Las furias

"Pasa la vida, que no es poco", dicen los personajes de Las furias en varias escenas de la película. El problema de esta cinta, el estreno como director de cine del consagrado autor teatral Miguel del Arco, es que a veces pasan demasiadas cosas. Hay un exceso, sobre todo a medida que avanza la historia. Un exceso de situaciones, de dramas, de sentimientos, de gritos, de emociones, de grandilocuencia, incluso de ruido... El muy prometedor comienzo del filme y sus indudables logros no quedan anulados por esa acumulación de historias ni por ese final descontrolado, difícilmente verosímil, pero sí algo deslucido

Tenía muchas ganas de ver esta película, que se me escapó en las salas el año pasado. Ayer, de vuelta de un viaje a Sevilla, pude al fin acercarme a este sugerente trabajo de Miguel del Arco en el AVE. Es muy bienvenido, por cierto, que en los trenes no pongan sólo películas de superhéroes o dibujos animados y, de vez en cuando, se opte por cintas más personales, más originales, menos comerciales y mayoritarias. El título del filme alude a las furias, que en la tradición griega son las hijas de la sangre que derrama Urano sobre Gea cuando es castrado por su hijo Crono. Las furias castigan los delitos, como la falta de moral o las infidelidades. El patriarca de la familia, interpretado por José Sacristán, contó la historia a su nieta de pequeña y esas figuras que persiguen a quienes cometen delitos contra la familia le marcan. 


Da un salto temporal el filme para presentar a todos los miembros de esta peculiar familia. En un momento de la cinta se explica que la familia, que nadie puede elegir, es un núcleo curioso. "Se puede dejar a un amigo, pero nunca a un hermano, un padre o una madre. Quienes dicen que sus amigos son su familia mienten", escuchamos. No necesariamente porque la familia sea mejor, pero sí porque de sus redes es imposible escapar del todo, como desearían algunos de los protagonistas de esta historia, que tiene constantes referencias a la tradición clásica, de la mano del personaje de Sacristán, que sufre demencia senil y no recuerda nada más que textos de grandes obras. 

La familia es el gran tema de muchas obras de teatro, películas y novelas. Porque la cultura es una representación de la vida y, por tato, la familia no puede dejar de estar presente en ellas. La matriarca de la familia, Mercedes Sampietro, decide reunir a todos sus hijos en la casa en la que veraneaban, porque quiere jubilarse y dedicarse a viajar, para lo que necesita dinero. Marga asiste a la casa acompañada de su secretaria, interpretada por Bárbara Lennie. Intrigados y con sus propios problemas a cuestas, acuden a la llamada los hijos de Marga, interpretados por Carmen Machi (Casandra), madre de una niña con problemas psicológicos y cuyo matrimonio con Gus (Pere Arquillué) se tambalea; por Alberto San Juan, que da vida a un hombre apartado de su familia que se dedica a escribir un libro en el que airear sus miserias ("algunos dramas, con distancia, resultan muy cómicos") y por Gonzalo de Castro, quien interpreta a Héctor, que decide casarse con su pareja de toda la vida (Emma Suárez) aprovechando que la familia está reunida. 

La reunión de la familia Pontealegre (irónico apellido, teniendo en cuenta que sus vidas son un compendio de dramas) da lugar a momentos auténticos de celebración, como las canciones que interpretan juntos o el recuerdo de episodios del pasado, pero también a escenas de mucho dramatismo. Hay secretos, rencillas, envidias, miserias, deseos, ambiciones. Es la obra, en fin, una anatomía del ser humano, de todas sus emociones concentradas. Al final, no son tantas esas emociones. Lo dije Marga en una de las escenas del filme: "nuestras motivaciones para actuar son tan limitadas como nuestra imaginación". La película es inteligente y no cae en los tópicos que cabría esperar de un encuentro familiar en el que la madre quiere vender una casa sobre la que los hijos podrían considerar (erróneamente, por su puesto) que tienen algún derecho. No recorre caminos trillados la película ni se queda en simplezas de herencias. El problema es que termina descontrolándose la historia, con un desenlace quizá deliberadamente ruidoso y agitado. La construcción de los personajes, la complejidad de las tramas y los diálogos quedan en el recuerdo de un filme que, sin embargo, parece no llegar tan lejos como prometía al comienzo. 

Comentarios