Los triunfos de OT

Cuando empezó a rumorearse sobre el regreso de Operación Triunfo, tras el reencuentro de los participantes de la primera edición, había más dudas que certezas sobre el posible éxito de este retorno. Aquel programa fue un fenómeno social, pero todo había cambiado demasiado en estos años, incluido el público y la televisión. La gala cero, en la que los concursantes no tuvieron su mejor noche, no hacía presagiar nada bueno. Anoche, Amaia se proclamó vencedora del renovado OT ante 3,9 millones de espectadores, un 30,8% de cuota de pantalla. ¿Qué ha ocurrido desde ese comienzo lleno de dudas hasta este final exitoso que tanto ha hecho recordar el boom de la primera edición? Creo que hay muchas razones, aunque quizá el mejor resumen sea el que hicieron anoche los Javis: magia. Sencillamente este programa ha tenido magia, ha cautivado a los espectadores, en buena medida por un casting excepcional.



OT ha tenido el acierto de mantenerse lo suficientemente fiel a sus inicios para jugar la baza de la nostalgia con quienes vimos aquella primera edición pero, a la vez, lo suficientemente renovador como para plantear otro programa totalmente distinto, un OT 2.0, que ha sabido entender que todo ha cambiado demasiado en estos años y que ha buscado al público donde está, con un impresionante trabajo en las redes sociales y un canal de YouTube en el que emitió las 24 horas de la academia (logrando que 40.000 personas esperaran a verse abrir una puerta la tarde del día de Navidad) y las actuaciones y clases más destacadas. 

Uno de los grandes triunfos de OT es que ha sabido conectar con una generación joven que al fin se ha visto representada en televisión no como una panda de ninis, ni desde la óptica taciturna de las generaciones mayores que la suya, que desde tiempos de Platón han criticado siempre a los más jóvenes presentándolos como la degradación de la especie humana. Nada de eso. Los jóvenes se han visto representados en un grupo de chavales que habla su mismo idioma, unos chicos y chicas con una arrolladora cultura musical, sin miedo a nada, disciplinados, humildes, convencidos a perseguir su sueño de dedicarse a la música

Y, además, unos jóvenes con valores, que hablaron con naturalidad de feminismo, igualdad LGTBI, el drama de los refugiados, el sida o el acoso escolar.. De pronto, esa generación tan poco y mal representada en televisión tomó la palabra y llevó la voz cantante, nunca mejor dicho. Otro triunfo indiscutible de OT es que ha sido mucho más rico y variado en estilos musicales que cualquier edición anterior. Se han cantado temas de cantautores y de grupos independientes. Se han abrazado estilos nada comerciales. Y se ha cantado e interpretado instrumentos en directos mucho más que nunca antes en OT, en buena medida por la formación musical de los concursantes, que interpretaron el piano, la guitarra o hasta el trombón

Escuchar en el prime time de la 1 el Te recuerdo Amanda de Víctor Jara, por ejemplo, fue un regalo. OT no es ya esa sucesión de canciones comerciales y estilos monocordes. Hay variedad y (casi) todo estilo tiene cabida. Eso es un logro también de los profesores de la academia, y aquí llega otro gran triunfo del programa. Noemí Galera, quien ha estado en todas las ediciones anteriores del programa, esta vez ha sido directora y sin duda ha sido todo un descubrimiento en este nuevo rol. Divertida, exigente cuando tocaba, tierna, emotiva, alocada presentando el chat tras cada gala. De diez. Igual que Manu Guix, a quien también recordábamos de ediciones anteriores, pero que esta vez ha tenido un papel más protagonista, lo que ha repercutido muy favorablemente en el programa. Y también, claro, todos los nuevos profesores, empezando por los Javis y sus clases de interpretación. Los directores de La llamada son luz y su presencia en OT también ha sido una clave del éxito del programa. También ha sido un éxito el presentador, Roberto Leal, que ha ido de menos a más y ha terminando convirtiéndose en el anfitrión perfecto de las galas. 

OT es, por encima de todo, un programa musical y sus participantes son música, respiran música, y han regalado interpretaciones excepcionales, como el City of stars de Amaia y Alfred, con la que muchos se engancharon al programa; el impresionante Shake it out de Amaia; su más intimista y siempre perfecto, como todo lo que ha hecho en el programa, Soñar contigo; la canción grupal que representa en buena medida a esta edición de OT, La revolución sexual; La bikina, que Ana Guerra interpretó con tanta emoción; el dúo de Aitana y Cepeda en No puedo vivir sin ti; el de Aitana y Amaia con la excepcional Con las ganas; Al cantar, la portentosa canción que compuso Rozalén para Amaia; la pasión de Alfred por la música en cada tema que cantó, especialmente en Que nos sigan las luces, la canción individual que defendió para Eurovisión; en Maldita dulzura o en Sign of the times; el casi icónico Con las manos vacías, de Agoney y Raoul; la maravillosa Arde, la canción con mensaje compuesta para Aitana.

El resucitado OT, en fin, ha sido un espectáculo televisivo muy entretenido. Ha vuelto a emocionar como la primera vez, conectando con toda una generación, regalando música en televisión, abriéndose a más estilos, ilusionando con la historia de un grupo de chavales talentosos que muestran la mejor cara de la juventud mientras aprenden y persiguen un sueño. Dicho todo esto, como canta Funambulista en uno de sus temas, no quiero ser "como un idiota que se pone a maquillar de seriedad lo que le importa". OT ha mostrado la diversidad en la tele pública, ha optado por más estilos musicales que nunca, ha descubierto y grandes voces. Pero, sobre todo, nos ha ofrecido tres meses de entretenimiento y buena música, lo cual en estos tiempos es ya mucho.   

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