Company

Un poco al estilo de aquella frase de Casablanca, “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, podríamos decir que el mundo se derrumba, con guerra y toda clase de miserias y malos augurios alrededor, y se reabren teatros. La vida se abre paso. Antonio Banderas, que decidió hace unos años poner en marcha la bendita locura del teatro El Soho en Málaga, porque “abrir un teatro es la forma más romántica de arruinarse”, protagoniza ahora en Madrid la reapertura del Teatro Albéniz, clausurado en 2008, con una obra estrenada en su centro malagueño, Company, el musical de Stephen Sondheim que nunca antes se había representado en España. 


Company tiene mucho de acontecimiento teatral. Por la reapertura del histórico teatro madrileño, que es una fantástica noticia. Porque demuestra la admirable apuesta por la excelencia del proyecto teatral de Banderas. Esta representación, que se estrenó antes en El Soho de Málaga, presenta a 14 intérpretes en escena y a una más que notable orquesta que interpreta en directo todo lo que suena en la función, sin partes pregrabadas. Que alguien con la trayectoria de Antonio Banderas decida poner en marcha un proyecto así es realmente admirable, una maravillosa rareza. Qué manera más bella de complicarse la vida. Esta obra es también un acontecimiento teatral porque es el propio Banderas quien se pone al frente de la obra y es el protagonista absoluto, mostrando una calidad vocal y un nivel de compromiso extraordinario. Está en plena forma. Y también, claro, es maravilloso que la creación teatral en nuestro país no se centre sólo en las dos grandes ciudades, Madrid y Barcelona, y que Málaga se haya convertido en tiempo récord gracias al Soho en un importante centro creador. Para las obras del Soho, Madrid y Barcelona son parte de la gira, no su destino ni su centro.  


Además, Company es un tipo de musical que no estamos demasiado acostumbrados a ver en España. Y yo he visto unos cuantos, porque soy muy aficionado al género. Es un musical sobre las relaciones humanas, la madurez, la amistad, el compromiso. Con más peso de la trama y más calidad narrativa que la mayoría de las obras musicales que llenan la cartelera estos últimos años en Madrid. No es un musical familiar, ni la traslación al teatro de una película, ni tampoco una obra basada en las canciones de un grupo o cantante, en cuyo caso generalmente el componente musical está por encima de la trama y de la interpretación. Aquí ambas partes, la música y lo narrativo, están muy cuidadas y se aprecia más cuidado en la trama y en las formas narrativas de lo que es habitual en el género. 


Banderas, presente en el escenario en todo momento, da vida a Robert, el eterno soltero de un grupo de amigos en el que todos se han casado y él se resiste, en parte por miedo al compromiso, en parte porque disfruta de esa vida ligera de fiestas, cenas, encuentros y disfrute que vive en Nueva York. En la obra, Robert recuerda escenas del pasado, se ven distintas conversaciones con su nutrido grupo de amigos y mira al pasado con nostalgia. Ese grupo de amigos tiene de todo, desde una pareja feliz hasta otra que está a punto de divorciarse, una en la que ella está más bien desencantada con la vida en general y con las relaciones de pareja en particular u otra en la que ella duda hasta el último momento si se casa o no con su novio, que es sencillamente perfecto, dulce y comprensivo en todo momento, demasiado perfecto. 


La obra puede leerse como una reivindicación del amor y de la vida en pareja, pero desde luego no lo dulcifica en absoluto. Se muestran distintas realidades de la pareja y, en cierta forma, también se refleja lo pesados y algo paternalista que se muestran algunos de los amigos de Robert con su decisión de aferrarse a la soltería. También se reflexiona sobre lo que es la vida en pareja, que desde luego no tiene por qué ser sinónimo de perder la libertad. Se refleja igualmente la importancia del sentido de pertenencia a un grupo de amigos, la familia elegida. Y lo que significa vivir en una gran ciudad, en este caso, Nueva York. Y aquí también se muestran distintas miradas, desde una chica que adora la ciudad y la asocia a lo mejor de la vida, la ligereza, la alegría de vivir, los encuentros, hasta otra que se siente fuera de lugar en la gran manzana y decide buscar un lugar más tranquilo en el que vivir y disfrutar de las pequeñas cosas.  


La escenografía de Alejandro Andújar, que nos traslada a Nueva York y que cuenta con una plataforma giratoria en el escenario que da mucho juego durante toda la función, es otro de los puntos fuertes de la obra. La función, que cuenta con el propio Banderas como director y con Arturo Díez Boscovich como director musical, tiene entre su equipo artístico a Borja Rueda (coreografía), Juan Gómez-Cornejo y Carlos Torrijos (iluminación) y Antonio Belart (vestuario), entre otros. En cuanto al reparto, acompañan con muy nivel a Banderas, que impresiona realmente por su calidad interpretativa y por su potencia al ganar, entre otros, María Adamuz, Albert Bolea, Lorena Calero, Javier Enguix o Julia Möller.


Company, en fin, es un musical extraordinario, la mejor forma posible de reabrir tanto tiempo después el Teatro Albéniz en Madrid. El mundo se derrumba en medio de una guerra y nosotros reabrimos un teatro en la calle de la Paz. 

Comentarios