Monique s’évade


En Lucha y metamorfosis de una mujer, Édouard Louis contaba la historia de su madre y cómo decidió romper con su padre y afrontar una nueva vida tras años aguantando sus desplantes. Al final de ese libro, Monique, la madre del autor, terminaba viviendo en París con un hombre, su nueva pareja. La historia no terminó ahí. El autor francés acaba de publicar Monique s’évade, un libro del que no me había enterado y que encontré por sorpresa en Sant Jordi en Barcelona, en su edición original en francés. Lo he disfrutado muchísimo. Dice al final de la obra el autor que nada que haya hecho hasta ahora en literatura le ha procurado tanta felicidad. Es su libro más luminoso y, desde luego, uno de los más disfrutables también para el lector, sin perder ni un ápice de su espíritu crítico y su capacidad de plantear reflexiones agudas sobre la sociedad desde vivencias íntimas. 

Igual que en las obras anteriores, el autor convierte en literatura su propia vida y la de su familia. Entiende la literatura como una forma de reflexionar sobre el mundo, el desclasamiento y las injusticias. Hay quien tiene cierto recelo ante la literatura autobiográfica, porque piensan que es un acto de ombliguismo, puro ego del autor. En realidad, autores como Louis demuestran que su propia vida puede ser el mejor argumento literario y que de una experiencia personal se puede levantar una historia atractiva, reflexiva y emocionante que trasciende la vida del autor e interpela directamente a quien lee la novela. Siempre, además, con un enfoque crítico. Además, yo soy de los que cree que en el fondo todo es ficción, empezando por eso que llamamos realidad, y que incluso en el relato más fantasioso y aparentemente alejado de nuestro día a día hay también mucha verdad, porque ahí están nuestros miedos o anhelos. Todo es ficción y todo es verdad. Lo que importa es que esté bien escrito, que zarandee al lector, que nos diga algo. 


El libro comienza con un pasaje poderoso. El autor recoge una llamada nocturna de su madre. Él está en Atenas por motivos laborales, ella le llama desde París. Le cuenta que no puede más, que su pareja está insoportable. Ha bebido, grita, la insulta. A distancia, el autor la convence para abandonar esa casa e ir temporalmente a su apartamento. El autor pide desde Atenas un taxi que permita escapar a su madre, habla con un amigo suyo para que le dé las llaves de su casa y algo de dinero, le encarga comida a domicilio, le ayuda a buscar un nuevo hogar. Es preciosa la forma que tiene de contar aquellos días de huida e incertidumbre


“Nada une más que una desgracia común”, escribe el autor, que se acerca más que nunca a su madre y que incluso retoma, años después, la relación con su hermana. El autor, que y en su anterior obra sobre su madre mostraba un interés por saber de dónde venía, cuál había sido su vida, reflexiona aquí sobre la ausencia de libertad real en la vida de su madre. Siempre a cargo de un hombre y de sus hijos, nunca libre de verdad. Le encarga comida a domicilio, comidas que nunca había probado, como platos libaneses. Es una pequeña venganza. Contra el destino, contra las penurias que pasó a lo largo de su vida, contra el patriarcado, contra el sistema que impide ser independiente si no se tiene autonomía económica. 


Édouard Louis busca siempre en su libro una precisión del lenguaje. Son obras crudas, directas, que llaman a las cosas por su nombre. Por eso, deja de hablar del hombre con el que vivió su madre para decir cada vez que lo menciona que es el hombre con el que habitó, porque vivir no es sólo compartir un espacio, vivir es disfrutar, sentirse libre, no tener miedo, ser uno mismo. 


Su madre abandona esa casa y deja allí dentro todo. No tiene ingresos económicos. No tiene carnet de conducir. No tiene nada. Esto da pie al autor a reflexionar sobre la incapacidad de huir en casos de maltrato sin independencia económica. Establece un paralelismo claro entre la vida de su madre y Una habitación propia, de Virginia Woolf, en el que la autora escribía sobre el papel de la mujer, pero en el que hablaba de cuestiones materiales: un espacio en el que vivir, una renta mínima de 500 libras que la haga independiente. “Woolf ya había comprendido, hace cien años, que la libertad no es un asunto estético y simbólico, sino un tema material y práctico. Que la libertad tiene un precio”. 


El autor cuenta que, generalmente, cuando la gente rica dice que no tiene nada en realidad siempre tienen algo más. Contactos, propiedades, posibilidades de reinventarse. La gente pobre como su madre no tiene nada de verdad. Nada en absoluto. Es más, recuerda momentos de su infancia en los que su madre le regañaba por merendar de más o por gastar demasiado papel higiénico. Entonces el autor se lo tomaba como un ataque, no lo entendía. Tardó años en comprender que en realidad era una cuestión de necesidad económica. Sencillamente, si merendaba, no habría comida para la cena. 


El libro es bellísimo porque el autor afianza más y más la relación con su madre, muy malherida por el rechazo de su madre a la homosexualidad del escritor en su infancia y adolescencia, también porque ella sintió como una traición que él publicara el impactante Para acabar con Eddy Bellegeule, en el que hace una década el autor contó su propia huida de un pueblo en el norte de Francia donde no podía ser el mismo. Esas heridas se van restañando, el autor siente que necesita ayudar a su madre, estar a su lado, servirle todas esas venganzas contra la mala vida que tuvo, contra las imposiciones que siempre la condicionaron y la impidieron ser ella misma. 


En la segunda parte del libro el autor relata un viaje a Alemania junto a su madre para asistir a una representación teatral sobre su vida, basada precisamente en Lucha y metamorfosis de una mujer. Son unas páginas también muy emocionantes, bellísimas. Leemos que es el primer viaje en avión de su madre, su primera noche en un hotel, su primera visita a un país extranjero. “Una sucesión de primeras veces. Una guerra contra un ejército de nuncas”, escribe el autor, que afirma que “la libertad es una revancha”, así como Ernaux escribe para vengar a su clase social. Un libro, otro más, fascinante, otro ejemplo más de cómo Édouard Louis construye con maestría, atrevimiento y honestidad una obra literaria con retazos de su propia vida y la de los suyos, literatura llena de verdad, que mancha, emociona, agita, remueve. Literatura de primera. 

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