Generación Z

Uno es ya lo suficientemente mayor como para mirar a las prácticas de los adolescentes con cierto asombro, pero no lo bastante como para desentenderse de ellas y no comprender su lenguaje. Sócratres dijo que "los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros. Los jóvenes hoy en día son unos tiranos". Platón se preguntó apesadumbrado qué les pasa a los jóvenes y qué será de ellos, con sus faltas de respeto y su moralidad decadente. De lo cual se deduce que, o bien que la juventud lleva degenerando desde la Grecia clásica, o que siempre se ha mirado con cierto desdén a quienes tienen toda la vida por delante, remarcando su falta de experiencia y obviando, o envidiando, su desbordante energía y su rebeldía innata, que poco a poco se suele ir domando. 

El otro día leí un artículo sobre la Generación Z. Es la siguiente a los Millennials (malditos anglicismos). Son los nacidos a mediados de los 90 o en los albores del siglo XXI. En esta información se resaltaban algunas de las conclusiones del estudio Generación Z: El último salto generacional, elaborado por Deusto Business School y Atrevia. Y varias son realmente interesantes. Por supuesto, estos jóvenes han nacido con un smartphone bajo el brazo. Son lo que se conoce como nativos digitales. Ellos no han consultado jamás, ni lo harán ya nunca, una enciclopedia en papel para buscar información para un trabajo. Han nacido con ordenador en casa. Pegados a Internet. Conectados casi permanentemente. Es la primera generación hija de las nuevas tecnologías, la que no ha tenido que hacer el menor esfuerzo para adaptarse a aquellas, porque nacieron con ellas. Son las personas que desarrollarán nuevas profesiones. 

Son jóvenes que nunca pisarán una oficina bancaria, que saben de la existencia de los kioskos donde se venden periódicos en papel por las películas. No ven la televisión, o no en los horarios que imponen las programaciones de las cadenas. Pero sí consumen (término horroroso para hablar de esto) mucha cultura. Han encumbrado a la fama a unos jóvenes como ellos que, hablándoles en su idioma, bromean, critican o reflexionan a través de Youtube. El fenómeno de los youtubers, tan incomprendido por generaciones más maduras, retrata bien a esta Generación Z, que será el futuro de la sociedad, por lo que conviene no perderla de vista. A ellos les puede resultar igual de estúpido aquello con lo que se divierten sus padres. Quizá nunca han visto un informativo en televisión. Y para ellos será más relevante lo que diga El Rubius en su canal de Youtube que cualquier editorial de un periódico o cualquier noticia televisiva, lo cual explica bastante bien ciertas resistencias. 

Con ellos se transformará todo. Sus hábitos de consumo serán radicalmente distintos a los de sus padres, incluso casi diríamos que diferirán bastante de los de sus hermanos mayores. Se suele despreciar lo que no se entiende, asumiendo que la juventud es una enfermedad que se cura con el paso de los años. Quien afirma tal cosa, claro, ya ha perdido ese divino tesoro, que es como también se conoce a esta fase de la vida. No se trata de criticar todo lo que hacen estos jóvenes, pero tampoco de ensalzarlo. Basta con intentar comprenderlo. Con saber cómo piensan y actúan. En el citado estudio se afirma de ellos que sus conocimientos de las redes sociales y sus aspiraciones vitales contrastan con el aletargado sistema educativo actual. Que buscarán empleos vocacionales, preferiblemente autónomos. Que lo que más temen es acabar en un trabajo que no les llene. Que creen en la economía colaborativa. Que viajarán en Blabacar y se alojarán en en viviendas de Airbnb. Su relación con el dinero, afirma el estudio, ha cambiado. No quieren poseer cosas, quieren vivirlas. 

El tiempo lo dirá, pero esta generación podría cambiar mantras muy asentados en  sociedad española desde tiempos inmemoriales. En parte, por la educación digital y la formación distinta de estos jóvenes, que les otorga una visión diferente. Pero también por la crisis. Es la primera generación nacida con las redes sociales, pero también la que tiene una conciencia más clara de que corre el riesgo cierto de vivir peor que sus padres. La generación cuya infancia o adolescencia ha estado acompañada de la permanente y opresora sombra de la crisis. Charlar con profesionales que llevan en el mercado de trabajo una década sobre condiciones salariales, no digamos más tiempo, y hacerlo con los jóvenes de la Generación Z basta para comprobar hasta qué punto la crisis y la pérdida de derechos laborales ha calado en estos jóvenes, quizá moviéndoles más al derrotismo y al conformismo que a la rebeldía. 

Con ellos cambiará todo. No hay industria que no se haya visto removida de los pies a la cabeza por la revolución digital, de la que estos jóvenes son los más avanzados usuarios. Por su distinta relación con el dinero, en parte porque asumen que tendrán mucho menos que sus padres, tal vez destierren la mentalidad tan española de que no tener un piso en propiedad y pagar un alquiler es tirar el dinero. Preferirán compartir coche a través de aplicaciones como Blabacar que poseer un automóvil propio. Pagarán por experiencias, no por propiedades. No suena del todo mal. También hay partes más negativas, por supuesto, pero esas se resaltan demasiado a menudo.  

No sólo cambiarán la economía. También pueden transformar la sociedad. Y pueden hacerlo a mejor. Estos jóvenes, por ejemplo, son los primeros que han nacido y crecido con una ley del matrimonio homosexual. La primera generación que comparte aula con compañeros con dos padres o dos madres. Han vivido como algo natural que haya un presidente negro en Estados Unidos. Y es en este avance social, en su educación en la diversidad, donde reside quizá el punto más relevante del estudio. Y donde uno en parte es también más escéptico. No tengo claro que no se perpetúen roles machistas en las relaciones adolescentes, por ejemplo. No es tan evidente que se avance tanto como desearíamos. Pero es cierto que el clima de tolerancia en el que crecen los hijos de la Generación Z es infinitamente más respirable que el de generaciones anteriores. La educación es la única salvación posible de una sociedad enferma y desigual como la actual. 

Dice el estudio que los jóvenes no comprenden la insolidaridad y la falta de respeto al medio ambiente. Puede que sea muy cándido. Pero, sinceramente, visto cómo han dejado la sociedad las generaciones más maduras, diría que tienen poco derecho a dudar del impulso que pueden dar los jóvenes. Incluso aunque uno se descubra con frecuencia emulando a Sócrates. No son los adolescentes los que están perdidos, somos los demás los que vamos cumpliendo años. Quien sabe. De la Generación Z solemos resaltar todo lo malo y puede que ellos ayuden a mejorar esta sociedad. Necesitados de ello estamos, desde luego. 

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