La medida tomada por el Consejo de Ministros del pasado viernes de indultar a Alfredo Sáenz, consejero delegado del Grupo Santander que había sido condenado a tres meses de arresto e inhabilitación desprende un tufo podrido que echa para atrás. Es todo un símbolo. El presidente que llegó ampliando derechos y siendo el gran líder del socialismo se marcha indultando a un banquero. Zapatero entró en el gobierno por la izquierda y sale de él, entre recortes, ajustes y medidas de este tipo, por la derecha. No es fácil encontrar parecidos entre aquel José Luis Rodríguez Zapatero que ganó las elecciones de 2004 con el que deja como una de sus últimas medidas el indlulto a un banquero que había sido condenado por los tribunales.
Este indulto, supongo que como la mayoría, no se sostiene por ningún lado. Todos deberíamos ser iguales ante la ley. Parece que los banqueros, además de haber disfrutado sus entidades de importantes ayudas públicas, también tienen un cheque en blanco si cometen alguna irregularidad. Este tipo de medidas de gracia es más propia de dictaduras y países de pandereta, de repúblicas bananeras. ¿Qué le debe el gobierno al Santander para echarle este cable? ¿Cómo podrán luego llenarse la boca de decir que la justicia es igual para todos? No es ético ni el indulto en sí ni la forma en que se ha anunciado. Han pretendido meterlo de tapadillo y el ministro portavoz del gobierno, José Blanco, se limitó a leer una nota del Ministerio de Justicia en la que se anunciaba esta medida. El PP dice que no sabía nada, pero sería muy inocente pensar que el futuro gobierno de Mariano Rajoy no hubiera hecho lo mismo nada más llegar al poder.
El indulto, en todo caso, es un síntoma. Si los socialistas, que hoy tienen un importante comité federal, se siguen preguntando por qué muchas personas han perdido la confianza en ellos, no tienen más que estudiar medidas como ésta. Debe de haber pocas cosas más duras para un líder político que darse cuenta que has defraudado a millones de personas que confiaron en ti, constatar de repente que quienes se veían identificados en tus actos y representados por ti te dan la espalda porque creen que tú ya no eres aquellla persona que les cautivó. A Zapatero le ha ocurrido esto por culpa, en gran medida, de la crisis económica. Los votantes socialistas no podían aceptar que el mismo líder de la izquierda que había ampliado derechos y que había logrado impulsar notables avances sociales durante su primera legislatura fuera el mismo que decidía recortar el sueldo de los funcionarios, ampliar la edad de jubilación, abaratar el despido o congelar las pensiones. No se perdona fácilmente a alguien que deja de tener en cuenta sus ideales y sus convicciones más profundas cuando vienen mal dadas.
Coincido con quienes piensan que Zapatero está siendo tratado de forma muy injusta. También creo que el desprecio que ciertos sectores de la sociedad ha mostrado hacia él es algo inadmisible en democracia porque él, nos guste más o nos guste menos, era (y es en funciones todavía) el presidente de todos los españoles y ese cargo merece un respeto. Quienes le han atacado sin piedad y le han insultado permanentemente tienen un concepto de la democracia muy mejorable. A Zapatero le ha tocado bailar con la más fea. La crisis económica, escuché el otro día, se ha llevado por delante ya a nueve gobiernos en Europa, y puede que el del PSOE no sea el último que caiga. Lo que ocurre es que el presidente español, idealista como pocos, se dio de bruces con la cruda realidad de las exigencias de los mercados, de las presiones desde Europa y se vio forzado a tomar unas medidas que él jamás hubiera decidido adoptar por sí solo.
Regresando a la cuestión del indulto, los ciudadanos tenemos derecho a sentirnos indignados por este trato de favor que ha recibido el banquero, y también tenemos derecho a que se nos dé una explicación más convincente sobre el porqué de esta medida. Naturalmente no tengo nada en contra del señor Alfredo Saénz y tampoco me he unido a la cruzada contra los bancos que algunos han emprendido y que tiene como leitmotiv que los banqueros son culpables de todos los males de la humanidad, pero si todos somos iguales ante la ley y el consejero del Santander cometió alguna irregularidad, debe pagar por ella como tendría que pagar cualquiera de nosotros. No es concebible que, encima que se toma esta medida que atenta contra la igualdad de las personas ante la ley, el gobierno pretenda dar las menos explicaciones posibles sobre el indulto. Que tengan al menos el valor de dar la cara y responder a todas las preguntas que quedan sin respuesta en este caso.
El indulto hace mucho daño a la imagen de los bancos y a la matrecha imagen de los políticos. Da la sensación de que la relación entre unos y otros es más estrecha de lo recomendable. Mariano Rajoy está trabajando estos días en Génova (calle de Madrid, no localidad de Italia) y sus primeras reuniones han sido con banqueros. No digo que esté mal. El caso es que los ciudadanos empezamos a pensar que los bancos tienen más poder del que deberían, que los políticos temen demasiado poder molestar a los responsables de las entidades y que a ellos se les conceden unos privilegios con los que el resto de los mortales no podemos soñar. Si de verdad los políticos quieren que no cunda entre la gente la idea de que los banqueros mueven los hilos y de que la relacion entre gobernantes y gentes de dinero es oscura y esconde algo, podrían empezar por pensarse dos veces el indulto a un banquero condenado por la Justicia.
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