El presente es feminista

Las calles de Barcelona se han llenado esta semana de los carteles de la campaña "El presente es feminista", que ha lanzado el Ayuntamiento de la ciudad con motivo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Es una campaña extraordinaria, lamentablemente más desiderativa que descriptiva, ya que el presente aún dista demasiado de ser feminista, más bien continúa lleno de machismo y de nuevas amenazas, que en realidad son antiquísimas. Contrasta, cómo no va a hacerlo, esta gran campaña del consistorio barcelonés con la ausencia de una declaración institucional contra la violencia machista en la Comunidad de Madrid, porque para Vox cualquier ocasión es buena para dejar claro lo que les importa el machismo y la igualdad. 


Pero es más constructivo e ilusionante centrarnos en lo bueno, en campañas que van en la dirección correcta, en iniciativas simbólicas, sí, pero que dan en el clavo. La última campaña del Ayuntamiento de Barcelona acierta de pleno, ya que pone el acento en tantas actitudes machistas que en demasiadas ocasiones los hombres no hemos sabido censurar, que no han recibido la respuesta que merecían. Acierta esta campaña al señalar al joven que no afea a un amigo su actitud babosa con una chica, a la que le pregunta de noche por qué va sola y si quiere ir con ella. "¿Pero cómo va a ir contigo, no ves que la has asustado?", responde, o debería responder, el joven. En otro spot, es un hijo el que asiste a una retahíla de comentarios denigrantes que su padre hace su madre, sólo porque sale a divertirse, porque no es una amargada como él y porque no le pide permiso para cada movimiento. El hijo responde, o se imagina respondiendo más bien, que ya está, que se acabó, que deje de controlarla, que asuma a quererla como es debido, de igual a igual, sin menosprecios, ni celos ni sentimientos de pertenencia. 


La campaña acierta al hablar de esos reproches que se quedan por hacer al machismo, tantas burradas que decidimos no rebatir, por pereza, por cansancio, porque creemos que no vale la pena, porque apreciamos a la persona que lo dice, a pesar de su actitud impresentable. Nos suena. Ya saben. Es nuestro amigo. Es un trozo de pan. En realidad no piensa eso. No es machista, sólo que está un poco chapado a la antigua. Quiere mucho a sus hijas. Cómo va a ser machista si adora a su hermana... Toda esa retahíla de excusas que nos ponemos a nosotros mismos para no hablar, para no ser valientes y denunciar lo que está mal, venga de quien venga. Porque precisamente el hecho tener confianza con alguien nos permite intentar hacerle ver que esa actitud que mantiene es machista, que no puede tratar así a las mujeres, que el presente no es feminista, o no lo es tanto como debería, pero que el futuro inmediato debe serlo, que no queda otra, que no hay otra opción decente que no pase por el feminismo, es decir, la igualdad real entre hombres y mujeres, la lucha contra todo tipo de discriminación. 



Es magnífica la campaña porque retrata una realidad que existe, tanto la de quienes van por el mundo abrazados arrogantes a su machismo, convencidos de que no hacen nada mal, de que es el mundo entero el que se ha vuelto loco con esto del feminismo, como la de quienes, teniendo claro que esas actitudes de sus amigos o familiares son impresentables, no hacemos nada. Ocurre, sí. Claro que ocurre. Nos decimos que no se pueden dar todas las batallas. Nos intentamos convencer a nosotros mismos de que seguro que ese comentario no tiene mala intención. Buscamos evitar líos, no desentonar, no parecer el pepito grillo de turno. Decidimos no enemistarnos con el amigo que babosea detrás de una chica o el que suelta toda clase de comentarios negacionistas del machismo. Pero hacemos mal. No somos máquinas ni seres infalibles. No estamos siempre del lado bueno, por supuesto. Nadie está libre del machismo en el que ha sido educado. Hay que trabajar mucho internamente para eliminar ciertos tics que todos tenemos interiorizados. No se trata de situarse en una posición de superioridad moral respecto a nadie. No hay blancos y negros. No hay carnets del correcto feminista. La realidad es compleja y está llena de aristas. Pero si asistimos a alguna situación de discriminación hacia las mujeres como las que refleja esta campaña, lo correcto es plantarle cara, no quedarse cómodamente callado.  

La oleada negacionista del feminismo, ese rearme del patriarcado que es en parte responsable del éxito electoral de la extrema derecha en España, es un riesgo real, una amenaza seria. Hay demasiada gente interesada en que nada cambie, en desacreditar al feminismo, en crear confusión y presentar reclamaciones justas como un movimiento puritano que limita la libertad de expresión y que persigue a los hombres y esa clase de barbaridades. La oleada feminista, necesaria, imprescindible, enormemente ilusionante, puede tener errores, naturalmente, pero estos jamás invalidarán lo justo de su causa. Campañas como la del Ayuntamiento de Barcelona entusiasmarán a los ya convencidos y enervará a los negacionistas que creen que hay una gran conspiración contra el hombre blanco heterosexual en Occidente, pobrecito, que está poco menos que en peligro de extinción. Es sólo una campaña, pero va en la buena dirección, porque no hay que rendirse, porque hay batallas que se deben seguir dando y porque no se puede quedar sin respuesta la peligrosa revolución retrógrada que el tercer partido con más diputados en el Congreso está dispuesto a seguir promoviendo por todos los medios. Sólo queda avanzar, porque el pasado fue machista, como machista es aún en tantos aspectos el presente, pero sólo feminista puede ser el futuro. Por ellas. Por todos. 

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