Eres parte del problema


Si crees que una supuesta denuncia falsa anula la gravedad de las agresiones homófobas que sí se han producido estos últimos meses, eres parte del problema. Si te preocupa mucho menos que haya 722 agresiones a personas LGTBI en lugar de 723, eres parte del problema. Si de verdad piensas que lo ocurrido con el joven de Madrid que al parecer se inventó una agresión que no fue tal demuestra que en España no hay LGTBIfobia y que tienes razón en tus prejuicios, eres parte del problema. Si has sido muy fan de hablar de las presuntas denuncias falsas por violencia machista para tapar tu machismo rancio y ahora te frotas las manos con una (¡una!) denuncia por una falsa agresión homófoba, eres parte del problema. Si piensas que las manifestaciones convocadas estos días contra la LGTBIfobia y contra los discursos de odio pierden sentido por un caso (uno) de denuncia falsa, eres parte del problema. Si crees que una supuesta denuncia falsa (una) deja en evidencia al gobierno o a no sé quién y no a ti por pensar que un único caso supone que no existe la LGTBIfobia, eres parte del problema. 


Si hace un par de meses, cuando asesinaron a Samuel en A Coruña al grito de “maricón de mierda”, te negaste a hablar de homofobia, eres parte del problema. Si dijiste que no pudo ser un crimen homófobo porque los agresores no conocían a la víctima ni sabían cuál era su orientación sexual, como si de verdad eso hiciera falta para que un retrógrado violento agreda a todo aquel que no entre en su idea de lo que debe ser un hombre, eres parte del problema. Si crees que las personas LGTBI nos quejamos sin motivo, porque, total, ya nos podemos casar, qué más queremos, eres parte del problema. Si estás dedicando más tiempo y energías estos días a defender a Vox que a las víctimas de la homofobia, eres parte del problema. Si ante agresiones homófobas como las que se han perpetrado los últimos días condenas todo tipo de violencia, exactamente igual que hacía la izquierda abertzale cuando ETA asesinaba, eres parte del problema. Si crees que la violencia homófoba no te incumbe, porque tú no eres un desviado de esos, eres parte del problema. 


Si dices no querer que nos peguen (qué detallazo, gracias), pero luego te quejas del malvado lobby gay y pones el grito en el cielo cada vez que te encuentras a un persona no heterosexual en una serie de Netflix, eres parte del problema. Si ante una agresión homófoba lo primero que preguntas es por la nacionalidad de los agresores, a ver si con un poco de suerte puedes alimentar aún más tu odio a las personas inmigrantes, eres parte del problema. Si ves una agenda oculta y perversa en esa idea tan loca de defender la igualdad de derechos para todas las personas, eres parte del problema. Si educas a tus hijos en el desprecio al diferente, eres parte del problema. Si consideras que un partido político abiertamente homófobo es un partido equiparable al resto y que sus posiciones sobre las personas no heterosexuales es respetable, como todas las opiniones (¡ohhh, qué bonito!), eres parte del problema. Si tu religión prohíbe el matrimonio de las personas homosexuales y no es particularmente amable con ellas, sin que eso te parezca mal, pero luego te encanta señalar lo homófoba y represora que es otra religión distinta a la tuya, porque ésa sí que es mala y opresora, eres parte del problema. 


Si consideras “progre”, es decir, defensor del progreso, el peor de los insultos, eres parte del problema. Si crees que los Derechos Humanos son debatibles, que se aplican sólo a las personas que tú consideras, o mejor aún, que son una idea demoníaca, cosa de progres, eres parte del problema. Si te horrorizaría tener un hijo homosexual, eres parte del problema. Si vas de avanzado y moderno pero respiras aliviado porque tus hijos son como dios manda, es decir, heterosexuales, eres parte del problema. Si piensas que el amor entre dos mujeres es una aberración, eres parte del problema. Si crees que dos hombres o dos mujeres no pueden formar una familia y dar a un niño el amor y el cariño que necesita, eres parte del problema. Si quieres librar a tu hijo de cursos de diversidad afectiva-sexual en el colegio porque prefieres que nazca en un mundo libre de personas no heterosexuales, eres parte del problema. Si cada año te diviertes en el Orgullo, porque hay que ver qué marchosos son estos maricones, pero no has dicho nada ante esta salvaje oleada de actos de LGTBIfobia que sufrimos ni tienes la menor intención de hacerlo, porque total, no va contigo, eres parte del problema. Si eres un artista muy comprometido, pero sólo durante unos días en junio y julio, pero estás callado porque, total, para qué mojarte ahora, no vaya a afectar a tu imagen, no vayas a ofender a algunos de tus seguidores, eres parte del problema. Si te apresuras a compartir mensajes de diversidad en las fiestas del Orgullo, pero luego contribuyes desde tu posición a dar voz y a perpetuar discursos intolerantes y de odio, eres parte del problema. 


Si crees que la pluralidad política incluye la protección a gente que escupe bilis y odio cada vez que habla, destruyendo la convivencia, eres parte del problema. Si piensas que la LGTBIfobia puede ser un tema con el que hacer politiqueo de bajos vuelos, eres parte del problema. Si te planteas supuestos intereses ideológicos o cualquier cuestión distinta a la más elemental humanidad y empatía a la hora de apoyar a las víctimas de las agresiones homófobas, eres parte del problema. Si crees que exageramos por exigir que no nos maten ni nos insulten por la calle (ese pequeño detalle, esa tontería), eres parte del problema. Si consideras que oponerte frontalmente a la homofobia es meterte en política, vaya lío, si a ti la política no te gusta y no estás ni con unos (los agresores) ni con otros (los agredidos), eres parte del problema. Si no te parece mal que tu hijo pequeño vea a un hombre y una mujer besándose en público pero crees muy inapropiado e incómodo que vea a dos hombres dándose un beso, eres parte del problema. 


Si le preguntas a tu hijo pequeño si tiene novia, y te parece perfecto, pero luego, ay, si se le educa en diversidad enseguida dices que basta ya, hombre, que no se puede sexualizar así a los niños, eres parte del problema. Si casualmente has dejado de preguntar a ese familiar, soltero recalcitrante, que acaba de salir del armario por si tiene pareja, cuando antes le acribillabas a cuestiones sobre ese tema, eres parte del problema. Si te niegas a cambiar, porque no van a venir unos activistas paniaguados a decirte lo que les resulta ofensivo de tus actos o tus palabras, eres parte del problema. Si estás dispuesto (qué generoso) a tener amigos gays, pero siempre que te respeten (jojojo, risita de machote), eres parte del problema. Si eres incapaz de entender que los discursos de odio generan violencia antes o después, eres parte del problema. Si tu sectarismo político te hace pasar por alto los discursos de odio del partido que es el aliado natural del tuyo, porque si no gobiernan los otros, y eso sí que no, eres parte del problema. Si tienes tan poca sensibilidad que sostienes, sin aparente bochorno en tu cara, que esto de la LGTBIfobia es una cortina de humo para que no hablemos de la factura de la luz, y por increíble que parezca hay quien parece creerlo, eres parte del problema. 


Si cuando hablas de la orientación sexual de alguien enseguida dices que es su vida privada y que no te importa a quién meta en su cama, pero sólo si ese alguien no es heterosexual, porque si es heterosexual, es decir, normal, no pasa nada y puede hablar perfectamente de sus suegros, su convivencia en pareja y lo que sea menester, eres parte del problema. Si en un momento como este crees que podemos dedicar medio minuto a discusiones entre quienes tenemos claro que el feminismo y el movimiento LGTBI compartimos un enemigo común, el patriarcado, que celebra dando palmas con las orejas nuestras divisiones, eres parte del problema. Si crees que las causas sociales son excluyentes entre sí o sientes amenazados tus derechos porque otras personas defiendan los suyos, eres parte del problema. Si de verdad piensas que en España las personas homosexuales no tenemos ningún problema ni sufrimos discriminación alguna por el mero hecho de serlo, eres parte del problema. Si te crees muy moderno por tener un amigo gay (total, pobrecito, ya tiene bastante con lo suyo), pero te ríes a carcajadas de los chistes de mariquitas, eres parte del problema. Si todo lo que has hecho en el debate de la ley trans es ridiculizar las posiciones de quienes defienden los derechos de esas personas, te hace mucha gracia que se hable de “niñes” y disfrazas de una supuesta defensa del idioma castellano tu intolerancia y tu aversión a conocer más sobre otras realidades que no son las tuyas, eres parte del problema. 


Si crees que las agresiones homófobas son casos aislados, cosa de cuatro locos y ya está, como tú no vas por ahí pegando a los maricones no tiene nada que ver contigo, eres parte del problema. Si no estás dispuesto a cuestionarte absolutamente nada sobre tu actitud ante la intolerancia y el odio hacia los homosexuales, eres parte del problema. Si hablas de tu vida familiar heterosexual con total normalidad en el trabajo pero te incomoda que lo hagan tus compañeros homosexuales (ya sabes, a quién le importa con quién se meten en la cama, porque tú al parecer no te metes en la cama con nadie), eres parte del problema. Si crees que, en el fondo, somos muy pesados con todo esto de querer ser tratado como seres humanos con los mismos derechos que el resto, ya ves tú qué tontería, eres parte del problema. Si por alguna razón te sientes incómodo cuando se habla de la LGTBIfobia, porque crees que aquí eso no existe, que es cosa de países lejanos, ya sabes, de los malditos musulmanes y esas cosas, eres parte del problema. Si cuando escuchas a alguien defender los derechos de las personas no heterosexuales enseguida lo mandas a ayudar a los homosexuales de Irán o de alguna dictadura lejana, preferiblemente musulmana, claro, para seguir alimentando tu racismo, como si tú hicieras algo por ellos, eres parte del problema. 


Si crees que “maricón” es un término muy común y por eso no es en realidad un insulto homófobo, olé tú, eres parte del problema. Si de verdad piensas que vamos a volver a meternos en el armario, que vamos a ceder al miedo o que vamos a abandonar a lo jóvenes que temen vivir en libertad, eres parte del problema. Si crees que estamos siendo demasiado visibles, que nos deberíamos tapar un poco, ya sabes, que cada uno en su casa haga lo que quiera, que viene a significar que el espacio público debería estar reservado sólo para la gente normal como tú, eres parte del problema. Si tienes la desvergüenza de culpar a las asociaciones LGTBI de las agresiones homófobas, porque por alguna razón que se me escapa siempre hay quien termina haciéndolo, eres parte del problema. Si crees que en el fútbol no hay homosexuales, que no pasa nada por el hecho de que nadie salga del armario en ese entorno, que forma parte (sí, lo adivinaste) de su vida privada, pero luego le das like a las fotos de tu futbolista preferido cuando comparte fotos con su mujer en las redes sociales, puritita vida privada, y no te supone ninguna contradicción, eres parte del problema. Si crees que el hecho de que un cantante famoso no se sienta seguro para salir del armario hasta que ha triunfado en su sector, porque allá él con su vida, tan mal no le ha ido, eres parte del problema. 


Si consideras que en el fondo no es tan grave que nos tengamos que exponer a comentarios o a miradas reprobatorias por ir de la mano de nuestra pareja por la calle, eres parte del problema. Si crees que la existencia de políticos que lanzan un discurso del odio valida tus prejuicios, eres parte del problema. Si, con muy buena voluntad, te encanta decir que en el fondo la gente homófoba son homosexuales reprimidos, o les deseas que tengan un hijo gay, como si fuéramos un castigo divino, pensando que es una buena idea, que así los atacas, eres parte del problema. Si piensas que al final va a resultar que tú, hombre heterosexual, vas a ser el raro (porque, claro, tiene que haber raros, y claramente son los desviados esos), porque te encuentras a homosexuales por todos lados, eres parte del problema. Si crees que ya no puedes decir nada por esta horrible corrección política que tiene una cierta sensibilidad con las minorías históricamente hostigadas y perseguidas, eres parte del problema. 


Si de verdad crees que hay una especia de plan maléfico (supongo que ideado por Soros, claro) para que todos los hombres se vuelvan gays perdidos, eres parte del problema. Si crees que la manifestación del Orgullo debería celebrarse en la Casa de Campo, porque al final estos maricas dejan el centro de la ciudad hecho un asco, eres parte del problema. Si pactas gobiernos con quienes creen eso, eres parte del problema. Si te ríes viendo a Arévalo decir en un programa televisivo del prime time que un hombre, hombre, es un hombre que no es gay, eres parte del problema. Si no alcanzas a entender por qué resulta ofensivo un personaje homosexual estereotipado hasta el extremo del que se hace mofa en un programa de famosos que cocina en la televisión pública, eres parte del problema. Si crees que insultar y ridiculizar a las personas que tienen una orientación o una identidad sexual distinta a la tuya es hablar claro y llamar a las cosas por su nombre, eres parte del problema. Si te consideras un gran defensor de la libertad de expresión y de la incorrección política, pero te pones enfermo si ves a personas homosexuales en televisión o si de repente algún personaje de cómic resulta que es gay, eres parte del problema. Si ensucias la necesidad imperiosa de acabar con la LGTBIfobia con tus patético sectarismo, eres parte del problema.


Lo bueno de ser parte del problema es que puedes ser parte de la solución. Depende de ti y es relativamente sencillo. Basta con escuchar, con tener un mínimo de empatía, con lograr volver a unos mínimos de convivencia, sea cual sea tu ideología, votes a quien votes, con desaprender ciertas cosas, con despojarte de tus prejuicios. Vale, esto no es tan sencillo, pero vale la pena, de verdad. Puedes empezar por respetar los Derechos Humanos, por entender que una sociedad diversa es buena para todos. Porque lo es. Si aunque no lo sepas o te enfade que te lo digan eres parte del problema, puedes ser parte de la solución. Necesitamos aliados en este momento crítico. Se trata de estar en el lado bueno de la historia, el de verdad, el de quienes defienden los derechos y las libertades (esa palabra) de todas las personas de la sociedad, sea cual sea su sexo, orientación, identidad sexual o color de piel. Absolutamente de todas. Te esperamos aquí, defendiendo una sociedad en la que quepamos todos y nadie tema ser él mismo. 

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