¿Para cuándo curar la homofobia?

La asociación Arcópoli denunció ayer una clínica que ofrece como servicio estrella la cura de la homosexualidad. En la nueva ley LGTB de la Comunidad de Madrid, esa que consideran aberrante y antinatura los obispos de Getafe y Alcalá, se incluye un régimen sancionador contra este tipo de "tratamientos". Es de agradecer a Arcópoli y al resto de activistas que defienden los derechos de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales. Basta leer los comentarios a esta noticia en cualquier medio online, particularmente si su línea editorial es conservadora, pero no sólo, para comprender hasta qué punto se está lejos de la igualdad real, cuán extendida sigue la homofobia en nuestra sociedad. 
Es un ejercicio, este de leer los comentarios a cualquier noticia sobre homosexualidad, muy irritante, pero necesario para entender bien el mucho trabajo que hay por delante. Desde denuncias sobre la inquisición moderna, supuestamente encarnada por las asociaciones LGTB, hasta el lobby gay (ese, debe de ser, que planea las agresiones a homosexuales en la calle y la discriminación hacia los gays, para darle sentido a su labor), pasando por múltiples alusiones a la moral y a la religión, siempre la religión, como cura o salvación de las almas de estos pobres desviados que andan confundidos y se creen homosexuales, pero sólo porque están aturdidos por la propaganda gay.

Toda esa bazofia que se lee en los comentarios de cualquier web a noticias como esta se concentra en la clínica, por decir algo, denunciada por Arcópoli, que está realizando una labor excepcional e impagable contra la homofobia. En la web de la terapeuta, o así se presenta, Elena Lorenzo, se incluyen testimonios cósmicos de presuntos pacientes a los que esta buena mujer ha conseguido curar su homosexualidad. Desde un señor casado, con una mujer, por supuesto, y que tiene dos hijos después de haber tenido, ojo, más de 100 relaciones sexuales con hombres, o la historia de Leonora, que consiguió gracias al tratamiento de esta señora dejar atrás el lesbianismo. 

Agota un poco tener que recordarlo en el año 2016, pero vamos allá otra vez. La homosexualidad no se puede curar porque no es ninguna enfermedad. Este tipo de clínicas, que no tienen, por supuesto, el más mínimo fundamento científico, sólo contribuye a difundir la culpa y el malestar entre las personas LGTB. Alimenta la homofobia. Promueve que uno no se acepte tal como es, sino que se transforme en alguien "normal", es decir, heterosexual. Se basa en el desprecio al diferente, en el odio a los homosexuales. Da tratamiento, en fin, quien en realidad lo necesitaría, el terapeuta que considera algo insano que se debe curar la homosexualidad. 

Es muy grave la existencia de estas pseudo clínicas, no sólo porque se basan en falacias, sino porque sacan partido económico del sufrimiento de personas, no por ser gays, naturalmente, sino por la homofobia de la sociedad que les rodea. Quienes tienen un problema, y muy serio, son las personas incapaces de aceptar a quien ame diferente. No necesita cura quien siente de un modo determinado, sin hacer daño a nadie, viviendo libremente. Sí necesitarían ayuda, para abrir su mente y entrar en el siglo XXI, quienes fomentan la homofobia, como esta buena mujer que promete curar la homosexualidad. Es de agradecer que haya asociaciones como Arcópoli que vigilen la existencia de estas clínicas, y también que haya leyes como la que recientemente aprobó la Comunidad de Madrid, que permita sancionar estos disparates tan dañinos.  

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