Suburbia, la construcción del sueño americano

 


Al salir de ver Suburbia, la construcción del sueño americano, la fascinante exposición del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, pienso que no sé bien por dónde empezar esta crónica. Y no lo sé porque son tantos y tan estimulantes y sugerentes los temas abordados en la muestra, tantas las historias, tan originales los enfoques, que siento que no será fácil hacerle justicia. Es una exposición que sorprende y que aborda en profundidad pero de un modo muy didáctico y atractivo uno de los grandes símbolos de la hegemónica cultura estadounidense.


El punto de partida de la exposición es claro: explorar los orígenes, el desarrollo y el impacto en la cultura y el modo de vida occidental del gran ideal urbanístico de Estados Unidos, la vivienda unifamiliar en propiedad. Si saliéramos a la calle y preguntáramos a la gente que pasa cuál es la primera imagen que se le viene a la cabeza si se le pide pensar en el modelo de vivienda más habitual en Estados Unidos, muy probablemente la mayoría mencionaría esas viviendas con jardín vistas hasta la extenuación en las películas y las series. Acertaríamos. Según los datos que se pueden ver en la propia exposición, las viviendas unifamiliares representan el 75% de las zonas residenciales y sólo el 6,8% de la población vive en áreas urbanizadas con distancias salvables a pie


Podríamos pensar que muy bien, que se trata de una cuestión urbanística y arquitectónica, y ya. Pero la planificación urbana nunca es algo irrelevante, siempre tiene una influencia en la sociedad, en la política y en la cultura. La exposición explica que la aspiración de poseer una vivienda en propiedad y un pequeño terreno es una aspiración que ya tenían los primeros colonos en Estados Unidos. Su auge en el siglo XX fue promovido de forma directa por las autoridades, entre otras razones, porque, como dijo el presidente estadounidense F. D. Roosevelt, “un país de propietarios, de personas que poseen una participación real en su propia tierra es inconquistable”. 


El desarrollo del tranvía y también de las autopistas para que el Ford T tuviera por donde circular contribuyó a que más y más personas, también de clase media y humilde, persiguieran el sueño americano de tener su casa en propiedad. Aunque suene loquísimo, parte de ese crecimiento se debió al boom de las casas prefabricadas que se compraban en catálogo y se enviaban por correo. Todo el mundo quería vivir en su barrio residencial. General Motors promovió vídeos y documentales que hablaban de las bondades de ciudades conectadas por carreteras y barrios residenciales lejos de la ciudad. El regreso de los soldados que combatieron en la II Guerra Mundial terminó de impulsar este tipo de viviendas. 




Bien, ¿y cuál es el problema? ¿Qué tiene de malo que todo el mundo aspire a su casa unifamiliar cerca de la naturaleza y alejada de la ciudad? La exposición adopta una mirada crítica y expone algunas de las razones para mirar esta construcción del sueño americano con escepticismo. Entre otros enfoques interesantes, la muestra se fija en el impacto que este modelo de viviendas tuvo en las mujeres. Básicamente, ellas debían ser las perfectas esposas, las que esperan al marido en casa con la comida lista y todo perfectamente ordenado y limpio, la que cuida de los niños. Betty Friedan definió el estado de las mujeres en aquellos barrios residenciales como “el problema que no tiene nombre” en La mística de la feminidad, publicado en 1963. Diez años después, Ira Levin publicó Las poseídas de Stepford, una sátira del machismo en la que plantea un futuro alternativo en el que las mujeres son sustituidas por robots que lograban ser siempre las perfectas madres y esposas. 


Al pasear por la exposición recordé la película Suburbicon, dirigida por George Clooney con guion de los hermanos Coen. La película, inclasificable, entre la crítica social y la sátira, cuenta la historia de un barrio residencial en los años 50 en Estados Unidos donde reina aparentemente la placidez y la armonía hasta que una familia negra empieza a vivir ahí. En la muestra también se muestra esa discriminación racial. Los soldados afroamericanos que volvían de la guerra no tenían derecho a acceder a los préstamos hipotecarios que sí recibían sus homólogos blancos. Hubo disturbios en barrios residenciales por el rechazo a la llegada de familias afroamericanas. 



Lejos de perder el interés, el tramo final de la exposición es especialmente apasionante. Contemplamos fotografías que reflexionan sobre los temores en estos barrios residenciales, así como el problema de las armas y la violencia en Estados Unidos. No faltan menciones al cambio climático y el impacto medioambiental de esta dispersión tan grande de la población en aquel país. También se estudia el impacto de este modelo de vida americano en Europa. Otro de los muchos enfoques apasionantes  de la muestra es el relativo al cambio sociológico de esos barrios residenciales en Estados Unidos. En las elecciones de 2020, Trump dijo expresamente durante la campaña que se centraría en las esposas que son amas de casa en estos barrios. Hay analistas que creen que ese enfoque rancio dañó sus opciones de reelección, ya que la realidad en esos barrios es muy distinta a esa mirada estereotípica de los años 50. Hay mucha más población afroamericana y de otras minorías. Un cambio que no hará más que crecer, ya que se estima que en 2044 los blancos perderán su hegemonía en Estados Unidos en favor de la suma de hispanos, afroamericanos, asiáticos y otras minorías. 


Un vídeo con menciones a la Inteligencia Artificial y a la confusión entre la palabra “Suburbia”, esos barrios residenciales de Estados Unidos, y “suburbio”, que tiene otras connotaciones bien distintas, pone punto final a una exposición que podrá verse hasta septiembre en Barcelona y que merece mucho la pena. Una exposición reflexiva, crítica, sugerente, entretenida y de la que uno sale con una buena lista de películas, libros, personajes e historias en las que profundizar. 

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