Después de dos temporadas en Movistar, Muertos SL, la serie de los hermanos Alberto y Laura Caballero ha pasado este año a Netflix, que también emite otra de sus producciones, Machos Alfa. Esta nueva tanda de episodios comienza donde terminó la segunda, es decir, con Vanesa (Amaia Salamanca) como nueva directora de Funerarias Torregrosa, después de que se fracasara la enésima conspiración de Dámaso (Carlos Areces) para poder dirigir la empresa, en la que Chemi (Diego Martín) sigue con su ilimitada capacidad de idear patochadas marketinianas aplicadas al sector funerario.
En sus seis capítulos, esta tercera tanda de episodios mantiene el humor negro (pero lo justo, más bien gris), el buen oído para escuchar el sentir de la calle y la capacidad de construir personajes hilarantes y diálogos llenos de chispa e ingenio. Muertos SL sigue siendo la mejor serie de los Caballero, la más original. Es, como todas las suyas, una serie coral, en la que la diversidad de sus personajes es su principal valor, aunque de nuevo brillan especialmente los personajes de Dámaso y Chemi, que vuelven a regalar momentos de gloria.
Chemi (desternillante Diego Martín) es el perfecto jugador de oficinas, que venera como un dios a Steve Jobs, tiene un bote con sus supuestas geniales ideas, pone cargos en inglés a la gente y habla soltando frases motivacionales, como de tacitas de Mister Wonderful. Es un personje muy de nuestro tiempo, tan ridículo que hasta inspira ternura, y que es incapaz además de ver el efecto que causa en los demás. El clásico tipo que da cosita.
Y luego está Dámaso, un papel que le va como anillo al dedo a Carlos Areces. Es un pelota con afán de medrar, que lleva una existencia más bien gris, centrada en el trabajo y en su ambición de escalar y llegar algún día a ser director, para lo que conspira y enreda a todo el mundo, empezando por su pobre becario (Roque Ruiz), al que tiene mareado. Dámaso es un tipo manipulador, más bien cretino y despreciable, sin principio alguno, que sólo piensa en sí mismo, pero, de nuevo, tiene un punto que lo salva, por lo hilarante que resulta, por el juego que da.
La serie vuelve a ofrecer en esta temporada situaciones surrealistas como una carta póstuma incendiaria de un difunto a sus hijos, un torero cuyo apoderado pide que expongan con una oreja de un toro, un personaje que se define abiertamente como nazi o uno de los mil momentos impagables de Chemi en el que ejerce de maestro de ceremonias de un velatorio con su habitual estilo sobreexcitado.
Más allá de Chemi y Dámaso, Dámaso y Chemi, la dupla estelar de la serie, vuelven a desplegar su abanico de rarezas y excentricidades, entre otros, Nieves (Ascen López), la dueña, entrañable, que hace todo lo que está en su mano para seguir en el tanatorio; Manuela (Adriana Torrebejano), que sigue tan combativa como de costumbre; Nino (Salva Reina), el chofer que es un auténtico caradura que guarda las cervezas frías en los lugares destinados a mantener los cadáveres y que usa el coche fúnebre para hacer repartos y para sus escapadas personales; o Abel (Gerald B. Filmore), quizá el personaje más raro y también el más extrañamente divertido. La serie vuelve a terminar dejando más que abierta la puerta para una cuarta temporada que, por supuesto, Movistar ya ha confirmado. Las constantes vitales de la serie, desde luego, están perfectas y no dan ninguna señal de alarma.
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