Reencuentro con París (II)

 

En el libro que citaba ayer, La biblioteca de París, se lee queParís es una ciudad que te habla, una ciudad que siempre va tarareando su propia canción". Con más turistas, más tráfico y más obras, esa melodía sigue sonando en la capital francesa, basta con tener la disposición adecuada para escucharla. París no deja de sorprender. Una pandemia después, al fin me reencuentro con la ciudad. Y París seguía ahí. Y sigue exactamente como la recordamos. París forma parte de ese muy selecto grupo de ciudades legendarias en las que la realidad material importa lo justo, porque uno al caminar por sus calles lo hace en realidad por sus mitos y leyendas, por su historia. La realidad importa lo justo, pero es que resulta que el París real, no el imaginado, el soñado o el venerado, es cada vez más impresionante y asombroso.


Una de las primeras cosas que llama la atención al volver a París es que se aprecia una decidida apuesta por la bici, por avanzar hacia una ciudad más humana. Hay zonas de París que, en apenas cuatro años, han cambiado por completo. Si se quiere, se puede. Ninguna gran ciudad está condenada a ser un infierno de asfalto invadida por los coches. Sólo hace falta tener voluntad real. Parece claro que en París existe esa voluntad política y que los ciudadanos parecen haberla abrazado. El uso de la bici, ya digo, está mucho más extendido, hay más carriles bici que nunca. En cierta forma, el barrio de La Villette es paradigma de eso. Una zona llena de espacios verdes, zonas peatonales y bicicletas. Un lugar delicioso, al que llegamos tras un crucero por el canal Saint Martin. Precioso. Un oasis en medio de la siempre saturada ciudad. 

Otro oasis al que siempre hay que volver son los Jardines de Luxemburgo, que encontramos tan bien cuidados como siempre, con sus sillas para el público, incluidas esas que están un poco reclinadas e invitan a la siesta o a la contemplación. A este lado de la ciudad, en la rivera izquierda, es obligado también pasar frente al Panteón de los hombres (y algunas pocas, demasiado pocas todavía) mujeres ilustres. Y, por supuesto, también disfrutar de ese ajetreo y esa actividad constantes del Barrio Latino, uno de mis preferidos de la ciudad. A este lado de la ciudad también está el Museo de Orsay, uno de los más impresionantes de la ciudad, antigua estación de tren. 

Siempre que visito París recuerdo lo que leí sobre las críticas que en su día recibió la Torre Eiffel. Se recibió como un pastiche, una mole de hierro que no tenía sentido ni estética. Hoy es la gran referencia de la ciudad, su emblema más reconocido. Cuando uno se deja perder por las calles de París, porque las calles de París están para dejarse perder por ellas, siempre aparece, antes o después, la Torre Eiffel de fondo, como referencia, desde cualquier lugar, sea a la izquierda o a la derecha del Sena, se esté más o menos cerca, de noche o de día. Ahí está siempre, no hay que ir a buscarla, porque siempre te encuentra. 

Los Jardines de las Tullerías, frente al Louvre, también son un lugar al que volver una y otra vez. Como la plaza de la Concordia, el Grand Palais o el Palacio de Tokio. De este viaje traigo también un gran recuerdo de la Iglesia de la Madeleine, que es una iglesia católica, pero que tiene apariencia de templo griego, porque así lo ordenó Napoléon Bonaparte, que buscaba así erigir un monumento para ensalzar a la gloria de la armada francesa. 

No había visitado aún la Sainte-Chapelle, cuyas vidrieras y cuya historia son impresionantes. Uno siempre se fija en lugares que le habían pasado desapercibidos antes, como la plaza de México, por ejemplo, o el jardín del museo de la moda de París. Me sorprendió también el Grand Palais Éphémère, situado frente a la Torre Eiffel y a la Escuela Militar (otro edificio imponente), que acogerá las exposiciones del Grand Palais hasta que éste reabra sus puertas en 2024. Ese año será especial para París, ya que la ciudad acogerá los Juegos Olímpicos. Los aros olímpicos ya decoran la fachada del ayuntamiento de la ciudad, dispuesta a sumar nuevos hitos a su legendaria y luminosa historia. Quienes adoramos París estamos deseando vivirlos y celebrarlos en sus calles. 

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