La crónica francesa

 



Siento una atracción especial e irrefrenable por las películas que despiertan opiniones muy enfrentadas, las que fascinan o espantan, las que no dejan indiferente al espectador. Incluso cuando no me gustan, me atraen. Porque creo que esa capacidad de despertar grandes pasiones o enormes odios, de deslumbrar o resultar insufrible, es una cualidad que sólo está al alcance de las auténticas obras de arte. Son este tipo de películas las que conectan al cine con su vertiente más artística. Porque en el arte no entra el consenso ni la ausencia de debate, porque una auténtica obra de arte no despierta jamás entusiasmo unánime. Las películas que provocan esta división de opinión tan marcada serán mejores o peores, pero al menos logran generar debate, consiguen algo que no logran filmes más convencionales. Son películas ante las que uno no termina del todo de tener claro lo que está viendo ni qué pensar sobre ellas. Son películas que valen la pena. Películas personalísimas, con alma y carácter, imposibles de imitar. La crónica francesa, que Wes Anderson estrenó el año pasado y que ahora puede verse en Disney Plus, es una de esas películas
Por dejarlo claro de entrada, me ha encantado la película. Es un delirio maravilloso, en el todo está controlado hasta el detalle. Una locura muy racional, muy bien diseñada. Una película extravagante, con la firma de su autor en cada plano. Una obra de una imaginación deslumbrante, visualmente excepcional, llena de hallazgos. Una película, sí, ante la que la indiferencia no es una opción. Te gustará o te horrorizará, pero seguro que no te dejará frío. Una rareza portentosa. 

En fondo y forma, la película es fascinante. Se ambienta en la redacción de una revista semanal estadounidense en una ficticia ciudad francesa en el siglo XX. La estructura del filme toma prestada la propia estructura de las revistas de este tipo, con reportajes y crónicas de los más diversos temas. El director del medio, al que interpreta Bill Murray, edita los textos que le envían sus autores y colaboradores, relatos que de alguna forma se escriben en la pantalla. La película, presentada como un canto de amor al periodismo, lo es en realidad a la necesidad de los seres humanos de contar historias. Es un homenaje al relato, a las capacidades infinitas de la palabra

La obra está llena de humor pero, desde luego, no es un humor facilón ni obvio. Se divide en varias historias cruzadas, cuyo único hilo conductor, además de la extravagancia y del cuidado formal con el que están contadas, es que aparecen en el número de la revista. El elenco es de esos que abruman. Además del citado Murray, aparecen en la pantalla, entre otros, Benicio del Toro, Frances McDormand, Jeffrey Wright, Adrien Brody, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Léa Seydoux, Owen Wilson, Mathieu Amalric, Lyna Khoudri... 

Al igual que las revistas semanales con temas de actualidad de toda clase y condición, aquí se habla de arte, de pasiones humanos, de revueltas políticas, del inconformismo adolescente, de crímenes, de venganzas y traiciones, de gastronomía (o algo así), de recuerdos pasados, de mitos, de los suburbios de la ciudad... Son distintas viñetas, piezas que componen un todo, sin mayor conexión entre sí que la que tienen, en efecto, los distintos reportajes de una publicación semanal. Se alterna el color con el blanco y negro. También aparece la animación en algún momento. Toda clase de recursos formales puestos al servicio de la historia, o mejor dicho, de las muchas historias que componen el todo de esta película, cuyo título íntegro es en realidad La crónica francesa (del Liberty, Kansas Evening Sun), un deslumbrante ejercicio de libertad creadora de Wes Anderson, un filme exquisito que jamás me atrevería a recomendar, porque puedes ser perfectamente de los que no le ven la gracia. Una película única. 

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