Yemen, el penúltimo conflicto olvidado

Cada mes, la Agencia de a ONU para los Refugiados, Acnur, envía a sus socios la revista Refugiados, en la que rinde cuentas del mucho trabajo que hace con el dinero donado. Y, de paso, nos recuerda los conflictos olvidados, esos que no salen en las noticias, de los que apenas nadie habla, pero que siguen desgarrando vidas, aniquilando infancias y destrozando sueños. Uno de esos conflictos olvidados es Yemen, que lleva cuatro años en guerra, pero del que no se habla en ningún sitio. No ya porque se haya cronificado  y lo percibamos como parte del paisaje, como ocurre lamentablemente con Siria, sino porque, en realidad, nunca se le prestó la más mínima atención. 


Al margen de las causas de la guerra y de sus bandos, más allá de todo ello, lo urgente, lo imperioso, es el drama humanitario que ha generado. Las consecuencias terribles de este conflicto, con las que se encuentran a diario los profesionales de Acnur. Las cifras del olvido de la guerra de Yemen, esas que no leemos por ningún lado, esas que olvidamos o que, directamente, desconocemos, son estremecedoras. Por ejemplo, que hay dos millones de desplazados internos en Yemen, de los que el 8% lleva en esta situación más de un año

Según los datos de Acnur, esos datos que tienen detrás rostros y nombres, hay 24 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria en Yemen. Es el 75% de la población del país. Es decir, tres de cada cuatro yemeníes necesitan ayuda humanitaria, tras cuatro años de guerra. Además, desde 2016 más de 65.000 ciudadanos de Yemen han sido asesinados o han resultado heridos desde 2016. 

La situación en algunas zonas del país es dramática. Hay pueblos sin medicinas, con una escasez gravísima de agua potable, en los que se comen raíces de árboles y plantas para no morir de hambre. A esta falta de agua y de alimentos se suma el peor brote de cólera en la historia reciente, con más de un millón de casos diagnosticados y con 2.300 muertes por esta causa desde abril de 2017

Acnur nos recuerda también la situación en Siria, otra de esas guerras olvidadas, quizá el caso más paradigmático de guerra que desangra un país ante la indiferencia de buena parte de la comunidad internacional. En su caso, de ésta sí se habló en los medios y sí provocó cumbres internacionales. De nada sirvió. La situación se fue pudriendo más y más. El país lleva ocho años en guerra y el resultado de esta contienda salvaje es demoledor: 5,6 millones de refugiados sirios en países vecinos y seis millones de desplazados internos. Pero hay más puntos del mundo donde personas corrientes se ven obligadas a abandonar su casa, como la caravana de ciudadanos de Honduras, El Salvador y Guatemala, entre otros países, que se dirigen a Estados Unidos en busca de una vida menor; o Venezuela. 

La existencia de Acnur es imprescindible y su labor nos hace seguir creyendo en la humanidad. Pero, además de eso, sus actos nos obligan a mirar a aquellos conflictos que olvidamos, a esos dramas humanos que preferimos no ver, pero que existen, que están ocurriendo delante de nosotros. Acnur nos pone ante el espejo y, con su ejemplo ético, nos obliga a tomar partido entre la indiferencia o el compromiso, entre mirar hacia otro lado o ver la realidad e intentar hacer algo para mejorarla. 

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