El victimismo de Convergència

Creíamos conocer ya todas las poses victimistas del partido anteriormente conocido como Convergència, que por aquello de estar intoxicado de corrupción hasta el tuétano ha cambiado de nombre a Partido Demócrata Catalán (PDC). Pero si algo ha demostrado en los últimos meses la política española, y la catalana no es más que otra versión del politiqueo de bajos vuelos que tenemos por estos lares, es su portentosa capacidad para asombrar. Ahora el partido nacionalista catalán culpa directamente al Estado de no tener los votos suficientes para formar grupo propio. Exactamente eso. Tenía que pasar. No contentos con justificar cada uno de sus problemas y de sus defectos como gobernantes con la existencia de una malvada España opresora, ahora se trata de culpar al Estado de cumplir el reglamento de las Cortes, ese que dice claramente qué requisitos se deben tener para formar grupo propio. 


En el Senado, es preciso tener diez senadores para formar grupo propio, y el partido que ha cambiado de nombre para intentar escurrir el bulto de sus sedes embargadas por corrupción y del mal nombre que se ha labrado por esos múltiples escándalos que le salpican, tiene cuatro. Poco más hay que hablar. Es verdad que, por eso que se llama cortesía parlamentaria, en el pasado se prestaban senadores. Pero en este caso serían más senadores prestados (seis) que los del propio partido que pretendía crear su grupo, una anomalía. Por tanto, siempre con el reglamento en la mano, parece que hay poca discusión. 

En el Congreso, tampoco hay demasiadas dudas. Articulo 23 del Título II del Reglamento: "Los Diputados, en número no inferior a quince, podrán constituirse en Grupo Parlamentario. Podrán también constituirse en Grupo Parlamentario los Diputados de una o varias formaciones políticas que, aun sin reunir dicho mínimo, hubieren obtenido un número de escaños no inferior a cinco y, al menos, el quince por ciento de los votos correspondientes a las circunscripciones en que hubieren presentado candidatura o el cinco por ciento de los emitidos en el conjunto de la Nación". El PDC no reúne esos requisitos. 

Es comprensible que quienes está habituado a incumplir las leyes por una causa mayor, que ellos mismos establecen, no estén como para leerse los reglamentos de las Cortes. Pero basta tener una mínima comprensión lectora para entender que negarles formar grupo propio en el Congreso y en el Senado responde al escrupuloso cumplimiento de lo que establecen las normas. Pero, claro, cómo resistirse a presentar esto como un escándalo político, un intento por callar su voz, por arrinconar lo que ellos defienden. La verdad es mucho más sencilla: si no tuvieran la sangría de pérdida de votos que acumulan en las últimas elecciones, podrían formar grupo propio sin problema. Pero no creo que sus caídas sean también culpa del ogro España que tanto les oprime

Lo más divertido de la sobreactuación de PDC es que, atención, va a recurrir la decisión de las mesas del Congreso y el Senado ¡al Tribunal Constitucional! El mismo al que tanto respetan, ese del que siguen sus sentencias hasta la última coma. "Quieren arrinconar lo que pensamos", dijo ayer Marta Pascal, coordinadora del partido nacionalista. Se refería al resto de fuerzas políticas, pero quizá sería más honesto responderse por qué no cumplen esos requisitos para formar grupo propio. La respuesta es clara: porque pierden votos a chorros. Es ya el grado máximo del victimismo, echar en cara al resto de partidos que cumplan los reglamentos (¡qué desfachatez!) para que ellos puedan tener grupo propio, es decir, para cobrar 3 millones que no le corresponden. 

No somos cándidos. Evidentemente, la rivalidad política de PDC y la decisión del Parlament de incumplir las sentencias del TC tienen algo que ver con esta decisión de las mesas de las Cámaras. Lo que no alcanzan a entender, parece, es que el reglamento respalda perfectamente que a quien no cumpla los requisitos exigidos no se le dé grupo propio. No es que las mesas hayan desvirtuado las normas para impedírselo. Es justo al revés. Tendrían que haber hecho una lectura muy laxa para poder dárselo. Y, naturalmente, no han movido un dedo para hacerlo. Algo perfectamente comprensible. Sobre todo, porque la norma no les obliga a ello. 

Cosa distinta es que chirríe, y chirría mucho, que Ciudadanos, al que no le correspondía estar en la mesa del Congreso, mucho menos una vicepresidencia, sea el más firme defensor de que no se le diera grupo propio a PDC, porque el partido independentista tenía el mismo derecho que él, es decir, cero. Uno llegó a un acuerdo político y el otro, no. Y cosa distinta también es que en los últimos meses el Estado haya dado sobradas razones para alimentar el victimismo, como ese obsceno empeño del ministro del Interior por construir escándalos contra los políticos independentistas, que de forma aún más obscena y preocupante los votantes premiaron en las elecciones de junio. Pero son asuntos distintos. De lo que estamos hablando ahora es de su grupo propio. Sencillamente el reglamento no indica que tengan derecho a ello. Sólo les quedaba apelar a la cortesía parlamentaria, que no ha recibido. Su proyecto político es tan legítimo como cualquiera. Pero, aunque les suene raro, las leyes están para cumplirlas

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