"Trumbo", en la Bombilla

Un verano sin noches de cine en el parque de la Bombilla no sería verano del todo. Disfrutar de películas bajo un cielo estrellado, porque sí, en Madrid también se ven estrellas si se elige el lugar y el momento adecuados. Ver cruzarse mosquitos por el foco, que les hace parecer luciérnagas. Tener la luna como única iluminación. Y gozar del buen cine con el sabor de lo auténtico en el Festival del Cine al Aire Libre (Fescinal), que un año más ofrece a buen precio (4 euros) sesiones dobles de cine, dos pantallas y, cada miércoles, coloquios con los autores de las mejores películas españolas. Son noches mágicas de verano. Ni siquiera el puente del 15 de agosto, día en el que media España está de fiesta, impidió que ayer la pantalla 1 del mejor cine de verano de Madrid se llenara para ver Trumbo, de Jay Roach

El título de la cinta se refiere al legendario guionista de Hollywood Dalton Trumbo, al que da vida Bryan Cranston, con una interpretación excepcional que le valió una nominación al Oscar. Trumbo era el guionista mejor pagado de la mayor industria cinematográfica en los años 40. Su ingenio era valorado por los estudios. Sus películas eran un éxito. Todo el mundo adoraba sus guiones pero Trumbo era comunista y se convirtió por ello en una de las muchas víctimas de la caza de brujas, uno de los más bochornosos episodios de la historia reciente de Estados Unidos. El gobierno estadounidense persiguió y condenó a la muerte civil a todo aquel que estuviera afiliado al Partido Comunista o que simpatizara con esta ideología. Trumbo era uno de los 10 de Hollywood, condenado por pensar diferente, presa de la llamada Comisión de Actividades Antiamericanas, con la que el país más poderoso del mundo suspendió derechos y libertades fundamentales de sus ciudadanos. 
Fue tan grave lo sufrido por Trumbo, y tantos otros, tan deprimente que un país que abanderaba, o decía abanderar, la democracia y las libertades enviara a prisión (a unos campos de trabajo, de hecho) a todo aquel que pensara diferente, que lo último que puede esperarse de una cinta que aborda aquella gris época de la historia estadounidense sea una comedia. Pero Trumbo lo es. Y de las buenas. No ahorra la película el reflejo de la tremenda injusticia y las devastadoras consecuencias de aquella psicosis anticomunista, ni tampoco oculta a los popes de aquel cine de los 40, como John Wayne, que encabezaron dentro de Hollywood la caza de brujas. Deja claro quién estuvo del lado correcto de la historia, quien se dejó llevar por esa lógica perversa del ellos o nosotros que imprimió la Guerra Fría, a quien se impidió trabajar y quienes establecían la pureza ideológica de sus compañeros de profesión. Pero la cinta es, sobre todo, una comedia. Uno ríe mucho gracias a un guión ingenioso y a unos personajes, en especial el del propio Trumbo, fascinantes.

Es la personalidad del guionista lo que permite a la cinta tener desde el comienzo, y hasta en los momentos más duros del filme, un tono distendido, cómico, muy divertido. Los diálogos de la película son maravillosos. Trumbo siempre tiene la respuesta adecuada, la chispa de ingenio en cada frase. "Su padre le habrá contado cosas horribles de mí. Todas son verdad". "Soy guionista, si no supiera escribir mierdas me moriría de hambre". Están llenos de perlas los diálogos. De Trumbo y de otros personajes, pero sobre todo de él, a quien se retrata como un genio, con la excentricidad que ello conlleva. Escribe incansablemente guiones, para sobrevivir y para invalidar de facto la lista negra. Si él y otros como él escriben los guiones de la mayoría de las películas de Hollywood y obtienen su reconocimiento, entonces se desmontará por sí sola la caza de brujas. 

Trumbo, en modo estajanovista, se dedica a escribir para todo tipo de películas, incluidas cintas sin la menor pretensión artística o cultura, mero entretenimiento barato. De hecho, parte del encanto del filme reside precisamente en su faceta autorreferencial.  Es cine hablando del cine, un género en sí mismo casi tan extendido como el de periodistas hablando de periodismo, sólo que aquel suele ser más divertido. Y lo es, desde luego, en esta cinta, repleta de guiños a la industria cinematográfica de Hollywood, con historias sin trama, pero con los actores de moda, con producciones en algunos estudios que siguen, dice Trumbo, la lógica del papel higiénico en un ejército: sin la menor calidad, pero sin límites en la cantidad. 

Entre medias, Trumbo también escribe genialidades, como Vacaciones en Roma, por la que gana, sin ganar, claro, pues su nombre no aparece en los créditos, un Oscar. Mismo reconocimiento obtuvo después por El bravo, también sin poder dar su nombre. Quizá las escenas más conmovedoras del filme son aquellas en las que Trumbo, rodeado de su familia, contempla en televisión cómo esa misma industria que le desprecia por ser comunista le otorga un premio dorado por su talento, sin saber que tras esas genialidades estaba su pluma privilegiada. También fue el auto del guión de Espartaco, donde Kirk Douglas fue vital para rehabilitar a Trumbo. Su presencia en el filme generó una polémica enorme, pues quienes perseguían a aquellos que pensaban diferente intentaron boicotear el estreno del filme. Pero la historia, a veces, pone a cada uno en su sitio. La asistencia del entonces presidente Kennedy a la sala de cine a disfrutar de una historia escrita por un comunista zanja la polémica

Es una historia, en fin, apasionante, que se narra con inteligencia y en la que el humor sirve de válvula de escape. Unos rótulos al comienzo y al final del filme cuentan la vida de Trumbo y en qué consistió la disparatada caza de brujas. Durante el film se muestra la personalidad de un personaje fascinante, con sus debilidades y contradicciones, con sus rarezas y genialidades. Una historia, la de los 10 de Hollywood, digna de ser contada. La de aquellos hombres que se negaron a renegar de sus ideas, aún a riesgo de ser condenados a la cárcel. "-¿Es o ha sido miembro del Partido Comunista?", preguntaron a Trumbo en el Congreso. Una pregunta que las autoridades, naturalmente, no tenían derecho a plantear, según recoge la Primera Enmienda de su Constitución. "-Les leeré mis guiones para demostrar que ..." "-Sus guiones son muy largos". "-Me lo han dicho otras veces". Probablemente, para conocer a fondo la historia de Trumbo y el resto de guionistas perseguidos por la caza de brujas sea más enriquecedor o didáctico cualquiera de las obras escritas o los documentales rodados sobre ella. Pero esta película atrapa. 

Es un filme que, aunque con más vocación de entretenimiento, intenta restañar viejas heridas y mostrar el pasado más vergonzoso de Hollywood. Probablemente, el mejor homenaje posible a Trumbo. Al tiempo, es un recordatorio de cómo libertades y derechos quedaron suspendidas en un tiempo desquiciado, el de la Guerra Fría. Algo que no viene mal en otro tiempo desquiciado como el actual. Porque la historia nos demuestra con multitud de ejemplos lo poco que cuesta envolver en palabras grandilocuentes y en situaciones de emergencia la suspensión de principios básicos de cualquier Estado democrático, presentarlo como algo inevitable. Conviene recordarlo. Y, qué demonios, además es una cinta divertidísima. 

Comentarios