Buen camino. El saludo que lo cambió todo en ruta a Santiago

Quizá la expresión "hay que vivirlo para saber lo que se siente" sea una de las que se abusen para relatar eventos, experiencias o viajes. Se escucha mucho. Todo el mundo cuenta con vivencias, lugares, fiestas o rituales que considera imposibles de definir, cuyo efecto transformador, revitalizante o al menos analgésico ve difícil de describir. Y, en realidad, en muchos casos así sucede. En casi todos, de hecho. Pues todo hay que vivirlo, de verdad, con profundidad, con todo el sentido de este verbo que no es sinónimo de pasar por la vida, sino de exprimirla y experimentar con intensidad cada situación que se nos plantee, para saber lo que se siente. El camino de Santiago es una de esas experiencias que hay que vivir para poder definirla. O al menos, para comprender lo que se siente en ella. 

La gratitud por la solidaridad que se respira en la ruta. Ese "buen camino" en todos los acentos posibles de personas desconocidas, pero con las que se comparte un viaje más interno que geográfico que es mucho más que un reto personal. Es una experiencia que ayuda a entender lo que de verdad importa en la vida, a encontrarse con uno mismo y a sentir que en este mundo acelerado y estresante en que vivimos sobreviven espacios de sensibilidad, de lentitud, de buenos sentimientos, de naturaleza bien preservada, de hospitalidad y de convivencia de ciudadanos de todas las partes del mundo y con motivaciones diferentes, no necesariamente religiosas, o no sólo, en camino a Santiago. Buen Camino. El saludo que lo cambió todo en ruta a Santiago, de Josepe García Miguel es un libro que conmueve a quienes hemos disfrutado de la experiencia de esta senda centenaria y que animará a quien aún no lo ha hecho a viajar a Galicia para poder saborear esta aventura. 

El título del libro llama a engaño, pues no parece una novela, que es lo que en realidad es. El autor es coach, que es una de esas profesiones a las que se llaman en inglés y que, desde el desconocimiento, uno no sabe nada ni entiende apenas en qué consiste. No negaré que al leer la biografía de su autor y el tono del prólogo, esos paralelismos del camino con el emprendimiento, esa retórica tan gastada y agotadora de superación personal, casi de libro de auto ayuda, de esa gran fábula de los emprendedores, del autoempleo, de montar empresas modernas que sean disruptivas, con muchos términos en inglés  y demás. Reconozco que es un prejuicio personal, pero todo lo que envuelve a esos grandes líderes de empresas rompedoras con aires de gurús me cuesta. Así que, con sinceridad, me temí lo peor. Pero me tuve que tragar el prejuicio y esa cautela inicial porque el libro no sólo me ha encantado y me ha hecho revivir vivencias pasadas en el camino de Santiago el año pasado, sino que me ha removido por dentro, hasta el punto de que los viajeros del Metro debieron de alucinar al verme con los ojos llorosos, literalmente, con esta obra en las manos

No negaré que en algunos fragmentos el libro cae en el trazo grueso, subraya demasiado el mensaje que quiere lanzar y adopta un cierto tono de auto ayuda que puede echar para atrás a algunos lectores. Pero yo me rendí pronto, en las primeras páginas, a esta historia tan verosímil, tan real, de carne y hueso, de un empresario, Marco, agobiado por los problemas en su empresa que quiere volver a encontrarse con él mismo, ordenar su vida y dar respuesta a ese sentimiento de insatisfacción, a ese contraste entre lo que quería que fuera su vida y en lo que se ha convertido, entre lo que es y lo que desearía ser, entre lo que siente y lo que hace. Decide Marco ir al camino de Santiago y allí conoce a personas y vive una experiencia que le cambiará la vida. 

La obra está estructurada por capítulos que se corresponden con las etapas del camino del personaje. En esa ruta no sólo conoce pueblos y va dando pasos hacia la capital compostelana, sino que se encuentra a sí mismo y aprender a mirar el mundo de otra forma. Un peregrino italiano pasará a ser como su ángel de la guarda, alguien que le obliga a cambiar y que la ayuda a reflexionar sobre lo que no funciona en su vida. El camino de Santiago como experiencia transformadora, como viaje interno. Descubre que ha dejado de sonreír, que no pasa todo el tiempo que querría con sus hijos, que le puede el pesimismo y el derrotismo en muchas ocasiones de su vida, que debe esforzarse para encontrar algo que le ilusione de verdad, y que se remueve al comprobar que hace mucho que no disfruta de nada de aquello que le hace vibrar. 

Es una obra que toca al corazón, que agita al lector, sobre todo si hay algo en su vida que no marcha del todo bien o que desearía cambiar. Basta con que esté abierto a mirar dentro de sí mismo, a reflexionar sobre su existencia, sobre aquello que le llena y aquello que hace por obligación, a contrastar lo que quería de su vida hace años y aquello en lo que se ha convertido, para que Buen camino le zarandee y provoque emociones profundas. En un estilo directo, con un lenguaje llano, nada complejo ni enrevesado, nada literario sino más bien coloquial, el autor monta esta historia personal con la que cualquier lector, haya hecho o no el camino de Santiago, se sentirá identificado porque aún no he conocido a nadie en esta vida que no haya tenido que renunciar a algún sueño, o que no acalle deseos inconfesables, que no desearía cambiar algo de su vida, que no necesite, en fin, reflexionar sobre qué podría cambiar en su día a día para vivir mejor. Es un libro especial porque apela directamente a las emociones del lector. 

Comentarios