El racismo mata

Las palabras nunca son inocentes, incluso cuando las usamos de forma inconsciente, o especialmente en esos casos. Parece que nos cuesta llamar atentado terrorista al atentado terrorista de ayer en Hanau, en el que nueve personas fueron asesinadas por un terrorista xenófobo. No hay hashtag que diga que todos somos Hanau, ni “PrayForHanau” ni nada de eso. Tampoco programas especiales de las televisiones desde el lugar de los hechos, ni corren ríos de tinta sobre el ataque. Las palabras no son inocentes y la reacción a las noticias, tampoco. Bien está abordar con cautela actos criminales que deben ser investigados. Pero siempre, no sólo según nos interese. Esa cautela debe ser un principio de acción general, no puede depender del color de piel del atacante ni de sus motivaciones.


Nos apresuramos a condenar los atentados yihadistas mientras nos cuesta siquiera llamar por su nombre a los atentados xenófobos causados por seguidores de la extrema derecha. El odio mata.  Es así de simple. Todo el odio, incluido el que dirigentes de ultraderecha vomitan cada vez que tienen ocasión o el odio con el que sus seguidores inundan desde hace años foros de Internet racistas y extremistas, no menos peligrosos que los foros de Internet de yihadistas. No se trata de comparar atentados, sino de entender una obviedad: cualquier crimen de odio es repugnante y se debe condenar y atacar con la misma firmeza. Cualquiera. Nada diferencia al yihadista que asesina del racista que mata a inmigrantes. Nada. Es exactamente lo mismo: puro odio criminal. 

¿Por qué, entonces, no lo tratamos igual? Por lo general, hay personas que se niegan a aceptar siquiera la existencia del terrorismo racista. El asesino de ayer en Alemania era un perturbado, sólo eso. Que dejara antes de morir un vídeo en el que difundía "ideas" xenófobas no les dice nada. Eso sí, no existen los musulmanes perturbados, no. Un atentado islamista es siempre obra de una ideología criminal. De nuevo, los términos no son inocentes. Cuando el asesino es blanco y tiene ideas supremacistas y xenófobas es sólo un loco, no hay ninguna ideología de odio detrás ni ninguna responsabilidad más allá de la locura de ese tipo. Pero cuando el asesino dice ser musulmán y yihadista, no cabe la opción de que sea un exaltado, alguien que pervierte esa religión, un loco. No, es un yihadista, sin el menor atisbo de duda. 

Ocurre algo parecido, y semejante trampa procede además de las mismas personas, con la violencia machista. Dicen que no existe, que qué es eso de hablar de violencia machista. Nada, nada, es todo obra de un loco. Ni machismo ni leches. Salvo que el agresor sea un inmigrante, claro, porque entonces se apela a su origen para agitar un repugnante discurso racista, como si los crímenes contra las mujeres sólo les importaran si el agresor es extranjero

Tratamos el terrorismo yihadista como un riesgo para la democracia. Sin duda, lo es. Como también lo es el terrorismo racista, la xenofobia, el discurso del odio que de una forma tan irresponsable e impune propagan formaciones políticas de extrema derecha en toda Europa. Todos deberíamos tomar nota de Angela Merkel, que lleva mucho tiempo siendo referente internacional a la hora de advertir del riesgo del discurso del odio. Ayer dijo que el veneno del odio está en nuestra sociedad y que debemos exterminarlo. ¿Cómo se hace? Desde luego, pactando con partidos de extrema derecha, no. Por eso vetó el acuerdo alcanzado por su partido con una formación extremista en una región alemana. Porque la canciller tiene muy claro que no se puede legitimar ni por activa no por pasiva ese discurso racista. Lo de ayer fue un repugnante y vil atentado terrorista. Se llama terrorismo. Se llama racismo. Y hay que combatirlo con la misma firmeza que toda clase de terrorismo. 

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