Tomás Nevinson


Leí Tomás Nevinson, la extraordinaria última novela de Javier Marías, justo en las mismas fechas en las que se cumplían años del secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA. La acción del libro transcurre, precisamente, en 1997, el año en el que la banda criminal cometió aquella atrocidad, que aparece citada en la novela. Poco después de leer el libro supe que el gobierno británico prepara una ley para hacer que prescriban todos los crímenes en el marco del conflicto de Irlanda del Norte, también muy presente en la novela, para facilitar la reconciliación. El libro reflexiona precisamente sobre la memoria de las víctimas del terrorismo y cómo, a veces, las sociedades miran hacia adelante cayendo en el olvido de aquellos crímenes. 


La novela es portentosa. Javier Marías sigue en plena forma y continúa siendo uno de los mejores novelistas vivos en lengua española. Como es habitual en sus libros, Tomás Nevinson convence y atrapa por acumulación, digamos, por la prosa cuidada y exquisita del autor, con su estilo propio, esos párrafos interminables, extraordinariamente bien escritos, el pensamiento circular de su narrador, reflexiones con poso, repetición de ideas y sucesos. De fondo, un debate ético, ¿es justificable matar a un terrorista para evitar futuros crímenes? Y cuestiones de peso, como la memoria, el perdón, la identidad o la mentira. 

Nevinson, ya retirado, es reclutado de nuevo por la inteligencia británica para una misión especial y, claro, secreta. También bastante turbia. Debe identificar quién es de entre tres candidatas una terrorista miembro del IRA, que podría haber participado en los atentados de ETA en Hipercor y la casa cuartel de Zaragoza. Su misión es localizarla y hallar pruebas para poder encausarla. Si no encontrara indicios, le cuenta su antiguo jefe, debería eliminarla. Él tiene dudas éticas desde el principio. Por el hecho de que la posible terrorista sea una mujer y también por el tiempo transcurrido desde los atentados en los que supuestamente participó. ¿Sigue siendo una amenaza? ¿Es la misma persona la mujer que propicio aquel horror y una de las mujeres a las que espía ahora en una ciudad del noroeste que el autor llama llamar Ruán?

El propio Nevinson, que nació el mismo año que Javier Marías y comparte con él algo más que su edad, reflexiona sobre esta misión y relata sus indagaciones con un cambio de la primera a la tercera persona cuando pasa a tener otra identidad falsa en esa ciudad del noroeste. Vuelve a la primera persona, incluso en un mismo párrafo, cuando habla de recuerdos, momentos en los que vuelve a ser él, Tomás Nevinson, y no la nueva identidad que ha adoptado para llevar a cabo su misión.

La novela es un enorme ejercicio literario, pero quizá es la obra más apegada a la realidad de Javier Marías, al menos, de sus últimos libros. Menciona en la novela, y no lo recordaba, la muerte de Geresta Mujika, uno de los terroristas que asesinó a Miguel  Ángel Blanco. El terrorista apareció muerto en un descampado en 1999, con un tiro en la sien y dos muelas arrancadas. El libro, en fin, aborda cuestiones relevantes, en los claroscuros de la sociedad, y analiza el poder destructor del fanatismo, al igual que los atajos que en ocasiones se toman en la lucha contra el terrorismo. 

Hay multitud de pasajes que se pueden subrayar y destacar de esta novela. Me quedo, para terminar la reseña, con estos dos, uno sobre la lealtad y el otro, sobre el fanatismo. Los dos, brillantes. 

“Todo el mundo tiene alguna lealtad depositada en algún lugar: hasta quienes por oficio o principio han renunciado a ella le reservan un hueco, normalmente tan secreto que ellos mismos pueden ignorarla y descubrirla de manera inesperada y tardía, sólo cuando se les revela. Puede ser lealtad a una sola persona, a una costumbre, a un espacio, a una ciudad; a una empresa o a una institución; a un cuerpo cuyo recuerdo se demora y no se va; al pasado, para salvar la continuidad, o al presente, para no caerse de él; a los compañeros de armas, a quienes confían en uno; a los superiores, a quienes se enorgullecen de uno aunque nunca lo digan ni lo vayan a decir”.

“En el fanatismo hay siempre entusiasmo, por eso es tan peligroso y contagioso, todo lo pinta muy simple y eso atrae a las multitudes. La templanza y la moderación no prenden, o les cuesta un mundo, años en lugar de días”.

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