Lo primero que pensé tras terminar de ver Joker, de Todd Philips, es que la interpretación de Joaquin Phoenix es una de las más salvajes, descomunales y delirantes que recuerdo haber visto en una pantalla. Sencillamente sublime. Lo segundo que pensé, inmediatamente después, es que, lo siento, la película, ganadora del León de Oro en Venecia y unánimemente elogiada por la crítica, no me parece para tanto. Hay una escena en el filme en el que Arthur Fleck, es decir, Joker, le dice a otra persona que no le cuenta un chiste del que se está acordando porque no lo pillaría. Salgo del cine un poco con esa sensación. No he terminado de pillar el punto de la película, posiblemente, sólo porque no es para mí.
Le reconozco virtudes al filme, por supuesto. Sin duda, la enorme interpretación de Joaquin Phoenix, que justifica el precio de la entrada. Hay que ver Joker, aunque sólo sea por asistir a la magistral lección interpretativa de su protagonista absolutísimo, ya que aparece casi en cada plano. Permanentemente en pantalla, asistimos al descenso a los infiernos de un hombre que quiere triunfar haciendo comedia, pero que no es gracioso, un marginado de la sociedad, olvidado por todos, con un trastorno psiquiátrico que, entre otras cosas, le hace tener una risa triste, histérica, que da mucho miedo, en los momentos más inoportunos, sin que él pueda controlarlo. Nadie cae en la cuenta de su existencia, el mundo le trata a patadas (y no es una frase hecha). Hasta que un día, descubre que puede ser alguien, aunque de un modo violento.
Joaquin Phoenix, que perdió 20 kilos para interpretar este papel y que aparece escuálido en pantalla, está sublime. No hay adjetivos que definan con precisión lo que hace en esta película. Nada que objetarle a él. Tampoco nada negativo puedo decir de la fuerza visual de la película, arrolladora, muy poderosa. Pero no me convence. Me deja frío. No conecto con ella. Me falta algo. Insisto, el problema es mío seguramente. Por más que me empeñe, me cuesta ver en Joker esa obra maestra de la que habla buena parte de la crítica. Le reconozco su capacidad de desconcertar y sorprender, porque esta película es cualquier cosa menos una cinta clásica de superhéroes. Es oscura, adulta e incómoda, totalmente desprejuiciada. Todo ello son virtudes innegable. Pero hasta ahí llega mi entusiasmo.
Nada tiene que ver mi visión del filme, por supuesto, con esas críticas disparatadas y absurdas que le acusan de justificar o incluso alentar la violencia, como si el cine debiera ser ejemplarizante. Eso son patrañas. Sencillamente, no veo en el filme ninguna reflexión profunda ni sesuda sobre el capitalismo, o sobre el mundo actual. No encuentro esa brillantez de la que tantos hablan. Para empezar, a estas alturas, no me parece muy entendible eso de alabar a un gran estudio de Hollywood por producir una película abiertamente crítica con el sistema, o directamente anárquica o anticapitalista. ¿De verdad? ¿En el año 2019? No sé, no veo ese hito por ningún lado. Los grandes estudios llevan mucho tiempo produciendo este tipo de películas. No negaré el mérito de hacer algo así con un personaje de cómic, poco menos que elogiando a un supervillano. Pero, insisto, ¿de verdad creemos que es algo extraño, una especie de osadía gigantesca, una decisión valiente, obra de un outsider que se aprovecha del sistema para atacarlo? ¿En serio? ¿No han visto V de Vendetta? Me cuesta mucho entender estas opiniones, porque no creo que quienes las formulan desconozcan que los grandes estudios no tienen el más mínimo problema en producir películas de toda clase y condición, con todo mensaje, o sin mensaje, siempre que consideren que pueden ser rentable. Esta cinta lo es. No hay muchas más vueltas que darle.
No me parece especialmente valiente ni rompedor lo que hace Joker. La historia de un marginado por el sistema que decide tomarse la justicia por su mano es más bien antigua. Está muy bien rodada y cuenta con un actor soberbio, sí. Pero, no sé dónde está lo revolucionario en todo esto. Por no ser nuevo, ni siquiera lo es la idea de rodar películas basadas en historias de superhéroes mucho más oscuras y moralmente ambiguas, alejadas de las convenciones de tiempos pasados. En resumen, Joaquin Phoenix y nada más. Pero es mucho Joaquin Phoenix.
Comentarios