Albert Rivera y las caretas

La precampaña electoral perpetua en la que vive la clase política española sigue aburriendo y cansando, aunque aún es capaz de regalar situaciones divertidas, casi delirantes. Los últimos sketchs de humor se los debemos al pacto entre Podemos e Izquierda Unida. Por la propia unión en sí misma, y la forma en la que fue anunciada, con un vídeo más bien cutre rodado por Alberto Garzón y Pablo Iglesias. Seguro que lo han visto. Cada uno, grabándose a sí mismo, con una cámara que les sigue en la Puerta del Sol, hasta confluir y darse un abrazo para anunciar la coalición. Después, su foto con botellines de cerveza para festejar el entendimiento, que despierta cierto rechazo en partes críticas de ambas formaciones, pero que parece tener bastante sentido dada su proximidad ideológica. 
Pero las reacciones más humorísticas, las más surrealistas, al acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida, de momento, han llegado más de fuera de estos dos partidos que de dentro. Todo se andará. Pero, en efecto, ha sido divertido ver cómo han respondido a este acuerdo en otras formaciones políticas. Se lleva la palma Albert Rivera, líder de Ciudadanos, quien ha hecho del funambilismo y la vacuidad ideológica sus señas de identidad. Él, que es capaz de pactar a derechas e izquierdas, que no tiene el menor problema en servir de muleta del PSOE andaluz, ese manchado con el escándalo de los ERE, y del PP de Madrid, el de la Gürtel, la Púnica y demás escándalos de corrupción, a la vez. Él, que tiene alergia a las palabras izquierda y derecha, que se dice de centro, que considera casi una ofensa, un pecado definirse de izquierdas o de derechas, porque dice que eso ya es cosa del pasado, que ya no se amolda a la realidad política actual. Él, en fin, que lo mismo le da azules que rojos, que quiere ser como esas prendas que pegan bien con cualquier color, celebra ahora que Podemos "se quite la careta".

Es llamativa la lectura que hace Rivera del acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida. Primero, porque entiende que con este acuerdo la formación naranja queda como el único representante de la nueva política, aunque haya corrido a pactar con formaciones de la vieja política (con las dos, sin ningún reparo). Sostiene que pactar con Izquierda Unida, que tiene créditos bancarios y ha estado en el consejo de administración de las cajas de ahorro, es directamente sepultar las aspiraciones de regeneración democrática. Entregarle el gobierno andaluz a Susana Díaz en Andalucía no sé bien qué es. O pactar con el PP de Madrid. Exponer como marca indeleble llegar a acuerdos con una formación que ha estado sentada en consejos de administración de cajas de ahorro, siempre que sea otro el partido que llegue a ese acuerdo, pero a la vez pactar con PP y PSOE, dueños del cortijo de esos consejos de paniaguados incompetentes, llama mucho la atención. Se acerca bastante al cinismo. 

Es que no es igual, dirá Rivera. Es que nosotros no hemos pactado con el PP y el PSOE antes de las elecciones, sino después, para facilitar la gobernabilidad. Es una trampa argumental. Primero, porque no termino de entender que votar a un partido pueda servir a la vez para que gobierne el PP o el PSOE. Como si fueran lo mismo, que desde luego en ciertas propuestas políticas, no están demasiado alejados. Muchos votantes de Ciudadanos en diciembre buscaron en el partido naranja una escapatoria del PP. Y luego se encontraron con que Rivera pactó con Sánchez. Exactamente igual que podría haber pactado con el PP, si su líder no hubiera decidido adoptar el inmovilismo como estrategia política. Y en las elecciones de junio pasará lo mismo. Hasta que no se sepa quien es el más votado y cómo queda el reparto del Congreso, nadie sabrá con quién llegará a acuerdos Ciudadanos. 

Se puede interpretar como voluntad de diálogo, pero más parece marxismo, de Groucho Marx, con aquella frase maravillosa y tan representativa de la política de Ciudadanos (y de otros partidos): "estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros". Y esto nos lleva al otro elemento cómico de la intervención de Rivera en respuesta al acuerdo de Podemos e IU. Que se puede resumir así: ¡qué vienen los comunistas! Estamos en el año 2016, pero esa estrategia de azuzar el miedo a los comunistas sigue funcionado, o eso deben de pensar en el PP y en Ciudadanos, que en su rechazo al acuerdo entre Podemos e IU han saltado rápido a emplear ese término, comunistas, comunistas, comunistas, para desacreditar el pacto. Se han debido de enterar ahora de que dentro de Izquierda Unida está el Partido Comunista, además de otras formaciones. 

Decepciona que Rivera renuncie a hacer un debate de ideas, de propuestas. De hecho, creo que no lo tendría difícil para desacreditar muchas de las propuestas de este pacto entre Podemos e Izquierda Unida, sobre todo en su apartado económico. Probablemente, en un debate real, Rivera ganaría en algunos puntos a Garzón e Iglesias. Pero no, él opta por azuzar el miedo, por jugar al moderado ofendido y aterrado por la llegada de los comunistas. En España. En el siglo XXI. Resulta bastante desalentador. Como que él, que puede pactar con quien sea, que defiende como única seña de identidad, precisamente, la ausencia total de señas de identidad, porque todo le vale, diga que los demás se quitan las caretas. Pues ya sólo falta que él se quite la suya. 

Comentarios