Perfect Days

 

Hay una escena de Perfect Days, la maravillosa película de Wim Wenders, en la que su protagonista dice que hay muchos mundos dentro de este. Hay un mundo, por ejemplo, en el que trabajar como limpiador de baños públicos es deshonroso, el éxito se mide en función del dinero, los libros son una pérdida de tiempo y fotografiar a las hojas de los árboles mecidas por el viento, una estupidez. Afortunadamente, claro, hay otros mundos. Un mundo en el que las pequeñas cosas importan, en el que uno puede emocionarse leyendo un libro, escuchando una buena canción, dando un paseo en bicicleta o simplemente mirando al cielo soleado. Y ese mundo, el que vale la pena, en el que la vida encuentra un sentido más lírico que prosaico, es el que recrea a la perfección esta encantadora película que a muchos seguro que le parecerá lenta, pero que otros contemplamos como una auténtica joya. 


El protagonista del filme, que durante la primera hora de película no dice más de diez palabras, es un hombre callado y con un punto misterioso que trabaja como limpiador de baños públicos en Tokio. Hace su trabajo con profesionalidad y esmero, pero su vida está más allá de su empleo. La película, que se toma su tiempo para contar la historia, muestra la rutina de este hombre, al que da vida con maestría Kôji Yakusho. Siempre igual. El café que saca de una máquina de refrescos situada frente a su casa, la sonrisa al salir a la calle y mirar al cielo, la selección de la cinta de cassette que escuchará en el trayecto en coche hasta el trabajo, la comida en un parque, su cena en el mismo local antes de volver a casa, su ratito de lectura antes de que le venza el sueño... 

La película, rodada con una extraordinaria belleza y que invita a viajar a Tokio con urgencia, refleja una forma de estar en el mundo. Su protagonista es alguien de cuyo pasado nada sabemos. Desconocemos qué le llevó hasta ese momento, pero sí transmite una serenidad y una paz admirables. Afronta la vida con una especie de estoicismo, elige habitar el mundo con una actitud fabulosa. Disfruta cada pequeño placer, es meticuloso a su manera, de dirige a los demás con cortesía, no tiene relaciones personales muy estrechas, pero tampoco parece necesitarlas, abraza su soledad, porque en realidad no está solo, no puede uno estar solo si tiene a su alcance libros, música, aficiones como asideros, no puede estar solo con esa disposición a celebrar la belleza, a disfrutarla como hace él

La banda sonora del filme, copada de temas clásicos de Lou Reed, The Animals, Patti Smith o los Rolling Stones, es otro de sus puntos fuertes. Su protagonista escucha estas canciones en cintas de cassettes, sí. No sabe lo que es Spotify. No lo necesita. Vive en otro mundo, sí, en el que no necesita estar al día de todo ni seguir modas, tampoco gastar dinero constantemente. Su gran lujo cada fin de semana es acudir a una librería de segunda mano y comprarse una novela. Y no necesita mucho más. 

En efecto, el protagonista de Perfect Days sabe bien que hay muchos mundos dentro de éste y que el que él habita, con la compañía de sus cintas, sus libros y sus fotos de las hojas de los árboles mecidas por el viento, le aporta una serenidad absoluta. Es también muy interesante la forma en la que se relaciona con quienes habitan otro mundo, como su compañero, un joven con pocas luces, o su familia. Perfect Days, en fin, está llamada a ocupar en nuestras vidas un papel similar al que ocupan en el de su protagonista los libros y las canciones que escucha, una de esas razones para celebrar la vida y aislarse un poco del mundanal ruido. 

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