Antología de cuento argentino

Además de un amor apasionado por aquel país y de unas ganas locas por volver recién despegó el avión de Buenos Aires hacia Madrid, de un viaje memorable a Argentina el año pasado me traje varios libros. Dos de ellos son libros antiguos de Jorge Luis Borges, adquiridos en una tienda encantadora en San Telmo. Y el otro es Antología de cuento argentino, un libro especial. Editado por El Ateneo, editorial que es dueña de El Ateneo Gran Splendid, la más bella librería que jamás he visto, lo compré en ese antiguo teatro. Además, la primera edición del libro se publicó en octubre de 2016, un mes antes de mi llegada a Buenos Aires, como si estuviera ahí esperándome, como referencia por siempre de las fechas de aquel viaje que con tanto cariño recuerdo. 

El libro es una joya, que guardaba para leer con tiempo en vacaciones, entre otras razones porque sus dimensiones no son las más indicadas para andar con él por el Metro (o el subte). Josefina Delgado, la encargada de recopilar los relatos de esta antología, explica en el prólogo del libro que la clasificación con la que se presentan las historias es "tan arbitraria como cualquier otra". Los relatos están agrupados en cuatro temáticas: Los clásicos, Homenajes literarios, Misterios y peligros, Amor y todos los amores, Crímenes y otras muertes, La historia como ficción y Los nuevos. En total, 38 relatos, desde La forma de la espada, de Borges, hasta Todos tienen algo con su nombre, de Juan Ignacio Boido. 


Como decía un poco más arriba, este libro era espacial para mí ya antes de leerlo. Pero, al terminarlo, con esa sensación de abandono que queda tras terminar una obra que marca, lo es mucho más. Porque es un compendio de relatos colosal. Como siempre en estos casos, los relatos son desiguales. Obviamente, no todos marcan igual. Pero el nivel es extraordinario en esta selección heterogénea que incluye relatos de autores clásicos y modernos, con todo tipo de temáticas y situaciones, en la que es realmente difícil elegir las historias más bellas y más impactantes. Como afirma Delgado en el prólogo, los relatos son la mejor demostración de que pueden perder toda esperanza quienes proclaman la muerte de la narrativa. Las 519 páginas de este libro son una explosión de imaginación, una sobredosis de fantasía, un monumento a la literatura. 

La forma de la espada es un relato puramente borgiano. Una cicatriz y la historia que hay detrás de ella permite al genio argentino construir un relato deslumbrante y asombroso. Con Las babas del diablo, de Julio Cortázar, continúa este libro, que también incluye relatos de Eduardo Wilde, Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt y Antonio di Benedetto. La historia de Arlt, Ester Primavera, es una de las más bellas del libro, al retratar cómo se puede vivir del recuerdo de un amor. También de amor, de relaciones que marcan, va El hombre de los ojos grises, de Elsa Osorio, con una prosa apasionante, deslumbrante e incendiada. "Yo quería que él me eligiera ahí en ese tren, en ese instante, sin pasado, sin futuro, entre todas las mujeres de todos los tiempos y todos los lugares para barrera toda sombra de infelicidad del mundo. Y escribirlo. Lo deseé con un furor que ya no recordaba. ¿Exagero si dijo que en esa conversación en el tren me enamoré de él?"

Ya digo que es imposible reseñar aquí todos los relatos más impactantes del libro, porque son muchos y lo mejor es dejarse sorprender. Pero hay varios relatos que no puedo dejar de mencionar. La visita al maestro, de Patricio Pron, por ejemplo, es una conmovedora historia de una autora que viaja a un pueblo lejano para encontrarse con su maestro, y donde leemos frases como esta: "El locutor le pidió que leyera un par de poemas suyos y entonces Gil de Biedma los leyó, con voz altisonante y al mismo tiempo fragilísima, una voz que parecía mostrar que la poesía es, en su misma fragilidad, más dura y eterna que una roca". Como leemos en El matadero, de Esteban Echeverría, en las páginas de esta antología del cuento argentino encontramos historias en las que acontecen "cosas que parecen soñadas". 

El relato más divertido de la compilación es Vindación de Waldo López, de Ariel Magnus. en las que fabula sobre relatos relacionados con el fútbol de un supuesto escritor, como aquel en el que se incluiría "una tabla comparativa de todos los equipos de todas las categorías a lo largo de toda la historia futbolística del país" o aquel otro en el que recopila algunas de las frases más frecuentes de los futbolistas, traduciendo lo que quieren decir de verdad. Por ejemplo, "respeto la decisión del técnico", que en realidad significa "la verdad es que el tipo este es un sorete que no entiende una goma del fulbo y si me dejó a mío de lado es porque tiene alguna transa". O cuando se dice "mi gol no importa, lo importante es que el equipo jugó bien", pero lo que se piensa de verdad es "¡Soy un fiera! Un genio absoluto. Y te digo más: si no fuera por este equipo de maderas que me tocó, donde tirás una mansita y te devuelven un muerto, hubiera metido quince". 

Termina el libro con Todos tenían algo con su nombre, de Juan Ignacio Boido, un relato excepcional que habla de un joven que se siente "hipnóticamente atraído" por la biblioteca de su libro, y que comienza una relación apasionada con una joven. "Cada vez que se reían el mundo desaparecía", leemos, en una sencilla y prodigiosa definición del amor, que bien se puede aplicar también a la gran literatura, que consigue el efecto mágico de que todo desaparezca alrededor, como ocurre cuando se disfruta con Antología de cuento argentino. 

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