria, muy emotiva, plena de poesía, esa que Lorca decía que se encontraba en todas partes y que definió como “la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse y que forman algo así como un misterio”. 


La inmensa mayoría de las palabras que suenan en la obra, de Teatro del Duende, son palabras de Lorca, tanto de sus poemas como de sus conferencias y entrevistas. Leer las reflexiones de Lorca, sus textos pensados para ser leídos o pronunciados en una conferencia, ya es de por sí impactante, por la fuerza de la voz del poeta, por su intensidad en todo lo que hacía, decía y creaba. Pero esta obra teatral eleva aún más esa impresión en el espectador. También gracias la música, ya que varios de los versos del poeta granadino son cantados, muy bien cantados. Él siempre defendió la unión entre la poesía y la música. Fue un amante fervoroso del canto jondo. Componía sus poemas pensando en que fueran cantados. 


La obra se plantea como un viaje por la vida del genial autor de tantos poemas y obras de teatro inmortales. Asistimos a la publicación del Romancero gitano, al viaje del poeta a Nueva York y la conmoción que le causa, a su feliz viaje a Cuba (momentazo cuando escuchamos los acordes en la guitarra de las Habaneras de Cádiz). Y, claro, la guerra. La maldita guerra civil española que le costó la vida, que calló en seco la voz de uno de los mayores genios de la historia de nuestro país. 


Estremece recordar que Lorca fue asesinado con sólo 38 años. Imposible no pensar en todo lo que podría haber escrito, en hasta dónde hubiera llegado su desbordante imaginación, su defensa de lo simple, de la poesía de lo cotidiano, su mirada tierna sobre el mundo, su lirismo fascinante. En la obra, todos los actores son Lorca. Incluidos quienes superan la edad con la que el poeta fue asesinado. Y es un acierto esa pluralidad de voces, porque remarca aún más ese desgarro por lo pronto que murió el poeta, pero también porque deja claro que Lorca está por encima del espacio y del tiempo, que su obra sigue viva y lo seguirá siempre.  


Entre las reflexiones de Lorca que se escuchan en esta maravillosa función, que está llena de aciertos y logra engrandecer la voz poética del autor de Bodas de sangre, destaca una sobre el nacionalismo, especialmente necesario en estos momentos. “Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos, pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execreo al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política”.


La música, los poemas recitados y cantados, el relato de la peripecia vital de Lorca, el ingenio con el que se resuelve la sencilla puesta en escena (la escenografía es de José Luis Raymond), la entrega del elenco... Todo ello hace de Un rumor de sangre una obra a la altura del legado de Lorca y su soberbia grandeza. Si algo dejó claro el poeta con su obra es que la magia poética y teatral, el duende sobre el que tanto disertó, puede aparecer en todas partes. El teatro emociona en grandes ciudades y en pequeños pueblos, en teatros inmensos y en otros más modestos. Como propiciaba La Barraca, como logran hoy otras iniciativas admirables. Jorge Guillén dijo que cuando Lorca llegaba a un sitio “no hacía frío de invierno ni calor de verano, hacía... Federico”. Anoche en Cifuentes hizo Federico y fue maravilloso. 

Comentarios