Chavela

Cuando Chavela Vargas volvió a los escenarios en 1991, tras doce años de ausencia, la mayoría de la gente pensaba que la cantante había muerto. Resucitó la dama de pocho rojo, volvió a nacer. Cayó a los infiernos del alcoholismo, del desamor, del desgarro. Pero regresó para llorar como nadie en el escenario, para compartir su dolor y hacernos pensar, como canta Sabina, eso de "quién supiera reír como llora Chavela". Esa resurrección es uno de los pasajes de la apasionante e inigualable vida de la cantante costarricense, o más bien mexicana nacida en Costa Rico, que recoge Chavela, el excepcional documental de Catherine Gund y Daresha Kyi estrenado el viernes, lamentable e incomprensiblemente, en muy pocos cines. 

Gracias a entrevistas antiguas con Chavela, a imágenes de actuaciones de la artista y a declaraciones de personas que la quisieron, el documental narra la historia de la mujer que fue "más macha que todos los machos", de la voz rota en el escenario, de quien cantó como nadie los temas tradicionales mexicanos. Desde su infancia, dura, en soledad, sin sentir cariño de sus padres, hasta el final, en paz consigo misma, tras haber recibido todo la admiración que merecía en México y en España, escenario de su resurrección, país que le dio un cariño incondicional. 


Cantaba Chavela con una voz desgarrada. A veces susurraba las letras, otras las gritaba con ese chorro de voz incomparable. Cada canción interpretada por Chavela, expresando sus emociones con las manos, moldeando la voz, enamorando, cautivando, conmoviendo, era un espectáculo único. De ella dice Miguel Bosé en el documental que cantaba como si fuera a morir al terminar cada canción. Y es una descripción perfecta de la intensidad con la que actuaba Chavela, que cantaba desde niña, según contó ella en una entrevista que se rescata en este trabajo y que sirve de hilo conductor del documental. "Nací cantando", afirma. Necesitaba el escenario para vivir. Y, hasta su segunda vida, necesitaba el tequila para subir a las tablas. Luego ya no. Luego, sobria, siguió disfrutando de la música y regalando su arte dos décadas más, subiendo a los escenarios, "pisando fuerte, como los toreros". 

Chavela era inclasificable. Brava, apasionada, espiritual, libérrima, siempre vivió como quiso, empezando por su vestimenta. Llevaba pistola, se lo bebía todo, tuvo tantas mujeres como quiso. Era lesbiana, pero no hizo bandera de nada más que de su libertad, que fue la batalla que libró siempre, y de la que siempre salió ganadora. "Las personas solo sabemos amar, no importa a quién ni por qué". Decía de la soledad que era su más fiel compañera. Vivió toda la vida sola y valoro mucho su libertad. Lo que peor llevó de su deterioro físico en la parte final de su vida fue, precisamente, que alguien anduviera controlando lo que comía y hacía. Era indomable y lo fue hasta el final. Llevaba dentro el desgarro de esa falta de cariño en su infancia. Cuentan en el documental que sus padres escondían a Chavela cuando tenían visita, "como si fuera un perro rabioso". Fue una niña distinta siempre y ese dolor lo incorporó a su voz, a la pasión con la que interpretaba cada canción. De ella dicen también en el documental que tenía esa voz rota única, como si ya hubiera nacido con esa herida de la vida, o de la muerte. 

Nacida en Costa Rica, llegó joven a México, que para ella era un paraíso soñado. "México me hizo mujer, pero no con cariño, sino a patadas". El documental recorre su vida por orden cronológico. Siempre con esa infancia en el recuerdo. "La Isabel, que me decía mi mamá. Esa esla que quiero. Chavela es muy cabrona", cuenta la artista en una de las entrevistas que nutren de contenido este formidable documental, que por supuesto está repleto de las canciones a las que tanta personalidad les dio Chavela, desde Soledad al principio a La Llorona en los créditos, pasando por todas las demás. 

Fue la primera mujer que cantó a otra mujer en México. Valiente, abrió senderos jamás recorridos antes. José Alfredo la descubrió en un local chiquito y se enamoró de su voz. El hijo del célebre compositor cuenta que su padre siempre afirmaba que Chavela aprendió a vivir en sus canciones. Cuando los dos llegaban a los locales, dice, los camareros se echaban a temblar. El documental también aborda la relación entre Chavela y Frida Kahlo, de la que quedó prendada. Cuenta Chavela que cuando conoció a la pintora era aún muy joven, pero que sintió de inmediato que podría amar a ese ser. "Esas cejas juntas, que eran como una golondrina que acababa de echar a volar", dice de ella. Tuvo muchos amores Chavela. Una de sus parejas, Nina, que empezó siendo su abogada y acabó siendo su compañera durante años, habla de la artista con devoción. La llamaba la señora y cuenta que conocerla fue la experiencia más asombrosa de su vida, aunque no oculta, ni ella ni el documental, las sombras de la artista, como su carácter iracundo, en ocasiones, y su adicción al alcohol, de la que se recuperó, según se cuenta en el documental, a medias gracias a unos chamanes y a medias debido a un ultimátum de Nina, el gran amor de Chavela. 

España tiene una presencia importante en el documental, porque la segunda vida de la artista transcurrió sobre todo aquí. Hablan Bosé, Martirio, Almodóvar... Muchos de los que quisieron y admiraron a Chavela, que gozaron de ella siempre que vino a este país, desde aquella primera actuación en la sala Caracol. Después comenzó una gira de teatros. "Nunca antes me había subido a un teatro", dice Chavela, que de ahí fue a París y, más tarde, a cumplir su sueño, cantar en el Teatro Bellas Artes de México, que fue el que acogió el último dios, multitudinario, a la cantante cuando falleció en 2012. Su interpretación de Volver, volver en ese escenario es uno de los momentos más tiernos y conmovedores del documental. Es una película obligada para los amantes de Chavela, para quienes adoramos su voz, la forma en que lloraba en el escenario. Y es también una ocasión formidable para que los que no la conocieron o solo de pasada profundicen más en su vida. Queda su música y quedan sus pensamientos. Por ejemplo, cuando afirma convencida que "no importa ni el pasado ni el futuro, sólo el presente. Lo del amor eterno me parece un poco cursi". O cuando dice que "la vida se impone, si eres verdad, te impones". Y vaya si se impuso Chavela. Hasta a su muerte se ha impuesto, porque sólo mueren los olvidados. 

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