Te estoy amando locamente

 

Lo único malo de Te estoy amando locamente no tiene nada que ver con la película y es el hecho de que resulte tan necesaria en el año 2023. Lógicamente no es un defecto del filme de Alejandro Marín, absolutamente maravilloso, sino de nuestra actual sociedad y del temible y espantoso auge de los discursos de extrema derecha que cuestionan los avances en igualdad y diversidad en la sociedad española en las últimas décadas. “Las cosas están cambiando pero no han cambiado todavía”, se escucha en un momento de la película. Muchas cosas han cambiado para bien desde entonces, claro, pero no hemos llegado al final del camino aún y hay quien está empeñado en que retrocedamos, en que la sociedad no cambie todavía tanto como debería. 


La película, luminosa, reivindicativa, divertida, tierna, es una auténtica gozada no apta para retrógrados y muy disfrutable para el resto de las personas, es decir, para la inmensa mayoría de gente capaz de disfrutar de historias emotivas. Es un bello ejercicio de memoria que recuerda el nacimiento del Orgullo en Sevilla, las primeras marchas por la diversidad en la entonces muy conservadora capital andaluza. El cine español ya tiene su Pride, aquella deliciosa película sobre la alianza entre los mineros en huelga contra el gobierno de Thatcher en el Reino Unido y los miembros de asociaciones LGTBI que defendían sus derechos. Cuando hablamos de la importancia de los referentes en el cine nos referimos exactamente a películas como ésta que por fin cuentan historias que ocurrieron hace décadas pero que nadie antes había contado, historias desde los márgenes que nos ayudan a comprender de dónde venimos y que rinden el merecido tributo a quienes nos abrieron el camino. 

Suena todo muy intenso y solemne, pero ya desde el título, Te estoy amando locamente es de todo menos solemne. La película es una fiesta. Acierta en todo momento con el tono y con el punto de vista desde el que cuenta la historia, siempre desde la mirada del joven protagonista a quien da vida un magnífico Omar Banana. Se sabe diferente. Estudia para ser el primer miembro de su familia en ir a la universidad y para convertirse en abogado, pero él en realidad quiere cantar, fantasea con ir a un programa de talentos de la televisión. El joven vive con su madre (soberbia Ana Wagener), quien lo adora pero que tiene pavor a que su hijo sea distinto, a confirmar eso que le dicen con desprecio, que es de esos, que es maricón. 

La película destaca por su sensacional reparto, que completan, entre otros Alba Flores, Jesús Carroza o Lola Buzón. Hay varias escenas fantásticas en el filme que muestran bien el clima irrespirable de aquellos años en los que el franquismo, supuestamente, ya no existía y en el que en teoría España era una democracia, pero no para todos, no desde luego para las personas LGTBI. En una de esas escenas, sutilísima, se ve cómo el joven echa una carta a un buzón de correos y lleva dos sellos, uno con la cara de Franco y otro con el del joven rey Juan Carlos. El retrato de Franco se ve también en el cuartel de la Guardia Civil. Lo dicho, las cosas estaban cambiando, pero no habían cambiado todavía. 

Te estoy amando locamente se sostiene en muchos pilares, todos ellos sólidos, extraordinariamente bien construidos. Las interpretaciones, lo dicho, es uno de ellos. También la forma en la que se muestra la relación del joven con su madre y el retrato al activismo de aquel tiempo, a aquellas valientes que dieron un paso adelante y pusieron la cara, sabiendo que se la partirían. Gente a la que le debemos mucho hoy y gente por cuya memoria también hay que luchar contra cualquier atisbo de retroceso en derechos que algunos patanes pretendan imponernos en pleno siglo XXI. 

La película muestra bien la familia elegida, los cuidados de esas personas que se sabían diferentes y se juntaban para defender sus derechos, empezando, por supuesto, por el derecho a existir, a ser felices, a disfrutar de la vida. Por eso, pese a contar una historia dura, es una película vitalista, luminosa y optimista. A un lado, gente gris que odia toda diferencia; al otro, personas felices que no se callan ni se esconden, que sólo disfrutan y viven la vida, que son ellas mismas. El blanco y negro frente al arcoíris. Pocas escenas más reveladoras del dramático contraste entre los tristes retrógrados y las felices personas LGTBI que una en una boda casi al comienzo del filme en la que el joven protagonista lo da todo bailando. Es feliz, está disfrutando, pero un grupo de chicos se ríe de él por su forma de bailar. Ahí, exactamente ahí, está el contraste atroz entre la amargura y la felicidad, entre el odio y la alegre defensa de ser uno mismo. Y ahí, justo ahí, está la demostración de quién se encuentra en el lado correcto de la historia y quién en el equivocado. Te estoy amando locamente, en fin. es una película extraordinaria que, ambientada en los tiempos de la Transición, nos apela directamente en este presente gris y lleno de nubarrones. 

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