Las polémicas del último Premio Goncourt


Le leí a Enrique-Vila Matas, a quién si no, la perfecta definición de lo que él y tantos sentimos por Francia. Es lo que Barthes llamaba “un racismo inverso”, consistente en enamorarme de un país que no es el tuyo. Me encanta estar al día de la actualidad francesa, entre otras razones, porque allí, a diferencia de lo que sucede en España, la cultura suele colarse con frecuencia en los debates de los principales medios. La última gran controversia tiene que ver con el premio Goncourt de este año. Se trata de uno de los más prestigioso del mundo y es, sin duda, el galardón literario que más interés despierta en Francia, país libresco por excelencia. 

A diferencia de lo que sucede casi sin excepción en nuestro país, se trata de un premio concedido a una obra ya publicada entre una selección de los mejores libros del año a juicio de su jurado. Es decir, no es un galardón que se conceda a modo de fichaje de escritores de otras editoriales o para mayor realce de algún autor de la casa. El Goncourt ha generado mil y un debates y controversias cada año en Francia, es un asunto real de discusión. Quizá pocos años ha habido tanta polémica y por tantas razones distintas como éste, en el que el famoso galardón se lo ha llevado el autor argelino con nacionalidad francesa Kamel Daoud por su novela Houris (en alusión al nombre que el Corán da a las mujeres que esperan a los buenos fieles en el paraíso musulmán). Hasta Le Monde, el principal periódico francés, le dedicó un editorial. Porque, sí, amigos, los editoriales de los medios generalistas en Francia también versan a veces de cultura. 

El caso es que el premio Daoud ha generado mucho debate por distintas razones. Para empezar, por su tema. Se centra en la guerra civil argelina (1992-2002), una etapa conocida como la década negra en la que murieron entre 60.000 y 200.000 personas, y de la que la ley argelina prohíbe todavía hoy hablar. Fue una contienda entre el gobierno de entonces y grupos islamistas. 

En represalia por el tema abordado en la novela, Gallimard, la influyente editorial que editó el libro, fue excluida del Salón del Libro de Argel, celebrado recientemente. Además, la novela no ha podido ser editada en ese país. Hasta aquí, hablamos claramente de un ejercicio de censura, de un ataque obvio a la libertad de expresión y creación. 

Sucede también que el autor de esta novela es muy crítico con el Islam y abiertamente contrario al velo. La derecha francesa lo alaba por su postura respecto a la cuestión argelina, siempre muy sensible en aquel país, mientras que en la izquierda se lo considera un autor islamófobo. Aquel editorial de Le Monde habla del doble identitariamo en el que se sitúa al autor, argelino de nacimiento, contrario al Islam, alabado por unos y detestado por otros. Su personalidad y su toma de postura en el debate sobre el Islam en Francia añadió una dosis de debate y controversia al galardón. 

Daoud publicó un artículo muy polémico en Le Monde en 2016 en el que vinculaba al islamismo con las agresiones sexuales a mujeres en la ciudad alemana de Colonia. A raíz de aquella polémica decidió acabar con sus colaboraciones en medios de comunicación. Aquel enfoque tan controvertido, tan abiertamente islamófobo para no pocos lectores, lo marcó. El autor, que obtuvo la nacionalidad francesa, tiene un relato de Argelia que convence más a la derecha que a la izquierda. Afirma, por ejemplo, que “todos los argelinos son franco-argelinos, ya sea por amor o por odio”. 

A todos estos argumentos para el debate y la controversia se sumó el domingo la entrevista que una televisión argelina hizo a Saada Arbane, una joven que denuncia que el libro premiado con el Goncourt cuenta su historia, con detalles que sólo podía conocer su terapeuta, que casualmente era, siempre según afirma Arbane, la mujer del escritor. De confirmarse la denuncia, claro, sería algo muy escandaloso, porque revelaría una falta de ética atroz por parte de la mujer del autor y una dudosa ética por parte del propio escritor.

Antoine Gallimard, al frente de la editorial, respondió ayer a esa acusación con un comunicado en el que decía que Houris está inspirada en hechos trágicos ocurridos realmente en la Argelia de la guerra civil de los años 90, pero que su trama, sus personajes y su protagonista son puramente ficción. También afirma que Kamel Daoud es víctima de violentas campañas difamatorias orquestadas por algunos medios próximos al régimen argelino. 

Tras ese desmentido, todo hace indicar que el último premio Goncourt seguirá dando pie a toda clase de debates, lo cual demuestra, entre otras muchas cosas, que la literatura está viva y tiene una indudable trascendencia. Eso y que Francia sigue siendo un mundo aparte en lo que respecta a la cultura, a pesar de todo. Contó el máximo responsable del jurado del Goncourt en un encuentro en el Institut Français de Madrid el año pasado que el premio no se propone reconocer al mejor libro del año, sino al que más representa a la sociedad francesa, el que mejor simboliza los debates que afronta y las cuestiones que le preocupan. Parece claro que una reacción semejante al premio le da, al menos en cierta forma, la razón. 

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