Grecia entra en la recta final de la campaña a las elecciones legislativas del 25 de enero. Unos comicios claves para el futuro del país heleno en los que, según todos los sondeos, la formación Syriza, el que llaman Podemos griego, lograría la victoria. El sistema electoral del país que fue cuna de la democracia establece que la formación ganadora obtiene un extra de 50 diputados en el Parlamento. De esta forma, el partido liderado por Alexis Tispras obtendría en torno a 140 o 145 diputados en una Cámara donde la mayoría absoluta se sitúa en los 150. Nueva Democracia, el partido de centro derecha griego, sería el segundo partido más votado, mientras que el partido de centro To Potami se disputa la tercera plaza con los neonazis del Amanecer Dorado. El Pasok, el partido socialista griego que se ha alternado tradicionalmente en el gobierno con Nueva Democracia, podría incluso quedar por debajo del umbral de votos necesario para entrar en el Parlamento.
Ese es el escenario que dibujan las encuestas. Aunque es obvio que la situación política, social y económica de Grecia no es igual que la de España, también resulta inevitable hacer comparaciones entre ambos países. Este año viene cargado de citas electorales en España y en Europa. Con Grecia compartimos el surgimiento de un partido escorado a la izquierda con un discurso muy severo contra el sistema y decidido a romper con el modo de hacer política establecido hasta ahora. Syriza, es cierto, nació hace ya años y de hecho ya gobierna en algunas localidades y regiones griegas. Podemos cumplió recientemente un año de vida, pero los sondeos también le sitúan con opciones de llegar al gobierno.
Sus propuestas no son exactamente iguales, pero las comparaciones se establecen por ambas partes. Los contrarios a Podemos, que son mayoría entre los partidos tradicionales, albergan la secreta esperanza de que el triunfo de Syriza en Grecia provoque un caos financiero que espante a los españoles de votar a la formación liderada por el profesor universitario que pasó de tertuliano a eurodiputado y de aquí a referente sobre el que gira el debate político español. Mientras, los partidarios de Podemos confían en que un gobierno de Syriza no sea el fin del mundo, como probablemente no lo será, de hecho, y que Tsipras pacte civilizadamente con la Unión Europea una reestructuración de su deuda, actualmente en el asfixiante nivel del 174% sobre el PIB.
Grecia no es España, pero la evolución de los acontecimientos en el país heleno puede ser empleada como baza por Podemos o por el resto en función de cómo se tome el mercado, el sacrosanto mercado, el triunfo electoral del partido liderado por Tispras. Lo cierto es que la convocatoria de elecciones anticipadas en el país heleno fue recibida con grandes caídas en la Bolsa griega y con un aumento del interés de su deuda, porque los grandes inversores tienen miedo a la llegada al poder de Syiza. Sin embargo, esas tensiones se han reducido algo estos últimos días. Da la sensación de que a algunos de estos grandes inversores les incomoda la democracia. Algo va mal en este mundo nuestro cuando el hecho de que los ciudadanos dedican quiénes quieren que les gobiernen se convierta en un riesgo, una amenaza a la estabilidad. Se bordea un discurso peligroso cuando se afirma tal cosa, y se afirma mucho en ciertos sectores. Si se da la espalda a la ciudadanía, es lógico que luego esta castigue con su voto a los que así han actuado.
Con motivo de las elecciones en Grecia, varios medios nos han ofrecido reportajes sobre la situación en la que viven los ciudadanos helenos. Y es importante acercarse a su realidad. De hecho, da la impresión de que algunos medios son más comprensivos con las razones que pueden llevar a los griegos a votar a un partido antisistema que los mismos argumentos, aunque más atenuados al ser la situación menos grave, que motiva a muchos españoles a apoyar a Podemos. La corrupción de los dos grandes partidos es una de esas poderosas razones. No olvidemos que el drama griego comenzó con el falseamiento de sus cuentas que realizó el gobierno del país cuando entró en la Unión Europea. Por supuesto, otro argumento que lleva a muchos griegos, no necesariamente de izquierdas, a apoyar a Syriza son las draconianas condiciones impuestas por el rescate de la troika, palabra maldita en las calles de Grecia. Los recortes sociales brutales han apartado de la Seguridad Social a un 30% de los griegos, el paro supera el 25%, muchos ciudadanos han perdido sus casas... La miseria en la que viven tantos griegos que antes del estallido de la crisis formaban parte de la clase media explica por sí sola el auge de Syriza.
Eso que vemos tan claro desde la distancia, eso que parece tan obvio en Grecia, nos cuesta más comprenderlo en España. Y lo cierto es que Grecia está en un estado infinitamente peor que España, pero nosotros, a pesar del triunfalismo agotador del gobierno, no estamos como para tirar cohetes. Ayer el ejecutivo sacó pecho de la revisión al alza de las perspectivas de crecimiento del FMI para nuestro país. Y es, en efecto, una noticia positiva. Pero otro organismo internacional, esta vez la Organización Internacional del Trabajo, también habló ayer. Y dijo que la tasa de paro no bajará del 21% en España hasta 2019. El drama del desempleo seguirá matando ilusiones, zarandeando vidas, destruyendo proyectos vitales. Poco margen para el triunfalismo hay en un país así y mucho para que ganen peso entre las simpatías de los ciudadanos partidos como Podemos. Aunque recele de la formación de Pablo Iglesias veo tantas infinitas razones para explicar su auge que parece mentira que haya tanta gente perdida que parece confusa y desorientada ante el surgimiento de este partido, como si el clima social no pidiera a gritos algo así, como si el hartazgo con la clase política y los duros efectos de los recortes sociales sobre la población no justificaran que un discurso como el Podemos cale en buena parte de la sociedad.
Así que Grecia no es España, pero las razones del apoyo ciudadano a Syriza son, básicamente, las mismas que las del apoyo a Podemos. Como también lo es el argumento empleado en su contra, el discurso del miedo. PP y PSOE, como Nueva Democracia y Pasok en Grecia, saben que no convencen ya a nadie, que su capacidad para ilusionar a los ciudadanos y el valor de su palabra están bajo mínimos, así que se abrazan al discurso del miedo y se dedican a asustar a los ciudadanos con las siete plagas que traería un gobierno de Podemos. Que igual las trae, ojo. Pero lo hacen presentándose como baluartes de la estabilidad, confundiendo este término con inmovilismo. Ellos que han degradado la clase política española, ellos que han protagonizado innumerables escándalos de corrupción y no han sabido conectar con los ciudadanos, se presentan ahora como salvadores de un presunto caos que traería un nuevo partido, como si el que ellos han provocado no fuera igualmente espantoso.
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