Nadal y Federer, más que un partido

Rafa Nadal y Roger Federer jugarán mañana la final del Open de Australia. Es un partido de tenis, sí, pero es más que un simple partido. Los dos jugadores, que nos han ofrecido varios de los mejores momentos deportivos de los últimos años, vuelven a enfrentarse en lo más alto. Un autohomenaje. Un merecido tributo a sí mismos y un regalo excepcional a todos los que tanto disfrutamos con ellos. Como si el director de nuestra película preferida decidiera volver a reunir al elenco del filme para continuar la historia desde donde la dejó, o como si un novelista que admiramos y del que ya no esperábamos un nuevo libro nos sorprendiera publicando una obra maestra. Vuelven Nadal y Federer, los protagonistas del más apasionante duelo deportivo de los últimos tiempos. Vuelven cuando nadie, salvo ellos dos, contaba ya con volver a verlos en la final de un gran torneo. 



La final entre Nadal y Federer nos hace recordar con gratitud y una inmensa sonrisa los duelos anteriores entre estos dos titanes. Como aquella final interminable de Wimbledon, en la que español y suizo lucharon contra su adversario, contra la lluvia y contra el agotamiento. Quizá, el mejor partido de tenis de la historia, que comenzó cuando empezábamos a comer y acabó con la cena, tras un día de playa para algunos, siempre pendientes del televisor. O la final en Australia que le ganó Nadal a Federer, en la que vimos al tenista helvético llorar, por cómo el español le estaba destrozando. 

Ha sido la más intensa rivalidad deportiva que uno recuerda. Hay tenistas que sacan o restan mejor que Nadal. Los hay más pulcros en su juego. Pero él es imbatible en el plano mental. Jamás tira la toalla. Y por eso es el tenista de Manacor un ejemplo que escapa de la pista de tenis. Nunca da un partido por perdido. Nunca se rinde. Su paso a la final es la enésima resurrección de un deportista al que tantas veces han dado por muerto. Pero él regresa. Una y otra vez. Porque su fortaleza mental está fuera de lo común. Porque batalla a diario para seguir en la brecha, porque encuentra motivación, él que lo ha ganado todo, para volver a lo más alto. Es, más que un deportista excepcional (probablemente, el mejor deportista español de siempre), un ejemplo vital

Federer, mientras, es la clase en persona. Ningún tenista ennoblece el tenis de tal manera, nadie lo eleva a la categoría de arte como el suizo, con esa elegancia impoluta, con ese talento desmedido, con ese saber estar. Él tiene 35 años y es, probablemente, el mejor tenista de todos los tiempos. Ha ganado cuatro veces el Abierto de Australia, una vez Roland Garros, siete veces Wimbledon y cinco veces el Abierto de Estados Unidos. En total, 17 Grand Slam, más que nadie en la historia de este deporte. El último, hace cinco años. Y ha vuelto. 

El regalo de volver a ver a Nadal y Federer en la final de un gran torneo ha resultado del todo inesperado. Y esos son los mejores presentes. Rafa (todos nos permitimos llamarlo así, de tantas veces que nos ha animado un domingo, de tantas ocasiones en las que ha entrado en el comedor de nuestras casas para alegrarnos, de tanto cariño como le tenemos) ha ganado 14 Grand Slam: un Abierto de Australia (en el que hizo llorar al suizo), nueve Roland Garros, dos Wimbledon y dos Abiertos de Estados Unidos. Su última gran victoria fue hace tres años. 

Federer ocupa el puesto decimoséptimo en el ránking mundial de la ATP y Nadal, el noveno. Pero eso no importa. Nada importa demasiado. Lo que realmente emociona es que los dos gigantes volverán a verse las caras, que de nuevo disfrutaremos de una final entre los dos. Su tiempo ha podido quedar atrás, especialmente para el tenista helvético, de más edad. Hay tenistas más jóvenes que llegan empujando fuerte, como Dimitrov, a quien batió ayer Nadal tras un partido maratoniano. Pero ellos dos son referentes, están en otro nivel. Como los grandes grupos musicales, como los grandes clásicos literarios. Y no todos los días podemos volver a disfrutar de ellos como lo haremos mañana. Por todo ello. Por el ejemplo de deportividad de ambos, por su extraordinaria profesionalidad y porque se merecían un nuevo duelo en la cumbre, la final de mañana es mucho más que un partido de tenis. 

Comentarios