Balón amarillo, bandera arcoíris

 

Por fortuna para el conjunto de la sociedad y para desgracia de los retrógrados más recalcitrantes, la visibilidad y la representación de personas LGTBI en distintos ámbitos de la sociedad es cada vez mayor. Sencillamente, porque existimos, claro, porque la sociedad no es ni nunca fue ese mundo alérgico a la diversidad que durante demasiado tiempo se ha mostrado por todas partes como la realidad. Pese a todos los avances, hay que mantener la guardia alta, dada la tenacidad de quienes buscan retrocesos en materia de igualdad. Además, hay entornos en los que la diversidad sigue bien metida en el armario, como el mundo del deporte profesional. Son poquísimos los deportistas de élite LGTBI que han hablado abiertamente de su orientación o identidad sexual. El primer deportista español gay que salió del armario, el jugador de waterpolo Víctor Gutiérrez, cuenta ahora en el libro Balón amarillo, bandera arcoíris, su experiencia personal, el camino que recorrió hasta que decidió salir públicamente del armario en la revista Shangay y su compromiso con la diversidad en el deporte. La obra, editada por Libros Cúpula, es realmente interesante y ayuda a ofrecer valores a jóvenes LGTBI que siguen sin encontrar referentes y también a reflexionar sobre el porqué de lo retrasado que ha quedado el mundo del deporte en los avances en esta materia. 

El autor incide mucho en la absoluta falta de referentes que tenía en la infancia y adolescencia, cuando empezaba a sentirse atraído por otros chicos, cuando ya había recibido el insulto de "maricón" antes incluso de conocer él mismo su orientación sexual. En el libro, muy honesto y valiente, Gutiérrez explica que la simple presencia de personas LGTBI en programas de cotilleo en televisión o, más adelante, el personaje de Fer en la serie Física o Química, fueron trascendentales para él, porque lo que no se visibiliza es como si no existiera, porque todo joven LGTBI necesita saber que no está solo, que hay más personas como él.

Desde muy joven muestra su pasión por el waterpolo, al que se dedica profesionalmente. Habla con mucho cariño del deporte y de todo lo que ha aprendido en él, pero también reconoce que durante mucho tiempo buscó en el aplauso que recibía por su desempeño en la piscina una especie de legitimación. Sabía que una parte de él no era socialmente aceptada, que debía disimular, hacer ver que era un mujeriego y todo lo demás, pero en la piscina podía sentirse reconocido. Tampoco se libró de miradas de desprecio e insultos en la práctica deportiva, pero durante un tiempo encontró un cierto equilibrio por el que pagó el precio de no ser él mismo. 

Es muy conmovedora la conversación en la que le cuenta a su amigo y compañero de equipo Diego que es gay, y también cómo se lo cuenta a su madre. Describe la universidad como una experiencia liberadora, en especial cuando puede salir de fiesta con un grupo de nuevos amigos por Chueca, muy de cuando en cuando por las exigencias de sus entrenamientos. Gutiérrez cuenta que la primera vez que le ofrecieron salir públicamente del armario en la revista Shangay lo rechazó y cuenta el proceso de reflexión hasta que decide dar el paso, convencido de que con ese gesto valiente podría ayudar a otras personas, podría ser ese referente que a él le faltó

El libro de Víctor Gutiérrez, que termina con el relato de su llegada al puesto de secretario LGTBI del PSOE, también incluye interesantes pasajes en los que se pregunta por qué el deporte sigue tan atrasado en materia de diversidad. Entre  otras cuestiones, señala a la responsabilidad de equipos, patrocinadores y federaciones, no sólo de los deportistas, en ocasiones, la parte más vulnerable. El reciente Mundial de fútbol en Qatar, país donde las mujeres, los trabajadores inmigrantes y las personas LGTBI son ciudadanos de segunda, es un buen ejemplo de esa hipocresía que impera por desgracia en el deporte profesional y que impide crear espacios seguros para que los deportistas compartan abiertamente su orientación o su identidad sexual. El autor se acuerda también de otros deportistas LGTBI como la tenista Martina Navratilova, que fue pionera al vivir abiertamente como mujer lesbiana, pero que tristemente ha tenido en los últimos años declaraciones de odio contra los deportistas trans. En España, recuerda los casos del nadador Carlos Peralta, el judoca Marc Fortuny o la boxeadora Vanesa Caballero, quien recibió inicialmente el rechazo de su familia. El deporte tiene mucho que avanzar hacia la igualdad plena y real. Ejemplos valientes como el de Víctor Gutiérrez y libros como Balón amarillo, bandera arcoíris, deberían contribuir a abrir ese necesario camino hacia la diversidad.

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