G, de Daniel Sánchez Pardos

Hace unos días reseñábamos aquí Victus. Barcelona 1714, sensacional novela de Albert Sánchez  Piñol en la que se recrea el salvaje asedio a Barcelona que puso fin a la Guerra de Sucesión española. En aquella obra se narraba, siempre con rigor histórico, lo sucedido en la capital catalana aquellos meses de resistencia ante las tropas borbónicas. Nada pudo hacer la población barcelonesa contra el ejército francés, contra la llegada a España de los Borbones. Un siglo y medio después de aquel episodio traumático para Barcelona, en 1874, esa misma ciudad recibía con honores a Alfonso XII, borbón que reinstauró la monarquía en España. Su llegada al país, que enterraba el periodo inestable de la I República y la sucesión de gobiernos en aquel tiempo, fue a través de Barcelona. Este episodio es menos recordado. Son esos recovecos de la Historia obviados por el independentismo catalán. Todo el mundo prefiere recordar unos momentos del pasado y olvidar otros. Lo cierto es que esa misma ciudad de Barcelona asediada por las tropas de un rey de la casa de los Borbones en el siglo XVIII, pasó en el XIX a echarse en brazos de otro Borbón, a ser el escenario del regreso triunfal de Alfonso XII en España, después de haber huido, de niño, junto a su madre, Isabel II, tras el triunfo de la revolución conocida como La Gloriosa


Es en este último periodo histórico, cuando la reistauración monárquica se acerca, es donde está ambientada G, una novela de Daniel Sánchez Pardos que roza la perfección en sus propósitos: plantear una historia de intriga fascinante y llenas los vacíos que sobre la juventud de Antoni Gaudí tienen las biografías del genio. Aprovechando esos espacios en blanco, esa escasez de datos sobre Gaudí, el autor construye una historia apasionante en la que se entremezclan crímenes, manipulaciones mediáticas y conspiraciones, en la que el artista juega un papel relevante. 

El narrador de la historia es Gabriel Camarasa, estudiante de Arquitectura en Barcelona, quien acaba de regresar de Londres, a donde su padre huyó cuando triunfó La Gloriosa. Gabriel conoce a Gaudí una extraña mañana barcelonesa (excepcional la recreación de la Barcelona de aquella época) en la que éste le salva la vida. Entablan entonces una amistad que nos permitirá conocer al genio en su juventud. Tal y como lo imagina el autor, estamos ante un joven deslumbrante, que coquetea con las sustancias alucinógenas para crear su arte, que venera la arquitectura, que tiene un alto concepto de sí mismo y que frecuenta los bajos fondos de la ciudad

El padre del joven Camarasa, Sempronio, es un millonario que ha puesto en marcha un diario sensacionalista, Las noticias ilustradas, que cubre sucesos, cuanto más escabrosos, mejor. La dibujante que recrea las escenas de los crímenes es Fiona Begg, hija del socio de Camarasa. Una mujer inquietante, con quien Gabriel tuvo una relación sentimental algo tomentosa en el pasado y por quien Gaudí siente una fascinación recíproca. Con estos mimbres, y una sucesión de desgracias, empezando por un incendio y siguiendo por un asesinato, construye Sánchez Pardos una obra de misterio e intriga excepcional, impecable, redonda. Todo funciona a la perfección en el avance y la resolución de la trama, que se va enredando y adquiriendo tintes más profundos, más políticos. Porque ese magma ideológico del siglo XIX es telón de fondo de la novela, pero va cobrando más protagonismo según pasan las páginas. 

Juega el escritor a anticipar el futuro del genial Gaudí, entonces sólo un veinteañero, pero que ya apunta al futuro esplendoroso que le aguarda. Fabula sobre su vertiente mística. Ha perdido la fe, que más tarde en su vida recuperará. "Es un místico al que sólo le falta creer en Dios", dice de él Fiona en un momento de la novela. Y también se adelante su futuro cuando se compara a Gaudí con un artista algo extravagante empecinado en un proyecto grandioso, que le absorbe por completo (¿nos suena, verdad?). Es una historia, en fin, muy entretenida. No todos los días se puede pasear de la mano de Gaudí por la Barcelona del siglo XIX en los meses previos a la reinstauración de la monarquía con la llegada de Alfonso XII, jaleado en las calles de la ciudad catalana. 

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