Andrés Suárez, del palacio al teatro

Después de enmudecer a un palacio con su voz y su poesía, Andrés Suárez puso en pie anoche a un teatro en su regreso a los escenarios de Madrid. Casi un año después de aquel 4 de noviembre que no olvidaremos quienes gozamos del arte del "gallego de Madrid" en el Palacio de los Deportes, llenando de sus versos el gigantesco recinto, convirtiéndolo por momentos en un Libertad 8, pero algo más grande, ayer Andrés Suárez volvió a desplegar su verdad en el Teatro Phillips Gran Vía de la capital. La historia de Andrés Suárez ya no es tan pequeña, pero sigue sonando la misma verdad que en Moraima y que en todos sus trabajos anteriores. Ayer presentó casi íntegro su nuevo disco, Desde una ventana, pero también compartió varias de las canciones de siempre, como Vuelve, la tercera que interpretó, o Hace un año, ya al final, y todas latieron con el mismo pulso, transmitieron idéntica intensidad. 



Puso Andrés Suárez unas comillas en el aire cuando definió su último trabajo como su disco más alegre. E hizo bien. Hay temas nostálgicos y melancólicos, que cantan al desamor, como siempre, pero también hay canciones más vitalistas y con otros ritmos. El artista de Pantín tiene ganas de saltar, incuso desafiando a la hernia que le obligó a empezar algo más tarde su gira. Y se le nota. En un momento del concierto se definió como "cantautor rockero", poniendo las cartas sobre la mesa. Sigue la misma sensibilidad de siempre, los mismos temas tiernos y a fuego lento, pero lucha por salir también esa otra cara del artista gallego, la más rockera, la que pone una marcha más a sus temas, la que quiere (y consigue) poner en pie a un teatro. 

Son dos caras de la misma moneda: sus interpretaciones con el bandón (espectacular una vez más Marino Sáiz haciendo magia con su violín) y sus temas en acústico, sólo con la compañía de su voz y su guitarra. Son ritmos distintos, pero encierran la misma verdad. Dos almas de un artista que ha crecido sin perder su esencia, pero también sin quedarse parado sin innovar ni probar cosas nuevas por temor a decepcionar a su público. No lo ha hecho. Porque, con más o con menos decibelios, solo o en compañía, Andrés Suárez sigue transmitiendo mucha verdad con sus temas. Ayer dijo que no se considera poeta, "no soy tanto", sólo escritor de canciones. Pero, gozando de sus letras, es imposible no discrepar con él. Sí es poeta. Es poeta, juglar moderno, cantautor que mima el idioma, porque le pone poesía a la vida, embellece el día a día y encuentra el lirismo que encierra lo cotidiano. 

Las dos almas de Andrés Suárez, sus dos estilos, que son el mismo en realidad, convivieron anoche a la perfección, igual de bien que casan en su último disco. Emocionó con la historia que hay detrás de Estrellas, ese "amor furtivo de leyenda" de una pareja de jóvenes que se marchó a escondidas en un velero y a quienes ya nunca más vieron. Conmovió, como siempre, con Rosa y Manuel ("recuerda, tú que puedes"), dedicado a sus abuelos, que habla de esa cruel enfermedad del olvido. También hubo momentos para reír y, claro, para saltar. Anima el artista gallego a levantar la mano a quien quiera escapar en uno de los temas de su nuevo disco. Y ayer no había más que manos alzadas para escapar de la realidad durante dos horas con los versos del cantautor, que dijo a su público, llamándolo siempre de usted, que le tenía muchas ganas, que echaba demasiado en falta el escenario. Sentimiento recíproco, sin duda. 

Como siempre en sus conciertos, especialmente cuando son en espacios más reducidos, llegó el momento en el que Andrés Suárez se quedó solo con su guitarra, sin micrófono delante, rodeado de público, expuesto con su verdad. Interpretó así Tal vez te acuerdes de mí ("cuando no quieras dormir por ver dormir a tu pareja, quizá me entiendas, tal vez te acuerdes de mí"), quizá el tema más delicado de su último disco, una canción excepcional que provocó el mayor aplauso de la noche, eterno, interminable, lleno de gratitud. Aún quedaban otros muchos grandes momentos, como cuando cantó junto a su banda en el patio de butacas No te quiero tanto ("qué hacemos de los dos ahora que ya me quiero un poco, que me moja el mar del sur los pies, me mejor y no estoy solo. Medio loco como tú, como aquel verano azul que se nos fue de las manos"). 

Recordó Andrés Suárez a Galicia, devastada estos días por tantos incendios, pero nunca derrotada, nunca vencida. Le dedicó Así fue, perteneciente a su disco Moraima, el más redondo de los suyos (y no es un juego de palabras), el más especial. Compartió el artista gallego escenario con Funambulista, con quien revivió aquella interpretación a dúo de la excelente Ya verás en Libertad 8, "el salón de casa", que tantas veces rememoramos por YouTube. También hizo vibrar al teatro Rozalén, con quien Andrés Suárez cantó por primera vez en un concierto, interpretando la hermosa Desamiga ("duele más un desamigo que un desamor, duele más no protegerte que tu ausencia"), presente en su último disco. Las voces de ambos casan a la perfección. Dijo el artista gallego al presentar a Rozalén que para él cantar bien es que, cuando alguien te escucha, se quede sin palabras, del desgarro que le provoca tu voz, del desconcierto casi físico que causa. Rozalén tiene eso en su voz como pocas artistas. 

También hubo espacio para la poesía recitada, además de la cantada, con Elvira Sastre, que recitó una de las obras que aparecen en el primer libro de Andrés Suárez, Más allá de mis canciones. Fue, en fin, una noche inolvidable. De conquistar palacios a reinar en teatros, de salas chiquitas a templos grandes, Andrés Suárez sigue fascinando con su voz y sus versos, sigue celebrando la vida, haciéndola un poco más habitable y mucho más hermosa. 

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