El ex mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, fue condenado ayer a un año y medio de prisión en el juicio contra él por el robo y posterior difusión de material confidencial de El Vaticano. Gabriele dijo durante la vista exprés que se ha seguido contra él que no se siente un ladrón y que actuó por amor a la Iglesia y a su líder. Precisamente esa convicción personal que le llevó a actuar es considerada como un atenuante en la sentencia. También ha ayudado a rebajarla el hecho de que el ex mayordomo no tenga antecendentes. La condena por el robo de documentos confidenciales estaba cantada, de igual forma que es casi seguro que Benedicto XVI indulte a su antiguo colaborador. Federico Lombardi, portavoz de El Vaticano, dijo ayer mismo que un perdón por parte del Papa es "una posibilidad muy probable".
El guión previsto de este caso que puso en jaque a El Vaticano con la publicación de varios documentos secretos decía que el mayordomo sería castigado y permite intuir que el Papa le perdonará. El objetivo es dejar atrás este episodio oscuro, aunque el robo de documentos confidenciales escondía, al decir de muchos expertos, una guerra de poder entre las paredes de la Basílica de San Pedro. Esto lleva a preguntarnos si el carpetazo al asunto que da El Vaticano reduciendo este asunto a un mayordomo con la mano larga y que falló a la confianza del Papa será suficiente para zanjar la polémica que los analistas perciben detrás del robo de documentos y su posterior difusión pública.
De entrada, cuando se detuvo al mayordomo se habló de un colaborador, pero la sentencia no dice nada de eso. Es más, aunque el fiscal señala que Paolo Gabriele es un hombre fácilmente influenciable, niega la existencia de cómplices en este asunto: "por las investigaciones en curso no hay indicios de complicidad", aseguró Nicola Picardi. Quedan más incógnitas que no parece que El Vaticano quiera despejar. Así, el Papa creó una comisión de cardenales para investigar de forma interna este caso, pero sus resultados no se harán públicos. En una entrevista, Paolo Gabriele señaló que en El Vaticano había al menos 20 personas que pensaban como él. Quedan, en resumen, bastantes sombras sobre lo ocurrido.
Los documentos confidenciales desvelados por el mayordomo dejaban entrever varias cuestiones turbias. Entre ellas, una posible guerra de poder donde no quedaba en buen lugar el secretario de Estado Tarcisio Bertone. Pero también se incluyen en los documentos presuntas actuaciones irregulares del Banco Vaticano y hasta un presunto complot para asesinar al Papa. Más allá de lo verosímil o no de algunas de estas informaciones, lo cierto es que la revelación de documentos confidenciales de El Vaticano sacaba a la luz actuaciones que presenten al Vaticano como un escenario de intrigas palaciegas, actuaciones no del todo pulcras y sombras sobre cuestiones económicas más o menos serias.
El tiempo dirá si el caso Vatileaks no ha sido más que una crisis derivada de la actuación desleal de un ayudante del Papa o si detrás había algo más. En el primer caso, con cerrar la vía de escape de información esto estaría resuelto. Pero, como siempre en estos casos, lo grave no es sólo, o no fundamentalmente, que se desvelen documentos privados, sino lo que dicen esos documentos y las realidades que exponen. Y en ese sentido el mayor daño que ha provocado a la Iglesia esta publicación de documentos confidenciales no es la fuga de información en sí, sino sobre todo que esos documentos hechos públicos pintan un cuadro poco ejemplar, nada deseable en un lugar como El Vaticano. Lo malo no es que se exponen documentos privados, lo malo es que en esos documentos están las miserias y las cuestiones turbias del Estado más pequeño del mundo.
Comentarios