Sin noticias de Gurb

Hay pocos autores que garanticen más risas a carcajadas (literalmente) que Eduardo Mendoza. Con personajes hilarantes, situaciones surrealistas, un lenguaje excesivamente formalista, más cuanto más sorprendentes sean las tramas, ha construido el autor barcelonés obras muy singulares y entretenidas. Sin noticias de Gurb, publicada en 1990, hace un recorrido por la Barcelona preolímpica, con la mirada asombrasa de un extraterrestre que llega a la ciudad condal junto a su compañero, Gurb, que se pierde nada más pisar suelo barcelonés, bajo la apariencia de Marta Sánchez, entonces en su momento de mayor fama. 

El autor de El laberinto de las aceitunas, La ciudad de los prodigios o El enredo de la bolsa y la vida, no se toma nada demasiado en serio. Y eso se nota en sus novelas. Y se agradece. Siempre con la ironía como compañera, el autor bromea incluso, o sobre todo, sobre sí mismo. Así cuenta en la nota del autor de una reciente edición de la citada novela corta sobre extraterrestres en Barcelona publicada por Seix Barral el proceso de construcción de la misma. En realidad, Sin noticias de Gurb no nació como una novela, sino como una serie de relatos breves para el diario El País. Cuenta sus reticencias ante el encargo porque "escribo con mucha lentitud y me ha sucedido más de una vez acabar un libro y volverlo a empezar desde la primera frase porque no me gustaba el resultado, con el retraso fácilmente imaginable"


Reconoce también Mendoza que, en rigor, esta obra no es del todo una novela. Y que es la más sencilla de cuantas ha escrito. "Visto ahora, después de transcurridos unos años desde su aparición, la razón del éxito es fácil de explicar, al menos en parte: es un libro breve y sumamente fácil de leer". Además de para hacer reír y recurrir a la ironía, el autor barcelonés es también único para desmitificarse. En efecto, es una obra corta y fácil de leer. Pero muy entretenida y divertida. Emplea la hipérbole, exagera la cotidianidad de esa Barcelona que se preparaba a marchas forzadas para los Juegos, el evento planetario que habría de poner a la ciudad, y al país, en el mapa. 

Es incuestionable que tras la burlesca e hilarante mirada del extraterrestre que narra la historia hay una crítica social. Se pone un espejo frente a la sociedad de entonces, que tan poco ha variado respecto a la actual. Pero es un espejo deformante, de esos de las ferias en los que se exageran los rasgos. Es una inmensa exageración, una trastada literaria de Mendoza, una divertida gamberrada. Una obra con la que el autor debió de divertirse tanto o más como lo hacemos los lectores. Como cuando habla de los atascos y de los desafortunados que se pasan la vida saliendo y entrando de las retenciones, de tal forma que les resulta imposible acudir al trabajo, y también a su lugar de descanso el fin de semana o en vacaciones. 

Los torpes intentos del extraterrestre por ligar con una atractiva vecina, su amistad con los regentes del bar donde desayuna ingentes cantidades de churros y pan con tomate, sus paseos por la ciudad, sus reflexiones sobre el ser humano y lo mal construido que está, su búsqueda de Gurb, extraviado desde las primeras páginas, el divertido final... Es una obra, ya digo, corta, para leer en una tarde, sencilla, pero muy entretenida. Quizá la más hilarante de cuantas ha escrito el autor, quien siempre recurre al sentido del humor para contar historias. Más amigo de la parodia que del formalismo, del puro divertimento que de la sesuda reflexión, del Quijote que de un tratado serio, Mendoza consiguió con Sin noticias de Gurb uno de sus mayores éxitos. Hoy, muchos años después, su mirada lúcida e ingeniosa sigue divirtiendo. No es una de esas obras que cambian la vida de nadie, de las que tan pocas hay. Ni lo pretende. Es una forma excepcional de pasar un rato muy agradable. Y, sí, de reír a carcajadas. 

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