El buen patrón

 

Lo de Javier Bardem en El buen patrón no es de este mundo. No le faltan méritos a la la última película de Fernando León de Aranoa, que tiene un gran guión, unos diálogos afilados y muy certeros, un ritmo ágil, momentos de humor, un tono satírico excepcional, un notable reparto y una historia atractiva. Pero lo de Bardem es tan soberbio que, inevitablemente, eclipsa todo lo demás. Me cuesta incluso valorar a la película en su conjunto, porque estoy demasiado hipnotizado por la interpretación del actor protagonista. Es descomunal. Salgo del cine con ganas de hablar de la película, sí, pero sobre todo, de Bardem. Es muy interesante el tema abordado, el mundo del trabajo, y la forma en la que lo hace, no quiero desmerecer el resto de aspectos que engrandecen la película, porque todo está en su sitio, todo funciona a la perfección, pero es que Bardem y su excepcional construcción del personaje del carismático empresario Julio Blanco la que lleva el filme a otro nivel.


Todo en la interpretación de Bardem es impresionante. Los gestos, la forma de hablar, las miradas. Esa mezcla de patetismo y de arrogancia, porque da vida a un jefe tiránico y paternalista, pero también es un tipo bastante desubicado en varios momentos del filme, hasta incluso un tanto pardillo en algún caso. Todos los registros, todas las variaciones del personaje, toda su complejidad, sin caer nunca en la caricatura, son representados con una brillantez portentosa por parte de Bardem. No es que el Goya lleve ya su nombre, no es que merezca cada premio al que aspire (ojalá la película tenga suerte en su carrera hacia el Oscar a la mejor película de habla no inglesa), es que con esta interpretación se pasa el juego. Le hemos visto grandes construcciones de personajes, enormes trabajos, porque Bardem es un actor portentoso, pero en El buen patrón alcanza niveles de excelencia pocas veces vistas. 

Bardem es El buen patrón y El buen patrón es Bardem. Así lo indica su cartel promocional y así lo atestigua el hecho de que su personaje aparece en la práctica totalidad de las escenas. Hombre hecho a sí mismo, de esos que heredó el negocio de su padre, él se cree de verdad el padre de sus trabajadores, de los que dice que son su familia. Es un prohombre de una ciudad pequeña, en la que tiene buenas relaciones con todo el mundo, empezando por el alcalde y siguiendo por el director del periódico de la ciudad, al que riega convenientemente con publicidad cuando le hace falta

Uno de los grandes méritos del filme es que no cae en la caricatura de este patrón de una empresa de básculas que aspira al premio a la excelencia, nada menos, del gobierno regional, en un momento delicado para la compañía, ya que acaba de llevarse a cabo un ERE y hay un trabajador despedido que protesta a las puertas de la fábrica. El jefe se entromete hasta límites alucinantes en la vida privada de sus trabajadores. Puede que esa sea la principal denuncia del filme, o uno de ellos, porque ese tono satírico no deja títere sin cabeza y hace un retrato despiadado del mundo laboral y sus excesos. Pero, de todo lo que espanta (y resulta tan reconocible), lo más terrorífico es esa falta total de barreras entre la vida privada y la personal. Todo por la causa, por el bien de la empresa. 

Tras Los lunes al sol, esa otra obra maestra de León de Aranoa, con Bardem como intérprete también, sobre el mercado laboral, en El buen patrón cambia por completo el tono. Debo decir que yo me río menos de lo que, según leo en críticas o me comentan algunos amigos, se ríe otra gente. Hay escenas cómicas, desde luego, pero hay algo que resulta perturbador en la historia contada. Hay escapatorias hacia el humor, sí, pero suelen provocar esas risas que se quedan congeladas, que luego dan lugar a la reflexión. Eso sí, la película entretiene, no renuncia a la premisa fundamental de captar la atención del espectador de inicio a fin. Está muy bien contada y las peripecias de ese "buen patrón", a cual más enrevesada y torpe, a cual más surrealista, consiguen que uno no parpadee durante las dos horas de metraje del filme. Todo eso y, por supuesto, Javier Bardem

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