El escándalo

 

Una de las funciones del cine y de la cultura en general es reflejar su tiempo. Es algo que algunos parecen llevar mejor cuando hablamos del pasado, por ejemplo, para justificar ciertos tics racistas o machistas en historias clásicas, que cuando hablamos del presente, donde parecen llevar regular que se cuenten historias distintas, con más mujeres protagonistas. Por ejemplo, mujeres que rompen el silencio ante situaciones de abuso. El escándalo, la película de Jay Roach protagonizada por Charlize Theron, Nicole Kidman y Margot Robbie, es un perfecto ejemplo de cómo el cine juega ese rol de mostrar su tiempo. No existiría esta película si el feminismo no hubiera ganado el protagonismo que afortunadamente ha ganado los últimos años. Por dos razones, porque la historia real que cuenta sólo se pudo destapar en 2016, aunque los abusos que denuncia llevaban años existiendo, y porque historias tan directas y comprometidas sobre una historia como esta con poderosos personajes reales detrás posiblemente no se habría rodado hace algunos años. 
Año 2016, un año antes del estallido del fenómeno Me Too. Gretchen Carlson (Nicole Kidman), una presentadora estrella de Fox News, el canal preferido de Donald Trump y sus seguidores, denuncia por abuso sexual al fundador y CEO de la cadena, Roger Ailes (John Lithghow). La presentadora confía en que otras mujeres de la cadena también lo denuncien, porque todos saben cómo es el proceso de selección de presentadoras de este tipo y qué ocurre cuando llama a su despacho a chicas jóvenes que quieren escalar en el canal. La película relata cómo, tras muchas dudas y mucho sufrimiento, da un paso adelante otra mujer de Fox News, Megyn Kelly (Charlize Theron), quien además venía de tener un enfrentamiento con Donald Trump por el machismo del que entonces era candidato republicano a la presidencia. 

Más allá de los aciertos y los errores del filme, que creo que hay bastantes más de los primeros que de los segundos, el gran aliciente de la película es la impresionante historia que cuenta. Es un ejemplo perfecto de hasta dónde puede llegar a convertir en tóxico un lugar el sexista abuso de poder. También de cómo las propias víctimas del abuso se sienten en ocasiones culpables, como si el hecho de haber sufrido los abusos de un depredador fuera responsabilidad suya y no del despreciable tipo. En la película se aprecia una aversión colosal al término feminista dentro de Fox News, un canal ultraconservador, en el que una de las protagonistas de la película debe ocultar su orientación sexual, porque el ambiente es asfixiante. También es doloroso ver a muchas mujeres formar el "Team Roger", para defender al jefe de la cadena, incluso cuando una veintena de mujeres han decidido denunciarlo y poner fin a su tiranía del terror y del abuso. 

El fanatismo político que intoxica el debate público en Estados Unidos, y no sólo, es otro de los aspectos más destacados de la película. Los seguidores de Trump señalan y amenazan a la periodista que se atreve a preguntar a su ídolo por su abierto y manifiesto machismo. Y, claro, las críticas a esa periodista son extremadamente machistas, porque se le ataca apelando a su físico o incluso insinuando que el día de la entrevista estaba enfadada porque tenía la regla. El deterioro de la sociedad estadounidense, que condujo a la victoria de Trump en las elecciones de 2016 y al asalto al Capitolio tras la victoria de Biden en las elecciones de 2020. Deberíamos tomar nota de los riesgos del radicalismo y del fanatismo de los que buscan en los medios de comunicación ver reafirmados sus prejuicios y demonizados a sus adversarios políticos. 

El escándalo, en fin, es una película hija de su tiempo. Y es esperanzador que así sea. Porque la película habla de la valentía de mujeres que rompen el silencio y terminan con años de abusos de un tipo que trata a las mujeres como objetos. El filme tiene un tono combativo y toma partido, sí, algo que imagino que sólo molestará a quienes prefieran ponerse del lado del acosador y no de sus víctimas. 

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