Begin again

Muy grata sorpresa. El cine tiene estas cosas. Donde no esperas nada más que una cinta convencional y amable hallas una delicia, una historia preciosa, una película encantadora. Begin again es, en efecto, una película amable, sin excesivas pretensiones, pero es también una pequeña joya. O a mí me lo parece. Por la historia que cuenta, por el modo en el que lo hace, por cómo integra la música a la trama y también por Nueva York, que se convierte en un personaje más del filme. El cartel promocional de la película en España incluye una frase de una crítica en la que se dice de ella que es "la perfecta película de verano". Como quiera que, por lo general, la cartelera baja mucho el listón en verano, creo que esta crítica no le hace del todo justicia a Begin again. Sí la parte final de la frase incluida en el cartel: "imprescindible". 

En la cinta vemos a personajes perdidos, decepcionados, frustrados, realmente en horas bajas. Y, sin embargo, lanza un mensaje optimista y vitalista. Comienza la cinta con una escena en un local de Nueva York donde actúa un cantante que le hace una encerrona a una amiga presente entre el público, también cantante, para que interprete una de sus canciones. Ella es Gretta, quien está alicaída por un desengaño amoroso con Dave, su novio desde hacía cinco años con quien ha roto tras triunfar este en el mundo de la música. Presente entre el público de aquel pequeño local está Dan, dueño de una discográfica independiente que tiene problemas personales y profesionales. De hecho, viene de una noche de borrachera y depresión. Entonces, escucha a Gretta y queda cautivado por la canción. Una canción que termina salvando su vida en una experiencia que transforma a los protagonistas. Es espléndido el plano en el que vemos cómo Dan comienza a imaginar acordes para el tema que está escuchando, con los instrumentos musicales cobrando vida en su mente. 

Gretta y Dan son dos personas que atraviesan por un momento muy delicado. Ella, decepcionada con su novio, arrastra la amargura del abandono, de la ruptura. Viajó a Nueva York para compartir con él su triunfo en el mundo de la música, componía con él desde hacía tiempo los temas, pero la fama termina con la estabilidad de su pareja y con la relación. Decidida a marcharse de la ciudad, el encuentro con Dan, que enseguida le ofrece producirle un disco, lo cambiará todo. Por su parte, Dan vive en un antro tras abandonar su casa, donde vive su ex mujer y su hija, una adolescente a la que adora pero con quien no mantiene una relación todo lo estrecha que desearía. Pegado a una copa de alcohol durante toda la película, para el ejecutivo de la discográfica, el proyecto con Gretta se convierte en una tabla de salvación. Espléndidas, por cierto, las intepretaciones de Keira Knightley y Adam Levine dando vida a los protagonistas. 

La decisión de grabar un disco por las calles de Nueva York consigue sacar, poco a poco, del pozo a los dos personajes. No es esta película un musical, pero en ella la música tiene un papel central. Y es uno de los puntos fuertes del filme. Las canciones que interpreta Gretta desbordan sensibilidad y acompañan el desarrollo de la trama. Perfectamente integrada en la historia, la música luce y muestra todo el poder que posee en la vida y todo el juego que puede dar en el cine de un modo poco convencional, bien distinto al del clásico musical. Es un logro de Jhon Carney, director y guionista de la película. Hay una escena de la película en la que Dan le dice a Gretta, mientras ambos escuchan las canciones del reproductor de ella, que lo grande de la música es que puede transformar cualquier banalidad y darle un sentido nuevo. Y, en efecto, vemos aparecer por la pantalla a barrenderos, ciudadanos paseando, vendedores ambulantes, la vida, la rutina diaria, que con la introducción de la música, de repente, dicen mucho más de lo que parece. 

El poder de la música para transformar vidas, el amor, los daños colaterales de la fama, la seguridad en sí mismo, la dificultad de reencontrarse con uno mismo y dar esquinazo a los diablos que te persiguen. De todo esto, y mucho más, habla esta película. Recordé en un momento del filme una frase de Vivir es fácil con los ojos cerrados, cuando el protagonista dice que hay canciones que salvan vidas, porque en ellas descubrimos que alguien pasó antes que nosotros por aquello que estamos viviendo. En este caso, con todos los protagonistas trabajando en el mundo de la música, el poder de la misma se agranda aún más. Para lo bueno y lo malo, pues también se retratan aquí las grandes casas discográficas y, por cierto, se lanza en el final del filme un mensaje poderoso y provocativo sobre la industria musical y el modo en el que se comercializa, que no desvelaré, pero es otro gran acierto de la cinta. Así como el desenlace de la trama, cuando tememos que el filme empiece a transitar por caminos trillados. No es el caso, afortunadamente. En resumen, Begin again es una película muy recomendable que dibuja una sonrisa en la cara del espectador, una de esas cintas que se recuerdan con cariño y que regalan escenas memorables. 

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