Rapa es, sin duda, una de las mejores series que he visto en los últimos años. También de las maduras. La producción de Jorge Coira y Fran Araújo para Movistar se ha despedido tras su tercera temporada, la más redonda de todas. La serie, que venía avalada por ser de los mismos creadores que Hierro, ha terminado el plena forma, sin el menor síntoma de agotamiento tras sus notables dos temporadas anteriores, y dejando la sensación de que concluye cómo y cuando quiere, pero no porque haya perdido frescura. Todo lo contrario, está más rodada que nunca.
Todo funciona a la perfección en Rapa desde su primera temporada, pero aún más en esta tercera tanda. El dúo protagonista formado por Maite, una guardia civil profesional y que descuida su vida personal por volcarse en el trabajo, y por Tomás, un antiguo profesor de literatura aficionado a la investigación de crímenes y enfermo de ELA, magistralmente interpretados por Mónica López y Javier Cámara, se convierte ahora en un terceto, ante el creciente peso en la trama de Tacho, el personaje al que da vida con frescura y mucha verdad Darío Loureiro. Y la serie gana aún más hondura con este cambio. Los tres bordan sus papeles, tiene una química que traspasa la pantalla y nunca caen en exceso dramático alguno.
La enfermedad de Tomás, decidido a acabar con su vida antes de que su deterioro físico siga avanzando, ocupa un lugar central en esta tercera temporada. A lo largo de la serie se muestra la evolución de la enfermedad y en esta tercera temporada se aborda con madurez y de forma directa la realidad de la eutanasia. Tomás no expresa sus sentimientos, como se escucha en un momento de la serie, es un incapaz emocional, pero las conversaciones con Maite y Tacho, siempre con un punto irónico, muestran sus emociones y las de su entorno, esa familia elegida, ante el inminente desenlace.
Uno de los múltiples aciertos de la serie es que la relación entre Maite y Tomás sea en todo momento de amistad, que nunca se vaya más allá. No cae la serie ni en ese ni en ningún otro riesgo de recorrer caminos trillados. Nada es estereotipado o simplista. A través de los tres protagonistas se abordan también cuestiones como las relaciones paternofiliales o el difícil equilibrio entre la vida profesional y la vida personal.
Posiblemente lo mejor de la serie es esa sutileza y esa honestidad con la que se cuenta la relación entre los tres protagonistas, esa familia elegida sin lazos de sangre, sin entregarse nunca al sentimentalismo, sin caer en el tono lacrimógeno que podría esperarse de una historia así, incluso con un evidente tono vitalista. Pocas veces se han contado tan bien, con tanta profundidad, cuestiones tan profundas. Pero es que, además, la serie es un thriller y aquí la intriga vuelve a ser doble: un caso que investiga Maite, el secuestro de la hija de una empresaria adinerada, y otro que investiga Tomás, vinculado con su pasado.
Al igual que en las relaciones personales de los protagonistas, la serie es también realista a la hora de resolver los casos. No hay investigaciones milagrosas ni detectives todopoderosos. Tampoco giros inverosímiles. La serie juega muy bien con la información que conoce el espectador antes que los investigadores. También confía en la inteligencia del espectador. A esto se suma que aparecen también personajes de las dos temporadas anteriores, menciones a sus tramas, lo que ofrece un final aún más redondo a la serie. Las investigaciones de los dos casos funcionan a la perfección y encajan muy bien con esos últimos días de Tomás antes de la eutanasia. El equilibro y la capacidad de mantenerse fiel en todo momento al tono de la serie son admirables. De Tomás, tal vez el mejor personaje de la carrera de Javier Cámara, se dice en un momento emotivo de la serie que exageraba sus defectos para que lo dejaran en paz y, por lo mismo, disimulaba sus virtudes. De Rapa, desde luego, no puede decirse que tenga defectos que exagerar, pero sí que acierta al disimular sus virtudes, o al vestirlas de un tono sereno y maduro, sin grandes alharacas, sin golpes de pecho ni excesos. Y es justo eso lo que la convierte en una serie excepcional.
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